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ADDA Simfònica cierra latemporada con un homenaje a Falla

Josep Vicent dirige también obras del mexicano Arturo Márquez y el argentino Ástor Piazolla

Astor Piazzola

Arturo Márquez

(Álamos, Sonora,1950)

Danzón número 2

El 5 de marzo de 1994, en los meses del levantamiento zapatista, se estrenó en el Centro Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), esta obra compuesta por encargo de la la Dirección de Actividades Musicales de la citada universidad. Fue la Orquesta Filarmónica del propio centro académico, la OFUNAM, quien la ejecutó por primera vez bajo la dirección de Francisco Savin.

La obra, dedicada por el autor a su hija Lily Márquez, se originó en 1993 durante un viaje del compositor a Malinalco con el pintor Andrés Fonseca y la bailarina Irene Martínez, ambos expertos en danzas de salón. Márquez visitó con ellos Veracruz, en donde el baile del danzón es muy popular. El danzón tradicional es un viejo baile de salón de Cuba que se difundió en Veracruz y en la Colonia Obrera de la ciudad de México en la década de 1950. La intención de Márquez fue captar la conjunción tanto del ritmo musical como la del baile que lo acompaña. Para el compositor supu so una renovación de su propio lenguaje musical -Márquez estudió en el Conservatorio e Instituto de Bellas Artes de México, en París con Jacques Castérède, y en el Instituto de Artes de California- y el Danzón número 2 se ha convertido en una de las piezas más ejecutadas de la música clásica del último cuarto de siglo.

ADDA Simfònica cierra latemporada con un homenaje a Falla

Ástor Piazzola

(Mar de Plata, 1921-Buenos Aires, 1992)

Aconcagua, concierto para bandoneón y orquesta

El bandoneista y compositor argentino Ástor Pantaleón Piazzolla está considerado uno de los autores de tango más importantes del mundo. Estudió con el gran maestro argentino Ginastera y con Nadia Boulanger en París los años 1954-55, cuando la gran profesora le invitó a centrarse en la música de su país, y especialmente en el tango. Piazzolla, que vivió largo años con su familia en Estados Unidos, conoció y trabajó con Carlos Gardel, quien le ofreció infructuosamente incorporarse a su grupo en la gira en que, por un accidente de aviación, encontrarían Gardel y su grupo la muerte.

En 1978 Piazzolla retornó a la composición de obras sinfónicas y música de cámara. Son los años en que emprende una gira con la cantante italiana Milva, recientemente fallecida, por París, Viena, Berlín y los Países Bajos con composiciones para bandoneón, orquesta y percusión. En 1982 compone Le Grand Tango para chelo y piano, dedicado al maestro Rostropovich. Un año después, en 1983, surge Aconcagua, concebida originalmente para bandoneón, orquesta de cuerda, arpa y piano. El nombre de esta obra fue otorgado por un productor italiano con el que Piazzolla estuvo vinculado.

La composición, que consta de tres movimientos, a la manera de los conciertos tradicionales, retoma la melodía de un tango que había compuesto anteriormente, El Flaco Aroldi, melodía que el autor orquesta de manera poderosa. Fue grabada por primera vez en 1983 en el mítico Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires.

Manuel de Falla

(Cádiz, 1876-Alta Gracia, Argentina, 1946)

El Amor Brujo, suite de orquesta según el ballet, con mezzo-soprano

Falla, que había vivido en París entre 1907 y 1914 y frecuentado a sus amigos Debussy, Dukas, Ravel y Albeniz, regresa a España huyendo de la I Guerra Mundial y se asienta primero en Madrid y luego, desde 1920, en Granada, donde buscaba tiempo y silencio. Son los años de su estrecha amistad con el matrimonio de dramaturgos Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga, con quienes colaboró en proyectos como las pantomimas El amor brujo y El corregidor y la molinera, y el ballet El sombrero de tres picos. También son los años de su estrecha amistad con Federico García Lorca, y la mutua admiración entre los dos, el músico y el poeta. El asesinato de Lorca por los falangistas en Granada sería una de las razones por las que se exilió en Argentina y dijo que no regresaría a España: «Volveré cuando todos los españoles se pongan de acuerdo», declaró entonces.

El amor brujo fue concebida como una «gitanería musical» y escrita entre diciembre de 1914 y abril de 1915 a petición y para Pastora Imperio, una de las grandes bailaoras de flamenco de la época. El libreto del ballet era de Martínez Sierra y Falla intercaló tres canciones en medio de la acción. Fue estrenada en Madrid el 15 de abril de 1915 en el Teatro Lara y en 1928 la interpretó en París la danzarina de flamenco «la Argentinita».

Bartolomé Pérez Casas dirigió en 1916, con la Orquesta Filarmónica de Madrid, la primera versión sinfónica de la obra. La Danza ritual del fuego se convirtió en la pieza más celebre de las trece que integran la suite. Luis Campodonico escribió que «Nada más español que El amor brujo pero al mismo tiempo nada más universal», describiendo así «la expresión a la vez realista y trascendente del más puro canto gitano andaluz, que parece profundizar y magnificar el ambiente fantástico del tema», los amores de la gitana Candelas y el joven Carmelo. La Canción de amor dolido y la célebre Canción del fuego fatuo, ambas para voz de mezzo-soprano, serán interpretadas por la cantaora Ginesa Ortega.

El Sombrero de Tres Picos, Danza final, Jota, de la suite para orquesta número 2

Durante su estancia en París Falla asistió al estreno de La consagración de la primavera, de Stravinsky, por los Ballets Rusos. Su director, Diaghilev, le propuso llevar a la escena las Noches en los jardines de España, pero el compositor gaditano rehusó. Se puso a trabajar en una obra de Pedro de Alarcón, El corregidor y la molinera, para el que su amigo Martínez Sierra sacó un mimodrama que se estrenó en Madrid en el Teatro Eslava el 7 de abril de 1917 bajo la dirección de Joaquín Turina. Pero como Diaghilev le seguía presionando, Falla, aumentando la partitura con temas populares después de un recorrido por tierras de Andalucía, le ofreció el tema original de Alarcón, El sombrero de tres picos, que fue estrenado por los Ballets Rusos en Londres, en el Teatro Alhambra, el 22 de julio de 1922, con Ernest Ansermet al frente de la orquesta, la coreografía de Leónidas Massine, los decorados y trajes de un joven Pablo Picasso, y la Karsavina y el propio Massine en los papeles principales: el viejo corregidor con su sombrero de tres picos y la bella molinera. La jota, la Danza final de la segunda suite para orquesta de esta obra, es una partitura de un virtuosismo trepidante donde la orquestación se hace más resplandeciente. Un brillante colofón a este homenaje al más universal de los compositores españoles, con que se cierra el curso décimo del ciclo de conciertos sinfónicos desde que se inauguró el ADDA.

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