Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

SORBOS DE FONDILLÓN

Sainz de Robles

Sainz de Robles

Gerardo Sánchez, mi querido suegro, maestro de doma y equitación, me contó que cuando era niño la travesura preferida era salir al paso del carro y, después de comprobar que el carretero venía dormido, coger del bocado al caballo y suavemente darle la vuelta para enfilarlo en dirección contraria. El instinto de los animales para volver a su sitio sin necesidad de conductor lo he vuelto a encontrar leyendo a Federico Carlos Sainz de Robles y Correa (Madrid 1898-1982), novelista, ensayista y dramaturgo español. Dirigió la editorial Aguilar y el Teatro Nacional. Siempre se consideró un liberal, pero su hijo, el político de la transición Sainz de Robles y Rodríguez, le corrigió diciendo que más que liberal era un hombre libre.

En su novela «Escorial, vida y transfiguración» (1963) demuestra que había leído y hecho suyas las palabras que Gabriel Miró le dedica a nuestro vino en la novela «Nuestro Padre San Daniel» (1921). El personaje que nos interesa es el Padre Patricio, un fraile lego del Escorial al que la vocación le llegó una vez que venía de Aranda conduciendo un carretón cargado de pellejos de vino y arrastrado por cuatro machos en reata. No se sabe si por el calor del camino, la luz cegadora de la tarde o por que había empinado el codo, le pareció ver en el horizonte una cruz, un cáliz o el disco albo y fino de la Hostia Santa. Se echó a llorar e hincó las rodillas en el suelo y se puso a rezar mientras los machos y el carro se alejaban y seguían su camino solitarios. Tres horas más tarde el carretón, el vino y los jumentos llegaban a la venta sin ningún contratiempo. Su conversión fue inmediata tal y como narra Sainz de Robles:

«Dejó de frecuentar cierta taberna de rumbo y alcuña a la salida de la carretera de Burgos, donde se le daba bien cada tarde el pichel de aloque y la rebanada o zoquete de pan untados en la miel de un Fondillón venerable. Dejó los cortados coloquios con los truchimanes del alto Duero- Burgo de Osma y San Esteban de Gormaz-, de anchos chambergos y capotones albicantes, de barbas auritaheñas que desde la galga del carro solían contarle, muy temerosos las cuquerías de diez leguas a la redonda».

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats