Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Elogio del toreo inspirado

Antonio Ferrera (dos orejas) y Morante de la Puebla (una oreja) firman las dos faenas más personales de la feria - Juan Ortega no tuvo su tarde y escuchó los tres avisos en su primer oponente de un encierro irregular de Luis Algarra

42

Antonio Ferrera y Morante de la Puebla firman las dos faenas más personales de la feria ALEX DOMÍNGUEZ

La tarde de ayer deparó el mejor espectáculo de toda la feria en homenaje al maestro Manzanares, con otra buena entrada. Y eso que la primera mitad del festejo transcurrió con más pena que gloria. Entre la pena, el toro que rompió plaza, que no ofreció demasiadas opciones a Antonio Ferrera. El torero pacense actuó con una cornada abierta sin curar. No quería perderse el homenaje a su amigo y maestro. Saludó una ovación tras porfiar sin demasiado sentido. Siguió la pena con el segundo, devuelto al lastimarse en un volantín, y el que lo sustituyó se mostró demasiado reservón. Quizá el más potable fuera el tercero, pero Juan Ortega, igual por aquello de aportar al homenaje manzanarista, se pasó todo el trasteo probando, como los cocineros, desde el capote hasta la muleta. No acabó nunca de dar el paso con un astado que, sin ser nada del otro jueves, sí tuvo quince arrancadas con posibilidades. Luego se le atragantaron los aceros, y cayeron los tres avisos como tres losas. La poca gloria de esa primera mitad había estado en el recibo capotero de Morante al que se devolvió, primero con una rodilla en tierra y luego con dos verónicas que hicieron rugir al público. Después vino el desarme, el volantín del toro y un trasteo al sobrero del mismo hierro de Luis Algarra que no dijo nada en la muleta del sevillano.

Elogio del toreo inspirado

Pero la segunda parte regaló a los aficionados dos faenas para el recuerdo. La justicia poética quiso que a las manos de Ferrera fuera a parar Tratante, el mejor cuatreño del encierro. Lo recibió el extremeño con arabescos capoteros muy en los aires del llorado mexicano Rodolfo Rodríguez «El Pana», uniendo una larga a una mano con un farol de preparación previo con el capote. Precioso galleo por chicuelinas para llevar al toro al caballo, y otro más para sacarlo (para «quitar» al toro), rematando con media verónica en el centro del ruedo. Tras desmonterarse José Manuel Montoliu y Fernando Sánchez (que repitió en el anterior con Javier Valdeoro) en el mejor tercio de banderillas de la feria, brindó Ferrera a Yeyes Manzanares y puso toda la carne en el asador. Ferrera es un torero maduro, ajado a cornadas y que ha devenido en un diestro que improvisa y viste mucho sus trasteos. Más aires del Pana en algunos cites, y sobre todo la intención de ligar las tandas y alargar las embestidas. Hubo derechazos macizos, incluso desmayados, rematados con un cambio de mano primoroso. Dos tandas de naturales mediada la faena llevaron la obra a su cenit, con el público ya entregado a todo cuanto planteaba el torero. Intentó matar recibiendo desde la larga distancia y lo logró a la segunda, con un espadazo trasero y tendido que hizo doblar a Tratante. Dos orejas y ovación al buen ejemplar.

Elogio del toreo inspirado

Lo de Morante en el quinto es otra historia. Lo de Morante, en general, es otra historia. Es un compendio de ciencia y arte, qué quieren que les diga. Ciencia porque aúna una técnica rica en matices de tauromaquias modernas y antiguas, un valor inaudito para ponerlo todo en práctica y luego, claro, lo adoba con una inspiración y una interpretación artística genial. El quinto de Algarra no parecía gran cosa. Qué bonito iba vestido Morante, en un terno grana y azabache con remates en añil. Y la montera de machos altos, a la antigua usanza. Nada con el capote, sin brindis, y entonces algo ve el sevillano que le dibuja un ramillete de ayudados por alto de muchos quilates, rematado con uno por bajo y el de pecho. El tal Recompuesto no repetía brioso, más bien casi al ralentí mexicano, y Morante, a base de toques y colocación, extrajo seis u ocho derechazos mágicos, soberbios, exquisitos, mecidos... Faltan adjetivos en el diccionario para plasmar tanta armonía, tanta belleza. Los remates de pecho, vaciando la embestida; la cadera cimbreada acompañando el viaje del noble astado; gotas de toreo antiguo por alto rodilla en tierra... La crónica de la faena de Morante solo admite puntos suspensivos. Mató de pinchazo y media arriba y se llevó una oreja más leve petición. Qué más da. Nos había regalado una faena para la memoria...

Juan Ortega se animó con un ramillete de verónicas con empaque al sexto, que se vino abajo en la muleta, manso y huidizo. Silencio. Después de la sinfonía morantista, también era difícil no desentonar ya.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats