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El perfeccionismo excesivo y sus consecuencias en nuestros hijos

Sin embargo, son una minoría los que desarrollan problemas de ansiedad que requieren apoyo psicológico

El perfeccionismo excesivo y sus consecuencias en nuestros hijos

Las demandas que atiendo en mi consulta acerca de problemas de ansiedad en adolescentes ha ido en aumento en los últimos años, principalmente relacionados con el ámbito académico. La entrada al bachillerato es una etapa que se vive por los adolescentes como muy estresante ya que cada examen contribuye a la nota final que obtendrá el alumno, la cual le dará o no acceso a la carrera universitaria que quiera hacer. Sin embargo, son una minoría los que desarrollan problemas de ansiedad que requieren apoyo psicológico. Estos casos suelen ser los adolescentes que presentan ciertos rasgos de personalidad como una alta sensibilidad a la ansiedad, timidez excesiva o perfeccionismo excesivo. Para estos adolescentes, cada examen es vivido como una experiencia altamente estresante y valorado en términos de todo o nada: si no me sale bien este examen, todo mi futuro puede venirse abajo. Esto puede llegar a generar ataques de ansiedad antes y durante los exámenes, somatizaciones como erupciones en la piel, vómitos y mareos e incluso la necesidad de tomar medicación ansiolítica para controlar los nervios. Como digo, desgraciadamente son casos que llegan a mi consulta con cada vez más frecuencia.

Uno de los rasgos que he nombrado antes, el perfeccionismo excesivo, está en la base de muchos de estos casos ya que la ansiedad ante el fracaso no la provoca el miedo a «qué dirán los demás», sino más bien a cómo me sentiré yo por no haber alcanzado mis objetivos. Las personas excesivamente perfeccionistas suelen ponerse objetivos excesivamente altos, a veces inalcanzables, además de poco flexibles. No son capaces de entender que quizás en este examen es inviable sacar un 9 (es muy difícil, he tenido pocos días para estudiar o no es una asignatura que se me dé bien), lo que lleva al adolescente a no llegar al objetivo en la mayoría de las ocasiones y a experimentar fracaso y desesperanza, e incluso lleva a abandonar o a evitar afrontar lo académico. «Total, ya va a ser imposible conseguir la nota que quiero». Por tanto, el perfeccionismo excesivo plantea la siguiente paradoja: me esfuerzo tanto en hacerlo todo perfecto, que empiezo a hacer las cosas bastante peor de lo que podría haberlas hecho.

Imaginemos el caso de un adolescente con rasgos perfeccionistas disfuncionales que tiene un examen importante de Historia. Sus metas súper exigentes le hacen plantearse que debe sacar muy buena nota en este examen («menos de un 8 sería un fracaso»). Durante el transcurso del estudio, su cabeza se desvía del material constantemente, pensando qué pasaría si saca mala nota y las consecuencias que conllevaría, lo que generará una alta ansiedad por la que tendrá que detener su estudio hasta relajarse. Comprobar que no se sabe todo «de pe a pa» le hará tener la percepción de que no va a salirle bien el examen y por tanto experimentará alta ansiedad que incluso le puede hacer abandonar el estudio para así evitar la ansiedad. Todo este proceso de ansiedad y evitación hará que efectivamente el examen no solo no le salga perfecto, sino que además su nota será todavía más baja, lo que le generará una mayor ansiedad y una mayor desconfianza en próximos exámenes, generando un círculo vicioso con consecuencias altamente negativas para el joven.

Por suerte, existen diferentes estrategias psicológicas que pueden ayudar a los pacientes que sufren estos problemas a definir unas metas más realistas y a pensar en términos más equilibrados y no tan extremos. Pero también la labor que tenemos como padres en este sentido es esencial. Los estilos de crianza tienen mucho que ver con el desarrollo de rasgos perfeccionistas en la primera infancia, rasgos que suelen perdurar hasta la adolescencia y la adultez. Por eso, es importante fomentar en nuestros hijos un perfeccionismo en positivo, es decir, la voluntad de querer hacer las cosas lo mejor posible. Sin embargo, no debemos fomentar como padres esa relación de «yo valgo en función de las notas que saque». Valoremos el proceso más que el resultado y eduquemos en el error como parte inherente de la vida. Enseñemos a nuestros pequeños que ser perfeccionista no significa hacerlo todo perfecto, sino esforzarme por hacer las cosas lo mejor posible y saber afrontar cuando no lo consigo.

Canal de telegram donde voy colgando cosas para padres: JONATAN MOLINA – PARA MADRES & PADRES. También dudas y cuestiones en: Twitter: @jonatan_mt Facebook: Jonatan Molina – Psicólogo Instagram: joniii91

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