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Objetivo: salvar la posidonia

Las praderas submarinas de Posidonia oceanica (que solo vive en el mediterráneo) son uno de los grandes «secuestradores» de CO2 de la atmósfera y, sin embargo, están en declive

Pradera submarina de Posidonia oceanica, que captura CO2. shutterstock JoanLluísFerrer

Los bosques capturan CO2 de la atmósfera y juegan un papel fundamental en la lucha contra el calentamiento global. Y, sin embargo, no solo son las grandes masas forestales las que desempeñan tan decisiva función. También lo hacen, y con más eficacia aún, los fondos de los mares. Allí vive una planta submarina llamada Posidonia oceanica, que se extiende a lo largo de amplias praderas ondulantes y que constituyen, directamente, verdaderos bosques sumergidos. No en vano, esas praderas son el hogar de numerosas especies de peces, moluscos y otros organismos que tienen allí su refugio y su lugar de cría y alimento. La eficacia de la posidonia a la hora de capturar CO2 de la atmósfera es tal que incluso supera a la del propio Amazonas. El oceanógrafo Carlos Duarte ha definido a esta planta como «campeona el secuestro de CO2», puesto que una sola hectárea de posidonia «puede secuestrar tanto carbono como 15 hectáreas de bosque amazónico y, además, no se quema», afirma en alusión a los graves incendios que amenazan esta selva tropical.

Se trata de una planta que en todo el planeta solo crece en el Mar Mediterráneo. Es, pues, un endemismo de este mar. Las mayores acumulaciones pueden encontrarse en lugares como Chipre, Sicilia y, sobre todo, el levante español. Concretamente, frente a El Campello o entre Ibiza y Formentera se hallan las praderas más extensas de toda la cuenca mediterránea. En total, existen en este mar unos 50.000 kilómetros cuadrados de posidonia.

Otro experto que conoce bien este organismo, el biólogo marino Manu San Félix, considera que «si no existiera, las playas serían diferentes, porque la arena está formada por los esqueletos de los millones de organismos que viven dentro de ella, igual que los arrecifes de coral forman la arena de las playas coralinas».

«Pero, además, hay que tener en cuenta que la posidonia aporta entre el 50 y el 70 por ciento del oxígeno que respiramos en el planeta. En el Mediterráneo, actúa como un enorme pulmón, debido a que es el sistema más eficiente secuestrando CO2, algo que la convierte, junto a los arrecifes, en un gran aliado contra el cambio climático. También conforma el hábitat de muchísimas especies. No quiero ni imaginar cómo sería un futuro sin posidonia, porque sería dramático, pero, si no actuamos ya, puede ocurrir», explica en la revista Ethic.

Pero incluso muerta, la posidonia sigue generando beneficios para el ecosistema. Cuando las hojas se despreden, flotan y van a parar a la orilla, forman grandes acumulaciones en las playas, tapando la arena. Aunque la industria turística se queja por ello, en realidad estos montones de ‘algas’ están salvando la playa, pues evitan que el oleaje se lleve la arena.

Además, incluso entonces la posidonia sigue siendo refugio de numerosos microorganismos de gran valor ambiental, según han revelado las últimas investigaciones.

Objetivo: salvar la posidonia

Ataques contra un tesoro

Pero este excepcional patrimonio, que debería ser cuidado con singular esmero, está siendo destruido a marchas forzadas. Tanto Duarte como San Félix y otros científicos han señalado básicamente tres amenazas.

En primer lugar, los fondeos de barcos recreativos, que lanzan sus anclas sobre praderas de posidonia, creando así grandes ‘calvas’ en las mismas y produciendo una deforestación submarina con los mismos efectos que tendría en un bosque. Sin embargo, la diferencia radica en que, así como un bosque puede recuperarse con relativa rapidez, la posidonia puede tardar siglos en regenerarse.

El segundo impacto es el de los vertidos contaminantes desde estaciones depuradoras que no funcionan correctamente, desde embarcaciones en alta mar e instalaciones industriales. Abundan las imágenes de praderas de posidonia literalmente sepultadas por una especie de ‘moco’ filamentoso que recubre toda la planta, asfixiándola y matándola debido a esa contaminación. National Geographic afirma que casi la mitad de las zonas urbanas costeras de 23 países del Mediterráneo carece de plantas depuradoras de agua residual.

El mar se calienta

Y, finalmente, el cambio climático está acorrolando está fábrica de salud ecológica. El calentamiento del Mar Mediterráneo es abrumador. Este mismo año se han medido temperaturas de hasta 29 grados en las aguas de Alicante en los primeros días de noviembre, un hecho inédito que revela que el Mediterráneo está alcanzando ya temperaturas propias del Mar Caribe.

Esto mata a la posidonia, puesto que, como afirma Duarte, cuando la temperatura del agua sobrepasa los 28,5º C, las tasas de mortalidad de la posidonia se disparan. En cambio, desde 2015 ya se han observado largos periodos en los que, entre 15 y 20 metros de profundidad, la temperatura no baja de 29 grados.

El declive de la posidonia ya ha empezado y se puede medir claramente. Según un estudio del Institut Mediterrani d’Estudis Avançats (Imedea), en el Mediterráneo occidental la extensión de praderas submarinas de esta especie se ha reducido entre un 13% y un 38% desde 1960. Pero hay zonas concretas donde su superficie se ha reducido un 40%. Las consecuencias de este hecho se sucederán en cadena sobre el ecosistema.

El futuro no pinta bien, teniendo en cuenta además que la temperatura global sigue en ascenso e incluso cumpliendo los objetivos del Acuerdo de París será inevitable afrontar daños irreparables. De ahí la necesidad, recalcan los expertos, de actuar con más rapidez, valentía y ambición si sequieren evitar los daños más graves e irreversibles.

Todos los informes señalan que, justamente, el Mediterráneo será una de las zonas más afectadas por el calentamiento global, lo que demuestra la urgencia de adoptar medidas más eficaces que las tomadas hasta ahora.

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