Aural es la única presencia alicantina entre las 70 galerías de arte que participan en la Feria Estampa, que, tras el marco virtual ofrecido hace unas semanas por ARCO, se clausura hoy en Madrid como el primer gran encuentro de arte contemporáneo presencial que se celebra desde el inicio de la pandemia.
La galería de la alicantina Begoña M. Deltell, con sede también en Madrid desde hace dos años, presenta una poderosa propuesta del polifacético diseñador y artista italiano de raíces futuristas Bruno Munari (Milán, 1907-1998), con cuya obra trabaja desde hace cuatro años. «Hicimos la primera exposición en España en Alicante y de forma simultánea en Madrid, poco antes del confinamiento», indica la galerista, que celebra la vuelta a la normalidad presencial de la feria, donde presenta el solo project de Munari con una treintena de piezas, algunas procedentes de aquella exposición y otras nuevas.
Entre ellas, no falta la icónica lámpara Falkland, creada en 1964 tras su visita a una fábrica de géneros de punto, ejemplos de sus estructuras en tensión mediante hilos, de sus collages o sus Machina inutile, relegadas a «juguetes» en sus inicios a diferencia de los móviles de Calder, como lamentaba el artista. «Munari necesitaría mil exposiciones para mostrar su obra en toda su extensión», apunta Deltell, contenta por el premio del Museo del Grabado Español a Concha Jerez por su proyecto en Alicante, recibido el sábado en Estampa.
A Estampa también acude por primera vez la artista alicantina Luisa Pastor, a través de la galería gallega Nordés, con su proyecto Cesa de (no) escribirse, realizado con la beca de la Fundación BilbaoArte, concedida en 2020.
Trabajadora incombustible del papel en todas sus formas y atraída por los libros de contabilidad antiguos, que convierte en piezas tocadas por la poesía y arte, Pastor reflexiona aquí sobre «el vacío que producen los espacios ausentes de escritura en las hojas de los cuadernos contables», una metáfora que «desarticula la lógica económica» y que incluye una carga crítica al sistema capitalista, aunque aclara que su mensaje siempre es «más poético que político».
Ella lo materializa en esta ocasión cortando los espacios de significación de las hojas de registro, dejando huecas las casillas donde escribir los ingresos y gastos y vaciándolos así de contenido, para que el espectador se asome al abismo que deja la grieta del lenguaje.
Este proceso, que pensó inicialmente hacer con una cortadora láser, lo ha hecho a mano con un bisturí quirúrgico –literalmente– en varias piezas pequeñas y una de gran tamaño, que mide 1,80 de alto y 3,20 metros de largo.
