Hubo un tiempo en el que las palabras eran sabias. Fue entonces cuando nacieron los cuentos convertidos en fábulas y los animales se hicieron dueños de éstos. Uno de ellos cuenta una historia tan fantástica como real.
«Hace años vivía una familia de ratones que tenía una hija a la que adoraban.
Un día el ratón le confesó a su esposa que estaba muy preocupado, aquella mañana la había visto hablar con un ratoncillo vecino que la pretendía.
-Ha llegado la hora de que nuestra hija se case y me gustaría que fuera con el más fuerte para que siempre la proteja-
-Yo creo que, el más poderoso, es el sol que nos calienta- dijo su mujer.
El ratón, convencido, se dirigió a éste. -Querido sol me gustaría que se casara con mi hija puesto que es el más fuerte-
-Se equivoca- le respondió -Mas fuerte que yo es la nube que, a veces, me tapa-.
Dicho y hecho. Una nube se interpuso entre ambos.
El ratón se dirigió entonces a la nube proponiéndole lo mismo pero ésta le repuso
-Más fuerte que yo es el viento que me empuja-
En ese instante, una ráfaga de aire la mandó lejos.
De nuevo el ratón hizo idéntica proposición al viento.
-Más fuerte que yo es el muro. Por más que soplo, nunca consigo derribarlo-
El ratón corrió entonces en busca del muro. Al llegar a éste, le contó el asunto de su visita y el muro sonrió orgulloso.
-Verdaderamente, yo soy el más fuerte.- Pero, en ese mismo instante, comenzó a gritar de dolor.
-¿Qué le ocurre?- le preguntó.
-Es ese maldito ratón que está otra vez royendo mis cimientos-.
El ratón padre miró abajo y vio nuevamente al ratoncillo vecino que aquella mañana estaba con su hija y lo comprendió todo. Al día siguiente comenzaron los preparativos de la boda
Moraleja: A veces lo que buscamos está más cerca de lo que nos imaginamos.