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Obituario

Concha López Sarasúa: La escritora sin fronteras

Concha López Sarasúa. | INFORMACIÓN

Muchos no sabrán que dejó su Mieres natal (1932) a los 15 años para ir a estudiar baile español a Madrid. Ni que debutó sobre los escenarios con una gira por España, que estuvo actuando seis meses en París o que tuvo contratos por diferentes países de Europa, las Azores, Madeira, Lisboa y Marruecos. Y es que Concha López Sarasúa nos deja sorpresas hasta después de haberse ido. Fue el martes 29 de junio, dejando un vacío en las letras alicantinas, que era en la faceta en la que se dio a conocer en Alicante tras instalarse en esta ciudad en 1974.

Le tocó lidiar en el mundo del espectáculo en una España rancia, machista y llena de prejuicios. Pero a Concha le gustaban los retos y siempre fue por delante, pese al ambiente reaccionario en el que creció. Precisamente en su libro Cita en París retrataba el oficio de bailarina en la España de la posguerra y en París. En la capital francesa descubrió la libertad y en una actuación en Marruecos, el amor. Allí encontró a Antonio Baidal, un ibense que creció en Argelia y en Rabat. Con él tuvo a sus dos hijos: Juan Miguel y Ana Cristina, sin duda las dos obras de las que ella se sentía más orgullosa.

Tanto le gustaba saltarse las normas que volvió a Mieres para casarse. Entonces solo había un coche en el pueblo: el taxi. Y allí llegó ella con su futuro esposo y un coche americano que convirtió la boda en todo un acontecimiento en el pueblo.

Durante los 20 años siguientes vivió en Marruecos. Ese fue un punto de inflexión en su vida porque empezó a empaparse del mundo árabe y a respetarlo como nadie. Esta etapa le quedó grabada a fuego y posteriormente fue motivo de la mayoría de sus novelas, relatos y cuentos.

Su faceta literaria comenzó a finales de los 70 y deja publicados una docena de libros. Desde su Meriem y la ruta fantástica, con el que recorrió numerosos colegios de la provincia -faceta divulgativa que asumía con auténtica devoción-, hasta su novela Por qué tengo que emigrar, pasando por A vuelo de pájaro sobre Marruecos, La llamada del almuédano (finalista del XXI Premio de Novela Ateneo de Sevilla) y Celanova 42 (seleccionada para el Premio Café Gijón), Concha López Sarasúa hacía literatura muchas de sus experiencias vitales guiada por el respeto y la tolerancia de ida y vuelta. Posiblemente con sus libros haya contribuido a la hermandad con el mundo árabe más que muchas misiones diplomáticas. Superando orillas es el acertado título del ensayo que sobre su obra firma Mohamed Abrighach.

Pequeña de tamaño, pero grande de espíritu; vital, presumida, bromista, rebelde, inconformista, estupenda narradora y, sobre todo, amiga de sus amigos. A la mínima convertía su casa en centro de reuniones y debates. Las conversaciones alrededor del tajín que cocinaba con verdadera pasión y después ante un vaso de té moruno resultaban enriquecedoras y entrañables.

Hace años que Concha ya no podía escribir. Para alguien que amaba tanto las palabras, perderlas poco a poco fue un injusto castigo. Quiero pensar que siguió viajando con la imaginación, sobrevolando una y otra vez la cordillera del Atlas, Rabat, Tánger, su trozo de Mediterráneo y su Mieres que siempre llevaba en el corazón. Al fin y al cabo, para ella nunca hubo fronteras.

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