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LA PLUMA Y EL DIVÁN

A pesar de todo, sonría

A pesar de todo, sonría

Sin duda alguna una de las emociones humanas más a la baja es la risa y el estado que la acompaña, esa sensación de bienestar y placer que indefectiblemente sentimos cuando nos carcajeamos a mandíbula batiente o con una simple risa suelta de aquellas que nos compromete en el lugar y el momento más inoportuno.

Los estudiosos del tema aseguran que todo en ella son beneficios porque se accionan más de cien músculos para que se provoque el milagro, los mismos que han de permanecer inactivos y pasivos cuando estamos serios, y todo eso sin contar los que han de ayudar a estos cien para que el circuito de la risa sea una realidad. El gran Aristóteles ya señalaba acertadamente a la risa como una acción valiosa y fundamental para nuestra salud.

La sabiduría popular ha cultivado extensamente esta forma de salud, aun sin saberlo, y la ha promocionado desde todas las vertientes posibles. Las cosas que nos inducen a reír son muchas y muy variadas, y desde muy antiguo se fomentaron las comedias para hacernos pasar un buen rato; los chistes como pasatiempo de pequeños y mayores, donde vamos acumulando tensión mientras se cuenta la historia, supuestamente hilarante, para poder estallar cuando aparece el desenlace inesperado; los payasos para los más pequeños, que mediante situaciones surrealistas provocan las risas de los niños; las cosquillas que nos pueden provocar un estallido fastuoso de placer acompañado de fuertes carcajadas y las escenas ridículas como los tropezones o las confusiones que también son fuente de jocosidad.

Existen muchas formas de expresar este estado de ánimo, como «mearse de risa», «cagarse de risa» y «morirse de risa» entre otras muchas construcciones populares, todas ellas muy extremas, como intentando darle a la situación corporal un tinte muy dramático, hasta el punto de que nuestros esfínteres nos fallan o morir de un síncope o un atragantamiento por una carcajada descontrolada.

No es nada descabellado que cuando vemos a alguien sonreír, inmediatamente pensemos que se encuentra bien, tanto de ánimo como de salud. Cuando queremos impresionar positivamente a alguien mostramos una espléndida y sugestiva sonrisa, que como tarjeta de presentación suele generar un clima afectivo y social inmejorable.

Somos un país alegre y risueño por tradición, no sé si inventores del chiste, pero seguro que muy utilizadores del mismo. La mala baba del asunto es que con las mascarillas hemos perdido el norte sonriente y nos encontramos con mucha mala leche concentrada en cualquier lugar. A pesar de todos los males de esta maldita pandemia sonría, es gratis y además saludable.

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