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Juan Echanove Actor

«Sin dignidad, todo está perdido»

Enfundado en el uniforme del dictador Trujillo en La fiesta del chivo, la obra de Vargas Llosa llevada a escena bajo la dirección de Carlos Saura, Echanove se sube al escenario del Palau Altea el sábado para representar la maldad cotidiana de un tirano. Lo opuesto a él, que con un cuchillo en la mano solo puede cortar espinacas mientras habla.

El actor Juan Echanove actúa el sábado en Altea. | JAVIER NAVAL

No es el primer dictador que interpreta, ya fue Franco en Madregilda. ¿Le van esos papeles?

Salvo la coincidencia de que los dos son dictadores, son dos tipos que no tienen nada que ver el uno con el otro, y tampoco el formato de narración, que en la película Madregilda de Francisco Regueiro era casi esperpéntico, onírico, y este Trujillo es de realismo crudo.

Llevar al teatro la obra del Nobel no habrá sido fácil.

No, y no solo por la importancia de la novela en sí, sino por el excelso contenido de La fiesta del chivo, que requiere la voluntad de querer contar una historia, no resumirla, y el gran acierto de Natalio Grueso fue escoger como línea argumental la historia de Urania Cabral. A partir de ahí, todo lo que se cuenta de Trujillo lo vemos de manera física en el escenario. Y ver cómo una persona humilla a todos sus semejantes y les hace perder la dignidad uno por uno, eso, cuando uno lo lee es impactante, pero si encima la representación es acertada, te pone los pelos de punta. Para eso se hace el teatro.

¿Cómo se construye un personaje así sin querer matarlo antes de tiempo?

¡Uf! Lo primero que hay que hacer es no dejarte arrastrar por la maldad o por la bondad del personaje. Esa es la gran libertad del teatro. Haciendo de Trujillo tienes que prescindir de tu mirada ideológica y analizar el comportamiento humano de una persona que luego hace esas cosas. Y el acierto está en hacerlo reconocible, no inventar cosas extravagantes, sino pensar que personas que ejercen el mal omnímodo, como dictadores o genocidas, se toman café igual que tú y seguramente a las 10 de la mañana tienen hambre y almuerzan. Las cosas que hacen no les apartan del cotidiano de todos los mortales y por eso es tan difícil reconocerlos, porque se camuflan muy bien.

¿Que la obra la dirigiera Carlos Saura fue definitivo para hacerla?

Sí, claro. La labor de la dirección escénica es fundamental, el proceso de los ensayos es donde se crean las obras, un trabajo colectivo que luego queda en manos de los actores y los técnicos para que lo disfruten los espectadores, pero el criterio del director es básico. Saura acumula tanto talento y buen hacer que da lo mismo que haga teatro, cine o marionetas y tiene un concepto de la estética muy narrativo, el espacio escénico lo forman unos dibujos que él hizo enormemente expresivos. Y luego es que tiene 90 años, con una actividad y una actitud que yo le envidio con treinta años menos.

¿Obras así son ahora más necesarias, con los populismos y la extrema derecha más cerca?

Sí. El mensaje de vida que transmite la obra es que sin dignidad no se puede vivir, y y no se puede permitir que nos la arrebaten. Lo peor que le puede pasar al ser humano es esa renuncia a la dignidad, por sobrevivir o supervivir, porque si pierdes la dignidad todo está perdido.

¿Da alegría volver a los teatros con el aforo completo?

No te puedes hacer idea de hasta qué punto. En Toledo, por ejemplo, hicimos una función aplazada en tres ocasiones porque el aforo no daba, era imposible, y al final hicimos la función en el Palacio de Congresos, que aquello es como el estadio de Wembley, con 800 personas, todas con mascarilla. Eso fue conmovedor.

Se han cumplido 35 años de la serie Turno de oficio. ¿Qué significó para usted y qué queda de aquel Cosme?

Significó abrirme los ojos a algo que estaba ocurriendo conmigo que yo no era consciente de que podía ocurrir y que debía gestionar día a día. Era todo nuevo. Yo era un tío que hacía teatro, un actor que empieza, y pasé a ser un actor de Turno de oficio sin solución de continuidad. Supuso todo lo bueno, porque en esta profesión importa trabajar, pero trabajar con gente que puede modelarte es lo que me pasó a mí con Antonio Mercero y muy especialmente con Juan Luis Galiardo, con quien he mantenido la amistad hasta su fallecimiento. Juan Luis es una persona que está continuamente en mi pensamiento, siempre que hago algo, y tengo conversaciones con él, aunque no creo en el más allá, pero me gusta conversar con Gallardo y con personas que, como él, han supuesto algo verdaderamente importante en mi vida.

No debía de ser de esas personas que pasan inadvertidas...

¡Qué va! Juan Luis era... Mira, en una presentación de Antígona en Mérida citó a toda la prensa en la piscina del hotel, bajó el tío en tanga náutica y albornoz y batió el récord de España senior de 50 metros libres de natación delante de nosotros (ríe) ¡Era único! Todo lo que yo he vivido con él han sido consejos para navegantes a lo largo de toda la vida, un regalo infinito.

Se oye un cuchillo, ¿está cocinando?

Sí, me has pillado cortando espinacas. A mí la cocina me concentra y con esto de los auriculares ahora puedo hacer dos cosas a la vez y las entrevistas son mucho más divertidas (ríe).

Conoce bien la gastronomía de Alicante. ¿De qué podemos presumir?

De la acumulación de grandes cocineros que hay en el entorno de Dénia, Javea, Moraira, Calpe, por no irnos a Alicante, donde está el brigadista Cesar Marquiegui, uno de los cocineros más alucinantes que conozco, que cocina en el Nou Manolín y el Populi Bistro. Pero Quique Dacosta, Alberto Ferruz, Borja Susilla, Sergio Box.... Es que, en estos momentos, lo más interesante que se hace en cocina se hace en este entorno.

Dice que a los 67 se jubila como actor. ¿Se dedicará a cocinar?

No, es una cosa que me gusta tanto que nunca la convertiría en una profesión, que bastante tengo con lo mío. No se trata de trabajar más, sino menos (ríe). Pero me gusta, claro, y mi hijo es cocinero. Todo lo de este mundo me interesa mucho.

¿Le veremos en MasterChef?

No, no. El programa es maravilloso, pero si hay algo que detesto en mi vida es la competición. No valgo para competir.

Y después de La fiesta del chivo, ¿qué vendrá?

Estoy grabando la segunda temporada de la serie Desaparecidos y en teatro empezaremos a ensayar en enero una función que dirigiré e interpretaré, una adaptación de Ser o no ser de Lubitsch que pondremos en escena con la misma compañía que La fiesta del chivo, con la incorporación de dos actores más. Estoy muy ilusionado con eso.

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