La mujer mejor cantada y musa de Miguel Hernández, poeta universal, falleció en Elx el 18 de febrero de 1987 después de una larga enfermedad. En 1984 recibió un hachazo invisible con la muerte de su segundo hijo, el primero con diez meses en 1938. Su Manuel Miguel, el Manolillo de las Nanas de la cebolla falleció en Elx inesperadamente; fue sepultado en el mismo nicho que su padre, el 1009 del cementerio de Alacant. Desde ese día Josefina Manresa ya no fue la misma. Nos costaba mucho conseguir que olvidara esa gran pena que atraviesa a las madres por la pérdida de un hijo. Josefina tuvo una vida muy dura, hija de un guardia civil asesinado en 1936, esposa de un comunista republicano, destinataria de cientos de cartas y poemas del poeta revolucionario que dejaron morir en la cárcel de Alacant; siempre trabajando, cosiendo ropa para particulares, comercios y empresas de confección ilicitanas.

Los que tuvimos la suerte de compartir su amistad, de vivir a su lado, podemos decir que a pesar de tantas desgracias disfrutamos de sus guisos, anécdotas, chistes, cuentos, relatos, memoria, buen humor e ironías y de esa forma de ser tan especial de las gentes de la Vega Baja del Segura. Le apetecía visitar Cox, Orihuela…, y en esos viajes disfruté con ella, de sus familiares y amigos. Fue una mujer valiente durante la dictadura nunca renunció al mensaje comprometido y solidario del legado hernandiano, rechazó los chantajes de los Almarchas e individuos similares del Régimen.

No le apetecía ser conocida y me costaba mucho conseguir que saludara a decenas de personas que querían conocerla, no por ser antipática, pues era muy agradable en la cercanía, más bien por querer pasar desapercibida. Siempre huyó de los actos públicos, se oponía a recibir en su casa a diputados, concejales…, y recuerdo algunas anécdotas. El plantón en la calle a Antonio Valenzuela, presidente de la Diputación de Alicante, y a la primeros concejales oriolanos de la democracia…, y recuerdo una del 5 de diciembre de 1986 cuando le colgó el teléfono a Alfonso Guerra y tuve que llamar al vicepresidente del Gobierno para averiguar los motivos de la llamada: La concesión por el Gobierno de la Banda al Mérito Civil.

En su horizonte siempre estuvo trasladar a un panteón en el mismo cementerio a su marido e hijo, deseos que no compartía con ella pues yo consideraba que era mejor que continuaran en el nicho ampliándolo con la compra del que estaba a su lado. Mi padre hizo gestiones para comprar un sepulcro y se lo comenté al alcalde alicantino, ofreciéndonos Pepe Luis Lassaletta un espacio en la futura rotonda de cuatro tumbas de personas ilustres y efectuamos el cambio a esa placeta a finales de 1986. Ese traslado produjo en Josefina una gran recaída de su salud y los últimos meses de su vida fueron muy dolorosos y durante ese tiempo los familiares y amigos vivimos con ella sus últimas alegrías y penas, dejándonos esta gran mujer una bella huella cariñosa y comprometida. Josefina reposa en el lugar que deseó junto al poeta y su hijo.