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La pluma y el diván

Loca fortuna

Billete de cien euros. INFORMACIÓN

Una de las metas del hombre a lo largo de los tiempos ha sido el de nadar en la abundancia por encima de otras cosas terrenales, siguiendo aquel proverbio de que el dinero no hace la felicidad, pero ayuda. La tendencia de ser poderoso es una querencia compartida que en más de una ocasión ha desembocado en catástrofes, porque perseguir ciegamente la fortuna y el poder sin reparar en las consecuencias, se convierte en la máxima maquiavélica de que el fin justifica los medios.

Las sociedades han luchado por conseguir la riqueza para presumir de potencia, opulencia y poder, ejerciendo la suficiente presión sobre los ciudadanos como para generar la necesidad de continuar trabajando y de esa forma sostener los logros alcanzados. El que consigue hacerse rico tiene que sufrir las consecuencias de mantenerse rico.

Cualquier grupo social que se precie elaborará estrategias inteligentes para subir en la escala social y posicionarse lo más alto posible. Normalmente estas estrategias van apareadas al dinero, a la abundancia y al poder. La revolución industrial fue la que dio paso en Europa al comienzo del estado de bienestar, mediante la consecución de los mayores y mejores logros jamás alcanzados. Lo que esta revolución nunca tuvo en cuenta fueron los efectos colaterales que se desarrollarían con toda esa abundancia que la industrialización aceleró en grado superlativo.

No se trata de sopesar el coste frente al beneficio del avance económico, sino la repercusión que puede conllevar el mismo. La famosa debacle financiera del año veintinueve en Estados Unidos es un claro ejemplo de la disociación social que se provoca con la ruptura brusca del estado de bienestar. El aumento de suicidios fue alarmante y se prolongó a lo largo de un lustro, destruyendo la estabilidad de miles de familias en todo el mundo.

Es sintomático socialmente que cuando se nada en la abundancia se olvidan las pequeñeces, como por ejemplo el hambre, dado que nadie se plantea si comerá o no mañana, porque da por supuesto que tendrá para comer. El efecto secundario a este síntoma es el que aparezcan los problemas de anorexia y bulimia. Cuando pasamos hambre y tenemos que buscar desesperadamente algo para sobrevivir, no es posible desarrollar un problema de anorexia.

Que la abundancia genera locura es algo incuestionable, porque cuando no perseguimos el dinero, porque ya vamos sobrados, nos atrapa la sombra de la sinrazón.

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