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El ruido de las fiestas acaba con los gorriones

Investigadores de Alicante y València comprueban que pólvora, mascletaes y petardos por festejos en primavera afectan a la reproducción de las aves urbanas

Germán Manuel López Iborra, investigador de la Universidad de Alicante, durante el trabajo de campo. | INFORMACIÓN

El gorrión ha entrado a formar parte del libro rojo de la fauna amenazada en países como Inglaterra, y en áreas como la Comunidad Valenciana investigadores de las universidades de Alicante y València demuestran que a este declive entre las aves urbanas más comunes, contribuye de forma exponencial el exceso de ruido que provocan en primavera fiestas como las de Moros y Cristianos, las Hogueras o cualquier otra celebración en la que se lanza pólvora, mascletaes o petardos.

«El trabajo de campo lo hemos llevado a cabo en localidades del interior, cercanas entre sí, que celebran la fiestas de Moros y Cristianos, pero los efectos están ligados al impacto del ruido que altera todo el comportamiento reproductor de estas aves, y sin duda cualquier otro tipo de fiestas con este mismo componente, como las Hogueras o una boda en la que se lancen petardos, les afecta igual», certifica el profesor del departamento de Ecología de la Universidad de Alicante, Germán Manuel López Iborra.

De la misma forma subraya que el efecto negativo de este estruendoso ruido urbano tampoco se limita a los gorriones. «Esta ave es nuestro indicador, en el que se pueden ver reflejadas las especies urbanas en su conjunto», añade el científico. Vencejos, aviones -especie de golondrina- mirlos y verdecillos que anidan en los parques «seguro que se ven igualmente afectados».

La específica característica de los gorrines radica en que al ser tan comunes seguimos viéndolos con facilidad, «pero la percepción de su abundancia es engañosa», alerta el investigador de Alicante. Junto a Edgar Bernat-Ponce y José Antonio Gil-Delgado, ambos del Instituto Cavanilles de Biología y Biodiversidad de la Universitat de València, detallan que el estrés que produce el ruido de las fiestas sobre los gorriones es de tal calibre que «dejan de incubar los huevos y de dar de comer a los pollos», e incluso estos últimos se llegan a caer de los nidos.

Acostumbrados a la rutina de la incubación y el aporte de alimento, el excesivo ruido festero «les altera» sobremanera. El estudio lo iniciaron el año 2019, y en 2020, en plena pandemia por el covid, han confirmado los resultados. La población de gorriones en las localidades donde se han suspendido las fiestas se ha igualado con las del resto. Ha mejorado el éxito reproductor de las aves durante este paréntesis, sin pólvora.

El gorrión ha entrado a formar parte del libro rojo de la fauna amenazada en países como Inglaterra, y en áreas como la Comunidad Valenciana investigadores de las universidades de Alicante y València demuestran que a este declive entre las aves urbanas más comunes, contribuye de forma exponencial el exceso de ruido que provocan en primavera fiestas como las de Moros y Cristianos, las Hogueras o cualquier otra celebración en la que se lanza pólvora, mascletaes o petardos.

«El trabajo de campo lo hemos llevado a cabo en localidades del interior, cercanas entre sí, que celebran la fiestas de Moros y Cristianos, pero los efectos están ligados al impacto del ruido que altera todo el comportamiento reproductor de estas aves, y sin duda cualquier otro tipo de fiestas con este mismo componente, como las Hogueras o una boda en la que se lancen petardos, les afecta igual», certifica el profesor del departamento de Ecología de la Universidad de Alicante, Germán Manuel López Iborra.

El ruido de las fiestas acaba con los gorriones

De la misma forma subraya que el efecto negativo de este estruendoso ruido urbano tampoco se limita a los gorriones. «Esta ave es nuestro indicador, en el que se pueden ver reflejadas las especies urbanas en su conjunto», añade el científico. Vencejos, aviones -especie de golondrina- mirlos y verdecillos que anidan en los parques «seguro que se ven igualmente afectados».

La específica característica de los gorrines radica en que al ser tan comunes seguimos viéndolos con facilidad, «pero la percepción de su abundancia es engañosa», alerta el investigador de Alicante. Junto a Edgar Bernat-Ponce y José Antonio Gil-Delgado, ambos del Instituto Cavanilles de Biología y Biodiversidad de la Universitat de València, detallan que el estrés que produce el ruido de las fiestas sobre los gorriones es de tal calibre que «dejan de incubar los huevos y de dar de comer a los pollos», e incluso estos últimos se llegan a caer de los nidos.

Acostumbrados a la rutina de la incubación y el aporte de alimento, el excesivo ruido festero «les altera» sobremanera. El estudio lo iniciaron el año 2019, y en 2020, en plena pandemia por el covid, han confirmado los resultados. La población de gorriones en las localidades donde se han suspendido las fiestas se ha igualado con las del resto. Ha mejorado el éxito reproductor de las aves durante este paréntesis, sin pólvora.

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