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TEATRO CRÍTICA

Dimensión simbólica

Fachada del teatro Principal de Alicante

La casa de Bernarda Alba

Teatro Principal de Alicante

El interés intemporal de la obra ha propiciado diversas adaptaciones, incluso muy libres, y creaciones en paralelo a la creación original. Teatrales y cinematográficas. Es el «drama de mujeres en los pueblos de España», de García Lorca. «Un documental fotográfico», si bien el costumbrismo, la poetización del lenguaje cotidiano y la dimensión simbólica se adentran en el realismo poético. El nuevo estreno de La casa de Bernarda Alba (1945) sitúa el foco de atención en ver la puesta en escena y en las actrices. Ambientación hostil y entresijos que interesan relativamente. El ritmo lento, la apatía y la tensión que subyace se palpan con la fuerza verbal de Lorca, que se mantiene en la versión dirigida por José Carlos Plaza. La libertad y la opresión que pretende perpetuar los privilegios de clase. La viuda (por segunda vez) y autoritaria Bernarda, las hijas, la abuela loca con aire grotesco de novia de carnaval como un anhelo de ser libre, y la criada.

Respectivamente, Consuelo Trujillo con fría rigidez, Ana Fernández, Marina Salas (la más joven), Zaira Montes, Ruth Gabriel, Montse Peidro, Luisa Gavasa y Rosario Pardo, que destaca por la humanización que imprime. Todas solventan las dificultades. La madre, clasista e hipócrita, decreta luto de ocho años sin salir del encierro. Y la virginidad, valor supremo de la mujer soltera a la antigua usanza. La Poncia es la criada, nombre que se relaciona con Poncio Pilato, aquel gobernador que se lava las manos ante Cristo. La frustración conduce al suicidio juvenil de Adela. Pepe el Romano está ausente. Ernesto Caballero escribió una pieza que acoge el exterior de la casa, que vimos también en el Principal hace dos décadas. Una película, «Bernarda», presenta a cinco mujeres encerradas en una fábrica, obligadas a ejercer la prostitución. El influjo de Lorca siempre da juego. Personalmente, preferiría un grado de intemporalidad explícito y una protagonista más de nuestro tiempo sin dejar de ser lo que es. «Adela», de Roselle Murillo, acoge una fabulación sobre ese amor imposible.

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