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Sandra Monfort: «Nadie confiaba en mí cuando dije que quería vivir de la música»

«Soy urbanita y me siento desarraigada respecto a la naturaleza. Por eso hago canciones para intentar aproximarme a ella»

Sandra Monfort | INFORMACIÓN

Con permiso de Zoo u Òscar Briz, Sandra Monfort (Pedreguer, 1992) fue el pasado viernes la gran triunfadora en los premios de la Música Valenciana Carles Santos que entrega la Generalitat. Niño Reptil Ángel su trabajo de folk etéreo, atávico y al mismo tiempo moderno con el que la cantante, guitarrista (está especializada en guitarra clásica por la Escuela Superior de Música de Catalunya) y miembro del trío Marala debutó en solitario el pasado mes de marzo, se llevó no solo el premio al artista revelación sino también el de mejor disco del año. «Eso es lo que menos me esperaba. Pensé que no podía ser, que se habían engañado o algo. Hay grupazos con mucho recorrido, así que estoy muy agradecida de que un disco que no es muy comercial tenga ese reconocimiento».

¿En qué circunstancias nace Niño Reptil Ángel?

Lo comencé a componer hace casi cuatro años, en un momento de mucha reflexión íntima y mucha transformación personal, uno de esos momentos en los que cierras una etapa pero no sabes la nueva cómo será.

Después de varios años viviendo en Barcelona, volvió a su casa en Pedreguer. ¿Fue una vuelta a las raíces?

Sí, viví en Barcelona siete años, tenía un trabajo estable en una escuela de música, pero quise apostar por la música, por esa idea romántica de vivir de los bolos y de la música. Nadie confiaba en mí, en plan «estás loca, tendrás que hacer oposiciones para ser profesora y vivir de la música», pero mira, lo he conseguido. Hace prácticamente cuatro años que vivo exclusivamente de la música, de los bolos, y estoy contenta.

¿Es fácil vivir de la música en una escena como la valenciana, con pocas salas, pocos sellos y pocos medios?

No es nada fácil. De hecho, si tuviera que vivir solo de los bolos que me salen en el País Valenciano, ni de coña podría subsistir. El 70 por ciento de los bolos que tengo son en Cataluña, allí hay más dinero y está todo más estructurado a nivel cultural. Nosotros tenemos buena voluntad, y vamos camino de reconstruir todo lo que se ha deshecho, pero nos queda mucho por hacer.

Es un disco muy ambivalente en la música y en el mensaje. De niños y de ángeles, como dice el título.

Es un disco de contrastes. Tiene cosas más agresivas, otras más dulces… El «niño reptil ángel» lo elegí porque englobaba muchas cosas que me interesaban, como el mundo de la espiritualidad. Es como una figura mitológica inventada, un niño deforme que se convierte en una especie de ángel de la guarda, una fusión de lo terrenal más palpable y lo espiritual más difícil de entender, esas cosas que sentimos y a las que no podemos ponerle nombre.

¿De ahí esa colisión entre la naturalidad de la voz y la guitarra y la artificialidad de la electrónica?

Mucha gente me dice que el disco suena mucho a la naturaleza, y es cierto que hay muchas metáforas e imágenes basadas en lo natural. Pero soy más urbanita, me noto desarraigada respecto a la naturaleza y creo que hago canciones para intentar aproximarme a ella. La electrónica forma parte de este mundo no natural. Es la voluntad de tener raíces pero también de despegar, buscar otros sonidos y otros colores que hagan más transgresor al folk, a la raíz.

¿Ata demasiado el folclore?

Sí, pero los artistas que me inspiran, como James Blake o Maria Arnal, tratan la música electrónica de una forma parecida a la de la música clásica, hilando muy fino con los detalles y los contornos de las melodías. Intento imaginar mi música como una pintura a la que vas añadiendo capas de colores y superficies.

Usted es una estudiosa del folclore valenciano pero este disco tira más al folk castellano o gallego. ¿Por qué?

Sí, he escuchado y estudiado mucha música tradicional del País Valenciano, pero ese río ha desembocado en Marala y todos los otros afluentes iban hasta ahora en una dirección incierta que al final se ha convertido en mi disco en solitario.

Antes nombraba a Maria Arnal como un referente. ¿Proyectos como el suyo han logrado abrirle puertas a esta mezcla musical de tradición y vanguardia?

Sí, y no solo Maria Arnal, también Tarta Relena, Rodrigo Cuevas y Refree, que han hecho un disco precioso… Hay muchos artistas que están clavando la mano en la tradición y me parece muy necesario. Acercar la cultura tradicional a la gente hace que la gente valore la tradición y nos abre el camino a otros artistas.

¿Y qué le parece lo que, por ejemplo, ha hecho Rosalía con el flamenco?

Me parece bestial. La manera en la que ha mezclado el flamenco con otras músicas ha supuesto un cambio gordo en el panorama. Yo escucho flamenco desde hace mucho y cuando se lo ponía a mis amigos del pueblo, lo rechazaban automáticamente, había como desprecio incluso. Ahora escuchan el flamenco con otros oídos, está abriendo puertas de las percepción.

¿Usted busca lo mismo como oyente que como intérprete?

No, cuando escucho música busco inspirarme o cambiar mi estado de ánimo. Cuando la construyo yo o la interpreto, la función es más concreta, es un canal de expresión y quiero tener una contundencia que me gustaría transmitir.

¿Lo consigue?

Cuesta decir lo que una quiere decir como lo quiere decir. Pero voy acercándome poco a poco.

¿Y hacia dónde se dirige?

Me gusta reivindicar pero no desde un mensaje explícito, sino también desde la poesía. Me gusta que lo que hago tenga una belleza íntima y creo que desde ahí también se puede ser crítica sobre cosas que pasan como el patriarcado o la forma de relacionarnos con el amor… Quiero tener la manera de decirlo acoplado a mi producto a través de la poesía y la oración del tú a tú.

¿Se puede movilizar a la gente desde una intimidad tan particular como la suya?

No es fácil, porque mi música va directa al individuo y no a la masa. Intento atravesar a la gente de forma individual y para eso tienes que explorarte dentro de ti y luego comenzar a expandirlo.

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