Venecia, julio de 1902. El campanille de la basílica de San Marcos, construido tres siglos antes, colapsa y se desploma. Diez meses después comienza la reconstrucción y el alcalde Filippo Grimani en su discurso de la colocación de la primera piedra, el 25 de abril de 1903, pronuncia la famosa frase dov’era e com’era (donde estaba y como era).

París, 116 años después, un 15 de abril de 2019, la catedral de Notre Dame de París, construida entre los siglos XII y XIV, sufre un espectacular incendio que destruye casi toda la techumbre. La aguja central que el arquitecto Viollet-le-Duc incorporó en su restauración de mediados del XIX se desploma. Una tragedia nacional. Tras un intenso debate sobre qué hacer, el gobierno galo opta, sin concurso, por la reconstrucción, devolver la catedral a su estado anterior al incendio, y rechaza las numerosas propuestas lanzadas desde todo el mundo: dov’era e com’era, que diría Grimani.

Ma eterea

Septiembre de 2020. Sergi Ortín, de 26 años, natural de Beneixama, defiende en València su tesina sobre la reconstrucción de Notre Dame en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia, un proyecto con el que esta semana ha obtenido el primer premio de la tercera edición del concurso internacional de Proyectos sobre Patrimonio Cultural para estudiantes de Arquitectura AR&PA 2020, en el marco de la XII Bienal Ibérica de Patrimonio Cultural de Valladolid, frente a 70 propuestas.

Su trabajo se titula Notre_dame de París, 2019. La restauración del siglo: un quid pro quo entre el mediavalismo y la contemporaneidad, con el que también está nominado a los Golden Trezzini Awards for Architecture and Design, con sede en San Petersburgo, cuyo fallo se conocerá la próxima semana y del que es finalista.

Vista general de Notre-Dame con la malla alámbrica superpuesta. s. ortín

Su currículum académico, impresiona a su edad pero no fue eso lo que sedujo al jurado, sino su propuesta para la catedral de París, cuya filosofía reformula la histórica frase del alcalde veneciano: dov’era e com’era, ma eterea, donde estaba y como era, «pero etérea». Porque Sergi Ortín recrea la aguja neogótica que añadió Viollet-le-Duc pero sin construirla, la reproduce con algo tan sencillo como una malla metálica, un material ligero que sugiere su falta. El arquitecto alicantino propone una reconstrucción espacial de la antigua aguja, que fije su ausencia y evoque la memoria. Recupera el concepto visual y lo hace con un material contemporáneo. «Es un homenaje etéreo a su historia, su carácter y su legado», afirma.

Contra el falso histórico

Su propuesta de malla alámbrica «conforma una milimétrica nube de puntos intangibles que captura el estado concreto de una materia que ya no existe, en un tiempo que ya no es el suyo», explica Ortín, que abomina de la opción elegida por Francia, un «falso histórico», subraya, «un pastiche que dentro de un siglo no sabremos de qué época es». «Le-Duc no copió lo de antes», enfatiza.

El ganador del concurso internacional, cuyos otros tres premiados de la categoría son italianos de la Universidad de Venecia, ve Notre-Dame como «una ruina contemporánea que valora el documento histórico por encima de su propia materialidad, relegada totalmente a un plano metafísico que, aunque invisible, es capaz de dialogar con el pasado a través de la tectónica del silencio y del recuerdo».

La solución para Ortín es una confluencia entre el arte de las épocas de Notre-Dame, «un diálogo respetuoso entre la construcción gótica, la aportación de Viollet-le-Duc y la era actual» y refuerza su argumento citando a Victor Hugo: «Cada oleada en el tiempo deposita su aluvión». Sin embargo, rechaza «actuaciones supuestamente más contemporáneas» como las que se plantearon de emplear hormigón armada o acero para reconstruir la fôret, el armazón de madera que sostenía el techo y la aguja ,y propone utilizar de nuevo madera cortada a hacha a pie de catedral. «Las obras podrían ser el epicentro de un movimiento mucho más amplio que congregara a profesionales de la cantería, la carpintería, la fontanería o la vidriera en un único lugar como el Parvis de Notre-Dame», explica el beneixamut.

La catedral parisiense es historia viva, argumenta, un palimpsesto en sí misma. «Cada época ha dejado su huella en la historia, el incendio ha sido la nuestra». «Del mismo modo que no se puede cambiar el pasado -agrega- no debería renunciarse al presente en aras de recuperar un estado que ya no existe... Para un regreso al pasado siempre nos quedará Viollet-le-Duc», puntualiza. «Restauremos su alma cuanto antes», proclama en su crítico proyecto, con algo tan imperceptible y etéreo como una malla en lo alto.