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La columna vertebral del Bou Ferrer

Un fragmento de madera de la quilla del pecio romano hundido en aguas de La Vila Joiosa regresa después de un largo proceso de restauración de más de dos años en el Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya

El fragmento de la quilla del Bou Ferrer, ya restaurado. | J. A. MOYA

El fragmento de la quilla del Bou Ferrer, ya restaurado. | J. A. MOYA / cristinamartínez

El Bou Ferrer fue uno de los grandes mercantes de la Bética en su época, de los que se recibían como un espectáculo en el puerto de Roma, y fue construido en el entorno de Nápoles. Tamaño y procedencia se han podido clarificar gracias a la restauración de parte de la quilla del barco hundido en aguas de La Vila Joiosa. Un trabajo realizado en el Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya, donde se encontraba la pieza desde abril de 2018, para poder recuperar la madera y devolverla a su estado original.

Ha sido una tarea «complicadísima», afirma José Antonio Moya, de la Fundación General de la Universidad de Alicante y miembro del equipo que investiga este pecio. Primero, por la extracción del fragmento de la quilla, «que es la espina dorsal del barco, sobre la que se arma todo el esqueleto y lo que aguanta las tensiones de la navegación», y, segundo, por el proceso de restauración. Fueron cuatro días los que el arqueólogo Juanse Miralles empleó en poder serrar unos 20 centímetros de esta pieza, que tiene una medida estimada total de entre 16 y 18 metros de longitud. «La quilla está en la parte más profunda, a 27.5 metros, y tuvo que trabajar prácticamente a oscuras, en una posición incomodísima. Fue un trabajo de cirujía, metido en las tripas del Bou Ferrer», barco fechado entre el 66 y el 68 d.C.

Para desenterrar la quilla del barco, el equipo tuvo que aspirar la arena que lo cubría. | J.A. MOYA

Para desenterrar la quilla del barco, el equipo tuvo que aspirar la arena que lo cubría. | J.A. MOYA / cristinamartínez

Tras sacar el fragmento del agua, el tiempo apremiaba ya que al estar sumergida la madera pierde la celulosa, dejando tan solo una estructura formada por lignina, que es como el esqueleto que mantiene la forma. Lo que ocurre es que cuando el agua se evapora, ese esqueleto colapsa y la madera empieza a encogerse hasta que se desintegra. Aunque Vilamuseu dispone de una destacada infraestructura para restaurar material subacuático, no cuenta con liofilizador, fundamental para culminar el proceso en este tipo de piezas grandes.

Carlos de Juan, codirector del proyecto Bou Ferrer, asegura que el corte obtenido «nos permite comprender el proceso de construcción del barco, que empezaba precisamente por esta pieza, la auténtica columna vertebral de la nave. En sus características podemos comprender más incluso sobre las tradiciones constructivas del astillero donde se construyó».

La particularidad del Bou Ferrer, solo conocida en otro pecio del mismo periodo romano imperial, es que «las tracas de aparadura a cada lado de la quilla en realidad son dos tablas unidas entre sí para crear propiamente la pieza. Se trata de carpinterías muy robustas». Además, asegura, esta quilla es de encina, «algo no muy frecuente que, como otros detalles, apunta a la construcción del Bou Ferrer en el entorno de Nápoles, en la Campania italiana».

Además, sorprende el gran tamaño de la quilla, lo que confirma «que es uno de los mayores barcos que existían entonces», destaca Antonio Espinosa, director de Vilamuseu, centro de La Vila en el que se encuentran depositados los restos recuperados del Bou Ferrer. «Es un fragmento extraordinariamente grande y para cualquier museo, contar con esta quilla es algo poco habitual y una excepción».

El trozo de quilla que se ha recuperado se mostrará en Vilamuseu, dentro de la exposición inteligente que ofrece información y vestigios sobre el pecio. «Ahora estamos mejorando la sala y está desmontada, pero después de la reforma, para primavera, vamos a añadir esta pieza y otras también de madera sacadas del barco, que son muy interesantes», afirma Espinosa.

Entre los restos del barco, figuran «varias piezas de madera muy interesantes», además de la quilla. «Tenemos los aros de madera por los que se metían las cuerdas que suben y bajan las vela; la guías de cargaderas, que es la mejor colección del mundo, y ya están también restauradas, y un émbolo de la bomba de achique». Algunas de esas maderas tambén fueron restauradas en el Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya.

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