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"La tierra de los fracasados”, de la gallega Alicia Louzao, Mejor Poema del Mundo

Alicia Louzao, autora del 'Mejor Poema del Mundo'

“Las madres arden/y los profetas caen por el peso del mundo. /Ya había sucedido hace muchos años pero nadie se acuerda./De las cosas tristes nadie se acuerda...”. Así arranca 'La tierra de los fracasados', el 'Mejor Poema del Mundo' según el jurado del VIII Premio de Poesía Jovellanos que convoca Ediciones Nobel con motivo del Día de Mundial de la Poesía, al que concurrieron 2.669 poemas en 19 idiomas procedentes de 52 países.

Su autora, Alicia Louzao (Ferrol, 1987), apenas consiguió dormir una hora desde que le comunicaron el premio. “Saber que la gente te ha leído y que les has gustado te colma hasta las puntas de los dedos, te llega hasta la raíz de los cabellos. Es una sensación de sentirse colmado hasta el infinito, que solo pasa cuando escribes sin esperar nada”, afirma esta doctora en Filología Hispánica y licenciada en Filología Inglesa.

Asegura que este reconocimiento da sentido a todo lo que ha hecho desde que, con 13 años, decidió estudiar el Bachillerato de Humanidades para dedicarse plenamente a la literatura, una pasión que la acompaña desde niña. “Vengo de una familia muy lectora. La casa de mis padres tiene tres habitaciones llenas de libros y la casa de mis abuelos maternos, de Vilatuxe (Lalín), donde yo pasaba mis vacaciones de niña, eran también grandes lectores”, recuerda.

Para ella, la poesía es como una parte más de su ser. “Es algo que tienes contigo, de la que apenas te das cuenta”, afirma Louzao, que recuerda que la poesía está presente en todas las partes. “La estamos consumiendo constantemente, aunque no nos percates de ello. Cuando escuchamos una canción de Rosalía o de Don Omar, por ejemplo”, dice.

De 'La tierra de los fracasados', el jurado valoró sus “versículos de aliento bíblico y alucinatorio con imágenes muy impactantes y una originalísima mezcla entre elementos oníricos y cierto prosaísmo costumbrista” de este poema que, según su autora, habla de la fuga de talentos.

Ella misma pertenece a esa tierra de los fracasados, ya que tuvo que marcharse de su Ferrol natal por falta de oportunidades, afirma. Lleva desde los 23 años fuera de Galicia y, desde entonces, ha pasado por Londres, Salamanca y ahora Madrid, donde lleva ocho años. Ayer, leyó su poema por megafonía en el IB Cañada Real, del municipio madrileño de Galapagar, donde imparte Literatura desde hace dos años.

Sin embargo, no es la única lectura de 'La tierra de los fracasados', cuyos versos también tienen algo de premonitorios. “Mis amigos me dicen que tengo algo de meiga porque lo escribí antes del confinamiento, y es verdad que ahora que lo he releído me he dado cuenta de que tiene un tono profético que lo hace aún más mágico”. afirma.

Louzao ha publicado dos poemarios, 'Manual para la comprensión del insomnio' y 'El circo volador', y está a punto de sacar el tercero, 'Las niñas que no queríamos ir a la escuela'. También tiene una novela corta, inédita, 'Destrucción de la ciudad invisible'. Trabaja, además, en un poemario en gallego. “Aunque suelo escribir en castellano, he retomado la escritura en gallego. Me gustaría que este premio sirviese para que alguien se fijase en mi trabajo y poder publicar también en gallego”. afirma Louzao, ganadora de dos ediciones del certamen de poesía Dictum Factum de Vigo que convocan la revista del mismo nombre y Ediciones Calpvrnia.

'La tierra de los fracasados' se editará en un libro junto a los otros 30 finalistas seleccionados por el jurado del VIII Premio de Poesía Jovellanos, dotado con 2.000 euros.

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Las madres arden

y los profetas caen por el peso del mundo.

Ya había sucedido hace muchos años pero nadie se acuerda.

De las cosas tristes nadie se acuerda. Las dejamos colgando de los árboles y las barremos con escobas y les echamos lejía y veneno para cucarachas.

Sin saber que los que no hablan serán los que conquisten el mundo.

Había sucedido hace muchos años.

Y cada jueves o viernes por la noche.

Cuando girabas la cabeza para ver que todo lo que respiraba se había ido para siempre. Que lo que agarrabas con las manos se había ido para siempre.

En la tierra de los fracasados los hermanos son altivos y se están quedando calvos.

Aman a sus mujeres porque es lo único que tienen. Aunque ellas sean de cartulina oscura y tengan poco que decir.

Las madres arden.

Los padres buscan barriles con los que rodar por el suelo.

Y los profetas caen por el peso del mundo.

Ya había sucedido hace muchos años pero nadie se acuerda.

Ya había sucedido en enero cuando se acababa el invierno de la maleta y en la mesa no estaban los ojos que sabían mirarte. Que sabían lo que escondes porque sabían mirarte.

Como un águila sabe mirar a una piedra.

Como un águila sabe que una piedra no le alimenta. Pero tampoco le hace daño. Tampoco la va a atacar. La dejará volar triste mientras busca algo que realmente se mueva.

Puede que eso fuera nuestro apocalipsis.

Imagino que esto ya había sucedido hace tiempo. Me lo soplaron en el oído con un rumor de cartas aceitosas y cabello ensortijado. Lo supe de inmediato. Los paseos solitarios, las flores en la carretera, el dolor en los labios y en los dientes que muerden los labios.

Los paseos solitarios.

La falta de una voz que preparaba macarrones y preparaba lentejas y el apocalipsis que vino a la cueva donde tú sabías mirarme como el águila sabe mirar a una piedra. Que sabe que no le va a hacer daño. La mueve con el pico o la golpea con las alas para que se vaya caminando hacia el abismo.

Ya había sucedido hace muchos años.

Los hermanos en su armario de juguetes siendo mayores y siendo diabéticos y siendo estúpidos como un sombrero de paja en un espantapájaros al sol. Las madres que arden. Los padres en los barriles y las flores en las carreteras.

Y el paseo solitario en la tierra de los fracasados.

Donde siempre huele a mar y a pescado y a sal. Donde los abuelos se apoyan en las barandillas contando los barcos pesqueros clavados en el agua como un pensamiento y una enfermedad. Los hermanos creciendo dentro de los armarios.

Las calles desiertas.

Lo de siempre.

Y los chicos que prometen una ola pasajera y se suben a una cama y dan saltos hasta por fin desaparecer del mapa con su gato con sus ojos con su pelo en la espalda con su camisa abrochada

con sus miserias.

La tierra de los fracasados tiene mucho que opinar sobre el apocalipsis y sobre la Historia que Estamos Viviendo. Porque los paseos solitarios comenzaron hace años y los cristales rotos en las tiendas y los que no tienen dónde ir.

Esto ya había sucedido hace tiempo. Pero nadie se acuerda de que es el pan nuestro de cada día.

Los profetas caen con todo el peso del mundo.

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