La amplia afición al género lírico-dramático español sigue activa reponiéndose las piezas más emblemáticas con mayor o menor calidad artística y técnica. Aquí, en 1969, se fundó la Peña, mucho después llamada Compañía Lírica Alicantina. La zarzuela El huésped del Sevillano (1926) se sitúa en Toledo, a principios del XVII, y acaba de estrenarse con la célebre romanza Canto a la espada. Recuerden lo de «Fiel espada triunfadora». El tenor Javier Palacios es el pintor con su firme tesitura vocal. Él y la soprano Beatriz Lanza, dotada de bello y sólido timbre de voz, conforman la pareja. Intrigas de amor y caracteres estereotipados con sus pasajes y números musicales que vienen servidos por el libreto de Enrique Reoyo y Juan I. Luca de Tena y por la música de Jacinto Guerrero. Sobresale el dúo «Insolente y presumido… Moza la toledana…». La producción creativa es de Nacho Hernández. Interpreta al conde y raptor. Destaca el cómico escudero (Domingo Martínez) que se enamora de la «ilustre fregona» (Juana María del Toro) del Mesón del Sevillano. El clásico recurso de hacerse pasar por otro, con uso del disfraz, provoca equívocos, y el corto papel de Tomás Sogorb, como mesonero, evidencia su capacidad actoral. Participan el vibrante Coro del Teatro Principal de Alicante, el ballet del Conservatorio Profesional de Danza José Espadero, la Orquesta Sinfónica del Vinalopó, bajo la experta batuta de José Antonio Pérez Botella, o las futuristas lagarteranas. Simple escenografía de Morán Berruti, diseñador del rico vestuario, y dirección de Javier Rubio a la que le falta ritmo. Esta fusión entre tradición y modernidad flojea. El huésped es Cervantes (un rígido José Serraima), quien inmortalizó a una fregona en uno de los relatos de Novelas ejemplares.
