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Carlos Acosta: «El ballet me cautivó, me llevó al mundo y me salvó»

El bailarín Carlos Acosta Johan Persson

Bailarín y coreógrafo. Salió de Cuba a los 18 años y volvió llenó de éxito años después para montar su propia compañía en La Habana, tras bailar en los mejores escenarios con los ballets más destacados del mundo. Carlos Acosta (La Habana, 1973) llega mañana al Teatro Principal de Alicante (20.30h) con su último espectáculo, Evolution.

Está de gira por España con su compañía. Hábleme de Evolution, el programa que va a ofrecer en Alicante.

Pues resume un poco nuestra historia y estética. Cuando creé la compañía quería mostrar todas las influencias que me han formado como artista y que el mundo disfrutara de la fuerza y esa habilidad natural para danzar que caracteriza a los cubanos. El espectáculo tiene piezas que muestran todo eso.

¿Por qué Carlos Acosta se convirtió en Yuli y por qué su camino fue el de la danza contemporánea?

Creo que más bien Yuli se convirtió en Carlos Acosta, porque Yuli era la manera en que mi familia me llamaba cuando era niño, antes de que a mi vida llegara el ballet y todo lo que vino con él. Creo que la danza contemporánea puede ser el destino final de todos los bailarines, vengan de la formación que vengan. En el caso de los bailarines de ballet como yo, tenemos la dificultad que nuestra disciplina exige un cuerpo joven. Por eso con el tiempo vamos pasando a la expresión contemporánea porque esta permite una libertad expresiva y de movimiento que no tiene límites, y esto no quiere decir que le falta rigor.

Bailar con Alicia Alonso habrá sido todo un privilegio. ¿Cómo era?

Era una gran responsabilidad bailar con una persona de su nombre, era como trabajar con un monumento vivo. Realmente fue un privilegio compartir tiempo con ella en ensayos y montajes de ballets. Alicia es la madre de todos nosotros en Cuba.

Se fue pronto de Cuba para bailar en el English National Ballet con 18 años, pero después volvió a La Habana, y allí tienen la sede de su compañía, Acosta Danza, con bailarines cien por cien cubanos. ¿Por qué toma esa decisión de volver?

Soy cubano y siento que debo devolverle a mi país todo lo que hizo por mí. Cuba es una isla pequeña con una cantera de artistas impresionantes, preparados en academias de arte y con un gran talento natural para la creación. Nuestros bailarines son admirados porque llevan la danza en los genes. No quería desaprovechar todo esto, pensé crear un proyecto para mostrarle al mundo esa riqueza nuestra.

¿Qué cree que aporta Carlos Acosta al mundo de la danza para triunfar en todo el mundo?

Habilidades naturales desarrolladas con mucho trabajo y un eterno deseo de superación; soñar mucho, tener bien definido lo que soy, lo que quiero y nunca renunciar.

En 2014, recibió de la reina Isabel II de Inglaterra la medalla de Comendador de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, entre muchas otras distinciones y premios. ¿Se siente reconocido?

Me siento muy reconocido, muy halagado y trato de que esta satisfacción sea impulso para seguir trabajando y no un lastre que me frene por el compromiso con lo alcanzado.

También fue nominado a un Goya como actor revelación en 2018 por interpretarse a sí mismo en la película Yuli de Icíar Bollaín. ¿Fue complicado para Carlos Acosta hacer de Carlos Acosta?

Muy complicado. Tuve que revivir momentos muy duros de mi vida. Y el cine te obliga a repetir una escena una y otra vez, pasar por la misma experiencia dolorosa varias veces. Fue extraño y emotivo ver la historia de mi familia en una pantalla de cine. Agradezco a Icíar Bollaín y Paul Laverty por haber creado ese concepto que contó mi experiencia en diferentes planos y me permitió participar directamente.

Ha roto barreras interpretando papeles que tradicionalmente siempre han hecho bailarines blancos. ¿Ha sentido el racismo?

Lamentablemente el racismo está muy arraigado en todo. Por supuesto que tuve que enfrentarlo en un medio que tradicionalmente fue desarrollado por personas de piel blanca. Pero, tan pronto pude, impuse mis condiciones y, después, ver a un Romeo negro en el ballet se fue haciendo natural. Siento que ahora las cosas están cambiando y espero que se desechen esos esquemas tan dañinos por el bien de las personas, de los artistas y del arte.

Dice que baila cada vez menos. ¿Cuesta trabajo ir despegándose del escenario, aunque siga como director y como coreógrafo?

Bailar es mi vida, pero no es lo único que hago. Otras responsabilidades han ido llegando, tengo nuevos proyectos, y voy compartiendo mi tiempo con mi trabajo como bailarín. Creo que nunca voy a dejar de bailar porque la danza te brinda posibilidades expresivas infinitas.

¿Es verdad que no quería ser bailarín? ¿Quién le convenció?

Vivía en un barrio pobre de la periferia de La Habana. Me gustaba bailar breakdance pero no quería ser bailarín de ballet. Mi padre estaba convencido de que el arte me daría disciplina y me salvaría de la calle. Me resistí y él me obligó. Con el tiempo, el ballet me cautivó, me llevó al mundo y mi papá logró su objetivo: me salvó. Así comenzó todo.

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