Hay quienes ni sienten ni padecen con las noticias de À Punt. Dichosos ellos. Pueden pasar sin verlas, y no les pasa nada. Incluso pueden verlas sin que les salga una úlcera. Afortunados. A mí me causan retortijones. Porque es una vergüenza que teniendo todos los medios técnicos y humanos les pierda el siniestro libro de estilo. Hacen el informativo «a la catalana» sin que se les caigan los anillos. Para ellos no existen las provincias de Alicante, Valencia y Castellón. Sólo las comarcas del norte, las comarcas centrales y las comarcas del sur. Asombra ver las caras de los presentadores y redactores aparentando que se creen lo que dicen.

No es lo mismo hacer tele que jugar a hacer tele. Como no es lo mismo hacer política que jugar a hacer política. Pero dónde van estos valencianos, con ese 3% de audiencia, emulando a los catalanes con su 15%. Más les valdría fijarse en la televisión autonómica vasca, cuyo segundo canal, la ETB2, en castellano, supera sin problemas el 10% y sí es un modelo de vertebración.

El poderío técnico y humano todavía da más rabia cuando lo comparamos con su pariente pobre, con los informativos territoriales de TVE. La desconexión de mediodía, con 12 minutos de duración tasados, inspira ternura. Da pena ver a Inma Canet, a Salva Campos o a quien aparezca. Su fortaleza es inexistente. Como un castillo de naipes, cae al menos contratiempo (el día de la explosión en Madrid no se emitió). No hay desconexión en fines de semana ni en fiestas de guardar. Y no hablemos de Alicante, ausente día sí día también. Mientras tanto, en la autonómica, atan perros con longaniza. Desde ese «territori» que se han inventado. Desde su limbo.