Los miedos son una manifestación normal en el desarrollo evolutivo de los niños. Cuando somos muy pequeños, tenemos miedo a los extraños y a separarnos de nuestros padres. Más tarde, aparecen los temores a lo sobrenatural (los monstruos, los fantasmas, etc.), luego a la oscuridad o a estímulos concretos y más tarde a situaciones sociales como hablar en público o participar en una reunión.

Esta gama de situaciones a las que vamos teniendo miedo durante la infancia son normales, incluso muchas de ellas vienen «grabadas» en nuestro ADN. La emoción del miedo nos ayuda a detectar situaciones peligrosas para nuestra supervivencia, permitiéndonos alejarnos del peligro y sobrevivir. Imaginemos a nuestros antepasados neandertales que vivían en cuevas. Cuando llegaba la noche, los peligros aumentaban porque no eran capaces de visualizar a los depredadores o a los enemigos que les acechaban. Es por eso que la oscuridad, con el paso de los años, se convirtió en un elemento que «da miedo» y que forma parte de nuestra naturaleza como especie.

Sin embargo, algunos niños experimentan miedos muy intensos, con demasiada frecuencia o ante una amplia gama de situaciones que le generen un malestar significativo y les limitan en su día a día. El temor a situaciones como la oscuridad, los animales grandes, las inyecciones, estar solos en casa o alejarse de sus padres les resta autonomía, les genera dependencia y un patrón de comportamiento de evitar las dificultades que luego puede generalizarse a otros contextos conforme el niño vaya creciendo. Estos casos son los que de alguna manera se desvían de lo esperable y por tanto necesitan de la intervención de un psicólogo para poder afrontar estos miedos, gestionar sus emociones y seguir adelante.

¿Cómo ayudar como padres a nuestros hijos a superar sus miedos? Aquí os dejo algunas recomendaciones:

1. Habla con tu hijo acerca de sus miedos. En ocasiones los niños desarrollan miedos de los que no son capaces de explicar el porqué. En este sentido, es importante elegir un momento relajado para preguntar a nuestro hijo qué es lo que le produce miedo de aquello que teme. Por ejemplo, si un niño teme estar en la oscuridad se le puede preguntar: «¿Qué hace que la oscuridad te asuste? ¿Alguna vez te ha pasado algo en la oscuridad? ¿En qué sitios te da miedo la oscuridad y en qué sitios no?». Esto nos ayudará a entender mejor a nuestro hijo y si le transmitimos comprensión y que nos importa su situación será un buen primer paso para superar los miedos.

2. ¿Qué cosas podría hacer si superara mi miedo? Con esta pregunta, incidimos en la motivación del niño para intentar afrontar las situaciones que teme. El hecho de poder ir al campo de un amigo que tiene un perro grande puede ser un motivo muy poderoso para que el niño quiera superar su miedo a los perros o ir de campamento de final de curso para un niño que tiene miedo a dormir solo.

3. Avanzar poco a poco. Los miedos en ocasiones llevan tiempo activos y por tanto se debe trabajar de forma progresiva para superarlos. Es bueno trabajar de manera conjunta entre los padres y el niño para pactar un plan en el que se vayan dando pequeños pasos para superar el miedo. En el caso del niño con miedo a la oscuridad, se puede acordar que durante unos días se irá reduciendo poco a poco la luminosidad de la habitación, primero con una bombilla en la habitación, luego con la luz del pasillo y finalmente sin luz.

4. ¡Ánimo y paciencia! Las mejoras rara vez son constantes. Conseguir un cambio lleva tiempo así que refuerza cualquier pequeño progreso de tu hijo, sé constante y transmítele tu orgullo por el esfuerzo que está haciendo, independientemente del resultado.

No olvidéis que la fobia infantil es un trastorno psicológico muy común y con muy buen pronóstico si se interviene de manera precoz con la ayuda de un profesional. A veces, normalizar una situación de temores intensos en el niño o esperar a ver si se le pasa puede prolongar de manera innecesaria el sufrimiento del niño e incluso llegar a cronificarse. Recordad la importancia de cuidar no solo la salud física de nuestros hijos, sino también su salud mental.

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