La vuelta a las bibliotecas se ha convertido en una necesidad cultural y educativa, pero también en una ventana fundamental para la socialización de determinados colectivos. Primero se recuperaron los préstamos, a los que sigue la cuarentena de los libros que esperan en soledad durante dos semanas para volver a las manos de algún lector. Después, se abrieron las salas de lectura, aunque sin acceso a las estanterías. Quedaban por recuperar las actividades que devuelven a la normalidad, pero también cubrir algunos huecos a los que la pandemia no daba oportunidad y hacerlo a través de la imaginación.

A lo primero, pertenecen los clubes de lectura, que vuelven poco a poco a lo presencial, aunque con distancia y mascarillas, mientras conviven con los encuentros virtuales que se han convertido en una oportunidad y han llegado para quedarse. A lo segundo, las nuevas iniciativas que persiguen acercar la biblioteca al lector cuando el lector no puede acercarse a la biblioteca.

De eso sabe mucho la Biblioteca Pública Azorín de Alicante, gestionada por la Generalitat, que, ante la imposibilidad de que los colegios sigan participando en sus actividades divulgativas de la lectura, han optado por ser ellos mismos los que leen a los niños, pero a través del teléfono. Y lo han hecho con el colectivo ¡Que viene el lobo!, que cada año organiza exposiciones para dar a conocer a autores.

Dibujo de un niño tras escuchar un cuento por teléfono. | INFORMACIÓN

Así surgió el proyecto Cuentos por teléfono, a través del cual uno de los miembros del colectivo llama al móvil del profesor de una clase y los niños escuchan la lectura del cuento, en un formato totalmente inusual para ellos. En este caso, aprovechando el centenario del nacimiento del autor italiano Gianni Rodari, que firmó un volumen con ese título porque como viajaba mucho, todas las noches llamaba a su hija y le leía uno antes de dormir.

El señor Bianchi es el encargado de llamar a las clases y llevar la fantasía a los alumnos durante 15 minutos a través de su voz. Y son ya alrededor de 80 sesiones las que están programadas.

Esta actividad, abierta a todos los centros que contacten con la biblioteca, se completa con la intervención de los niños que tras escuchar la historia peden preguntar y realizar dibujos sobre el cuento.

Otra de las iniciativas son las Maletas viajeras, unas bolsas con 28 libros de Rodari que se llevan a los colegios o colectivos que lo demanden. Podrán disfrutar de esos libros dos meses.

La Biblioteca Azorín ha puesto también en marcha el Centro de Interés en el hall, donde los usuarios pueden pedir prestado un libro de este autor.

Además, sigue organizando mensualmente ya de forma presencial clubes de lectura infantil y de adultos.

Club de lectura en una biblioteca pública.

«Desde que reabrimos en mayo hemos ido implementando servicios y adaptándolos a la nueva realidad», asegura Josefa Ors, directora de la Biblioteca Azorín, que incide en que «fomentar, compartir e interactuar con el colectivo escolar ha sido una prioridad en este centro».

«Anem a la Biblio»

Con el lema Anem a la Biblio, la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Alicante ha puesto en marcha una serie de iniciativas destinadas a llenar de vida las diez bibliotecas municipales de la ciudad, dentro de su programa Cultura en Barrios. Además de actividades culturales, de narración oral y talleres, se han ido recuperando los clubes de lectura. Algunos tienen ya varios años de rodaje, pero el confinamiento supuso un parón que poco a poco vuelve a su cita con los lectores.

Precisamente con motivo de la pandemia y las medidas de seguridad, las lecturas siguieron pero las reuniones se filtraron a través de la pantalla del ordenador. La experiencia durante el confinamiento se realizó con el club de la biblioteca de Florida-Babel. Las reuniones se hicieron online y de esa forma se pudieron salvar algunos de los encuentros.

Cuando la Concejalía de Cultura se decidió a recuperar estas actividades había ciertas cautelas y se retomaron el pasado mes de noviembre con las medidas de seguridad necesarias. Pero la experiencia virtual, en vez de convertirse en una contrariedad se planteó como una oportunidad de ampliar el abanico de posibilidades tanto para el desarrollo de la actividad como para que llegase a nuevos usuarios que ya tienen competencias digitales, o que las han adquirido por obligación durante el confinamiento y ahora han entrado en un mundo que antes les resultaba impensable.

De hecho, desde la Concejalía de Cultura se incide en que estos clubes de lectura son unos espacios de encuentro y comunicación, «además de una experiencia de socialización que mejora la salud física y emocional, sobre todo de los mayores».

Algunas bibliotecas como San Blas, Benalúa o Florida-Babel compaginan los encuentros presenciales y los virtuales una vez al mes. Otras, como la del Cabo, Juan XXIII o Pla Carolinas, mantienen la actividad únicamente a través de la red, de momento. El procedimiento es el mismo: el monitor propone el libro y la biblioteca lo proporciona a los lectores, para comentarlo el día de la reunión.