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Marina Abramovic, la artista absoluta del cuerpo sin límites

Considerada la pionera de la performance, la creadora serbia fue galardonada ayer con el Premio Princesa de Asturias de las Artes por su trayectoria y su valentía al afrontar su trabajo

La artista Marina Abramovic durante su estancia en Alicante en 1998 cuando expuso en la Lonja. | CARRATALÁ

Se ha mutilado el cuerpo, se ha desnudado, se ha quedado quieta mientras una persona le apuntaba con una pistola cargada y se ha sentado cientos de horas a mirar desconocidos. La artista Marina Abramovic (Belgrado, 1946) lleva medio siglo explorando los límites de la performance, y con ello se ha convertido en un artista de referencia y, de paso, en una estrella mediática. Abramovic, que fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2021 por la «valentía con la que se entrega al arte absoluto», según el jurado, lleva medio siglo experimentando con el cuerpo, la mente y reflexionando sobre su relación con el público.

Abramovic, en una performance sobre Maria Callas en 2020 en Munich. | E. P.

Su obra la ha convertido en una estrella para el gran público, una categoría pocas veces reservada para una artista contemporánea, menos aún, siendo mujer. Aunque ella asegura que serlo nunca ha sido un obstáculo porque «el arte no tiene sexo, puede ser bueno o malo, nada más».

Antaño le gustaba referirse a sí misma como «la abuela del arte de la performance», y desde luego fue una de las pioneras de este género por derecho, pero recientemente reconoció que el apelativo ya no le gustaba: «Lo dije cuando era joven, ahora soy mayor». Prefiere ahora la palabra «guerrera», y su capacidad para reinventarse con el paso del tiempo hace honor a ella.

Sus inicios fueron más que modestos, creció en Belgrado (hoy Serbia) y su infancia no fue fácil. Sus padres fueron guerrilleros yugoslavos comunistas y sus abuelos religiosos. La combinación resultó explosiva para esta joven yugoslava que fue a la Academia de Bellas Artes y que reconoce que al principio quisieron encerrarla por loca. En una de sus primeras representaciones, en 1974 en una galería de Belgrado, colocó un centenar de cosas en una mesa e invitó al público a usarlas con ella. Había plumas y rosas, pero también una pistola con balas y un cuchillo. Seis horas después se marchó del lugar ensangrentada y hecha un mar de lágrimas. Al principio la gente fue amable, luego ya no tanto. Eso era justo lo que buscaba Abramovic, que ha explorado de manera incansable la relación con el público y lo sigue haciendo hoy en día, a sus 75 años.

Este tipo de trabajos le granjearía un lugar en la historia como pionera del género y cierta fama en los reducidos círculos del arte contemporáneo. Años después llegarían los trabajos con Ulay, su entonces pareja, con los que exploró el ego y la identidad. De aquella época queda la performance de su separación, The Lovers (1988). Ambos caminaron a su encuentro desde dos puntos de la Gran Muralla alejados por 2.500 km, anduvieron durante meses y se encontraron en el medio para decirse adiós. No hay límite entre la vida y el arte para Abramovic y ahí reside gran parte de su éxito.

En 2010 ofreció en el MoMA la performance The artis is present . Se sentó ocho horas al día durante tres meses ante el público: la gente hacía colas para sentarse frente a ella y mirarle a los ojos.

La artista ha alcanzado el estrellato y ejerce como tal: se viste con ropa de alta costura, se codea con grandes estrellas del pop como Jay Z y Lady Gaga y protagoniza portadas de Vogue. «He sido criticada por mi generación y no hay nada más trágico que los artistas de los 70 que siguen haciendo arte de los 70 (…) Me encanta la moda. ¿Quién dice que si tienes lápiz labial rojo y esmalte de uñas no eres un buen artista?», dijo hace unos años a The Guardian.

Algunos la consideran una simple provocadora, otros una de las mejores artistas de su generación. Lo que está claro es que ella ya ocupa un lugar en los libros de historia de arte por derecho propio.

Exposición en Alicante en 1998: Un acontecimiento único

En junio de 1998, Marina Abramovic aterrizaba en Alicante. La pionera de la performance llegaba tras ganar la Bienal de Venecia y presentaba en la Lonja El Puente, entonces la mayor retrospectiva realizada sobre su obra, de la mano del Consorcio de Museos y Pablo Rico. Alicante vivía una de sus mejores épocas como referente del arte contemporáneo y los vídeos de esta artista comiendo cebolla o tirándose del pelo fueron un auténtico shock. Y también un auténtico lujo. «El artista es el oxígeno de la sociedad», decía en una entrevista en INFORMACIÓN. En esos años irrepetibles pasaron por Alicante Yoko Ono o Eva Lootz, auténticos referentes del arte contemporáneo.

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