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TEATRO CRÍTICA

Molière con cánticos

La obra de Atalaya Teatro. INFORMACIÓN

Ahora esta otra pieza de Molière, del que se cumplen cuatro siglos de su nacimiento. La creativa adaptación de Ricardo Iniesta, director de la compañía andaluza Atalaya (Premio Nacional de Teatro 2008), que está a punto de cumplir su cuarenta aniversario, convierte El avaro en una comedia con cánticos en torno a los pecados del dinero. Y un espejo deformante de la sociedad para poner más en evidencia los vicios. El sentido de lo cómico nace de un desacuerdo entre ideales y realidad. El comediante y autor francés consideraba que el ridículo está en todo lo que no es razonable. Así es en este montaje que protagoniza la veterana Carmen Gallardo, quien asume el papel del extremo avaricioso. Ya interpretó al rey Lear. Sea hombre o mujer, lo que importa es el fondo del asunto, no la carrocería. La actriz sobresale y controla siempre sus papeles con gran mérito. Se ha comprobado otra vez en un Paraninfo de la Universidad de Alicante lleno. El equilibrio histriónico se modifica en otras interpretaciones con matices que se pueden pasar de la raya. Entre otros, Garazi Aldasoro, Selu Fernández, Enmanuel García, María Sanz, Lidia Mauduit, Raúl Vera y Silvia Garzón, que acoge el cometido de la celestina jefa del burdel. Destacan los medios y las formas visuales, y el ritmo tiene la vitalidad de un carácter popular que nos recuerda al teatro épico de Brecht. El teatro de Molière se inspiró en la comedia del arte italiana y en este caso en La olla, de Plauto. Por el espacio escénico de Ricardo Iniesta transita el viejo comerciante, capaz de desahuciar a su hijo. Este usurero está enamorado de una joven con la que aspira a casarse a pesar de que el otro también lo está de ella. En resumen, la soledad del codicioso y fraudulento, la colisión de ideas y la intemporalidad de los clásicos con Atalaya como centro de investigación teatral. Sin decorados realistas y con puertas movibles. Música de Luis Navarro y coreografía de Juana Casado. En una proyección, un letrero indica el camino hacia Abu Dabi.

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