Quiso la muerte llevarse a John Le Carré solo días antes de que su isla rompa definitivamente amarras con el continente: el Brexit se había convertido en la última obsesión de este gigante de las letras británicas, fallecido a los 89 años, que elevó la novela de espías a su máxima expresión. «Mis propios vínculos con Inglaterra se han ido soltando en los últimos años, y es una especie de liberación, aunque sea triste», le contaba Le Carré a otro gran novelista, John Banville, en una entrevista para The Guardian hace un año.

En Un hombre decente, su último libro, el maestro de la intriga recreó un Reino Unido controlado por un gobierno conservador de «diez gruñones» y ventiló el pesimismo que le producía la actual situación de su país.

Le Carré (cuyo verdadero nombre era David Moore Cornwell) siempre encontró la causa justa por la que luchar a través de sus personajes. Si al final de sus días era el Brexit, antes lo fueron la guerra de EE UU contra el terrorismo, el saqueo del continente africano o el yihadismo.

Pero si por algo será recordado Le Carré es por sus obras de espionaje ambientadas en la Guerra Fría. Sus novelas forman parte del imaginario colectivo que perdurará en el tiempo sobre aquella época en que dos superpotencias y dos ideologías se repartían el mundo hasta casi acabar con él.

Nacido en 1931 en Poole (Dorset), Inglaterra, estudiante de lenguas modernas en la Universidad de Berna, licenciado luego en el Lincoln College, de Oxford, y profesor durante dos años del prestigioso Eton College, Le Carré dejó esta última institución en 1959 para iniciar una carrera de diplomático en la que sería reclutado por el MI6, la organización de espionaje británico. Su carrera de agente secreto fue, sin embargo, desbaratada en 1964 por Kim Philby, agente doble que traicionó a decenas de agentes británicos al KGB.

Años más tarde, John Le Carré iba a inspirarse en Philby para su personaje de Bill Halton, apodado «Gerald», en la novela Tinker, Tailor, Soldier, Spy, que fue titulada en español sencillamente El topo.

Casi todas las obras de aquel período, como El espía que surgió del frío, pertenecen al género de espionaje si se exceptúa El amante ingenuo y sentimental, de 1971, basada en la relación del autor con James y Susan Kennaway tras el fracaso ese mismo año de su primer matrimonio con Alison Ann Veronica Sharp.

Smiley versus Bond

Los críticos vieron en las novelas de Le Carré una réplica al James Bond de Ian Fleming, con personajes de gran complejidad psicológica, sin glamour o heroicidad, llamados a actuar en circunstancias muchas veces anodinas. Su modoso George Smiley supuso el contrapunto perfecto al idealizado Bond y encarnó como nadie la lucha de los personajes de Le Carré por mantenerse éticos en un mundo rodeado de inmoralidad.

En novelas como El espía que surgió del frío, Le Carré no ve el mundo en blanco y negro, es decir en términos ideológicos de buenos y malos, sino que su tratamiento del conflicto bipolar en tiempos de la Guerra Fría rezuma siempre un fuerte escepticismo hacia ambos lados.

Su mirada crítica sobre el mundo adquirió paulatinamente una mayor carga política, no sólo en sus últimas novelas, posteriores a la caída del llamado Telón de Acero, sino también en declaraciones públicas.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y como reacción al recorte de las libertades en la «guerra antiterrorista» de la Casa Blanca, John Le Carré acusó a la prensa estadounidense de capitular como voz independiente y crítica frente a las manipulaciones del poder. Y en obras como El jardinero fiel no dudó en enfrentarse a las farmacéuticas y sus corrosivas acciones en el continente africano.

Porque el escritor británico ya tenía un tema para su literatura desde muy corta edad: «La extraordinaria, insaciable, criminalidad de mi padre y la gente que lo rodeaba».

El padre de Le Carré, Ronnie, era un timador que además le infligía castigos físicos, así como a su madre, y fue quien marcó el carácter eminentemente moral de la obra del escritor.

Historias de cine

Las novelas de John Le Carré son un material puramente cinematográfico, tanto que ha sido fácil mantener su esencia en el salto a la gran y pequeña pantalla. La primera de las adaptaciones de sus novelas fue la que Martin Ritt realizó en 1965 de El espía que surgió del frío, tan solo dos años después de su publicación. Su fiel traslación al cine se convirtió en un clásico del cine, apoyado en la interpretación de Richard Burton, nominado al Óscar por su trabajo.

Un año después, Sidney Lumet contaba con James Mason como el agente Smiley y, adaptando su primera novela, Llamada para un muerto, optó a cinco premios BAFTA. La chica del tambor, con Diane Keaton y dirigida por George Roy Hill, se estrenó en 1984. En 1990 le tocó el turno a La casa Rusia, con Sean Connery y Michelle Pfeiffer. Y en 2005 llegó la película más recordada de las basadas en sus novelas, El jardinero fiel, dirigida porFernando Meirelles. Las interpretaciones de Ralph Fiennes y Rachel Weisz -ganadora del Óscar por esta película-, y la partitura del español Alberto Iglesias -nominado al Óscar- garantizaron la calidad de este filme, que consiguió que, por primera vez, un guión basado enuna novela optara al Óscar.

Entre las mejores adaptaciones de sus textos está El topo, (2011), dirigida por el sueco Tomas Alfredson, con Gary Oldman, Colin Firth o John Hurt.