El líquido como objeto de arte, como elemento flotante, como medio de expresión y también como símbolo del naufragio existencial, del vacío y del hundimiento de valores. Esas dos líneas definen Mundo líquido / Mundo sólido, la exposición que Gabriel Ortuño (Las Palmas, 1961) inauguró ayer en la Lonja de Alicante.
Un total de 25 cuadros integran la muestra de este canario de padre alicantino influido por las aguas del Atlántico y del Mediterráneo, que se podrá ver hasta el 19 de septiembre. «La conexión con el mar me hace sentir cómodo aquí», dice el artista que tenía «la asignatura pendiente» de exponer en Alicante.
Ortuño, que a lo largo de su trayectoria ha expuesto en Madrid, Berlín, Hannover o Varsovia, entre otras ciudades, lleva varios años trabajando con ese concepto de líquido, «como una metáfora del mundo que vivimos ahora, la disolución de valores, de las estructuras ético-morales», asegura Ortuño. «Desde el punto de visto psicológico me resulta muy interesante hacer esas alegorías y crear esos mundos paralelos en los que trato de contar historias de manera libre».
La exposición, comisariada por Ángeles Alemán, está dividida en dos ejes. En un lado ha colocado piezas realizadas entre 2014 y 2016, y en el otro, entre 2019 y la actualidad. «En la primera etapa yo investigaba las inundaciones o situaciones distópicas con ausencia del individuo, pero en los trabajos realizados en la pandemia hay una integración total de la figura humana».
No obstante, su mensaje se aleja del tremendismo. «Al principio buscaba la luz dentro de la oscuridad, con una tendencia más a los claros y oscuros; en la serie nueva he invertido la luz y el concepto lo narro con una mezcla entre drama y belleza».
Todo ello con la experimentación continua como guía de su trayectoria. A través de la pintura, pero también de la fotografía, el vídeo y la instalación.