Después de mucho viajar, al artista barcelonés Javier Vilató (1921-2000), le gustó tanto la Vega Baja que compró una casa en Almoradí, donde pasó largas temporadas durante casi 30 años, desde finales de los 60 hasta 1999. «Se nutrió de su paisaje, su luz y sus gentes», explica su hijo Xavier, que ayer estuvo en la inauguración de «Vilató, cien obras para un centenario», una exposición que conmemora de forma simultánea en Málaga y Barcelona los cien años del nacimiento del pintor.
Reflejó con estilo propio la identidad y el sentimiento de un pueblo, retratando su luz, sus paisajes y sus gentes
En concreto, la obra expuesta en el Ayuntamiento de Almoradí recoge «24 piezas que reflejan la identidad de la comarca del Bajo Segura», añade Francisco Sánchez Soria, comisario de la muestra, «haciendo una semblanza renovada de la imagen de la comarca». En palabras de Xavier, «Vilató supo darle una forma y llevarla a su visión estética».
Sobrino del pintor malagueño Pablo Picasso, creó un estilo propio y logró reconocimiento internacional con una vasta obra con raíces cubistas. Siendo uno de los últimos componentes de la escuela de París, vivió en la finca Lo Mompeán de la localidad, que aún conserva la familia, «en un ambiente muy suyo y peculiar, de una manera sencilla y aislada, sin electricidad, que contrastaba mucho con su vida parisina», describe el hijo.
En opinión de Sánchez Soria, en el cuadro titulado «Vega Baja» se reconocen todos los elementos característicos, desde los vegetales hasta los zoológicos, pasando por la Sierra de Callosa.
«Vilató es un barco y su ancla son sus estancias en Lo Mompeán, un lugar fundamental para entender sus raíces», relata Xavier, que destaca que también es «uno de los pocos ejemplos que queda de esas casas rurales en grandes fincas, en un entorno de cultivos». A él le alegra que cada vez más se hable de su padre como el pintor de la Vega Baja. «La gente se está reconociendo en la obra de Vilató», concluye Sánchez Soria. Siempre cerca de la tierra.