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Un complejo que costó 470 millones y que nadie quiso comprar ni por 47

Los estudios alicantinos soñados por Berlanga abrieron en 2005 y han estado marcados por el sobrecoste, los conflictos en los tribunales y las denuncias en la Comisión Europea

Berlanga, en los estudios de Ciudad de la Luz durante la inauguración. Rafa Arjones

No fue una historia fácil desde sus inicios. El sueño de Luis García Berlanga para crear unos grandes estudios en la Comunidad Valenciana se fue convirtiendo más bien en pesadilla y los problemas se fueron encadenando uno tras otro. Sobrecostes (los 100 millones de presupuesto inicial del complejo se convirtieron en 270 y la inversión final suma 470 millones), batallas internas (cambio de dirección según el gobierno de turno), pleitos en los tribunales (con Aguamarga, con los propietarios de los terrenos expropiados, con la Comisión Europea) y gestión deficitaria (los 12 millones de beneficios previstos para 2010 se convirtieron en 84 millones de pérdidas) acompañaron este proyecto desde que se inauguró en 2005, y desde antes de su creación, hasta la paralización de su actividad en 2012. Uno de los proyectos más caros e improductivos de la Generalitat, como se ha llegado a definir.

Fue el propio Berlanga el que llamó a las puertas del Consell en el año 2000. Eduardo Zaplana, henchido de gloria por haber puesto en funcionamiento Terra Mítica, vio en este otro megaproyecto una oportunidad de brillar más. Quizá por eso los estudios se llamaron Ciudad de la Luz. Antes fue Benidorm, ahora el turno era de Alicante. 

Primer escollo. Berlanga quería que fuera en Sagunto y que se denominaran Estudios Blasco Ibáñez. Ciudad de la Luz siempre le pareció un nombre "horroroso". Pero ni lo uno ni lo otro.

Ese mismo año, se creó la sociedad Ciudad de la Luz SA, integrada por Producciones Aguamarga, de la que formaban parte productores como José Antonio Sáinz de Vicuña, José Ferrándiz y José Luis Olaizola, además del propio Berlanga, y la Generalitat Valenciana a través de la Sociedad Proyectos Temáticos (SPTCV) puesta en marcha en 1996. 

Todo fue rápido. En 2003 arrancaba la primera fase de las obras y en 2004, la batalla entre zaplanistas y campistas se dejaba notar en un proyecto tan ambicioso como codiciado. La Generalitat compró todas las acciones, se quedó como único propietario del complejo y dio un golpe de mano en la cúpula directiva. La práctica totalidad de los consejeros de la órbita de Zaplana quedaron fuera. Hasta Berlanga dejó de ser presidente a secas, para pasar a ser honorífico.

Para rizar el rizo de este recién iniciado embrollo, la Generalitat, como empresa pública, no podía contratar rodajes si no era por licitación. La solución: contratar a Aguamarga para que busque rodajes y realice la gestión. Una relación que acabó como el rosario de la Aurora, con reproches mutuos y en los juzgados, hasta romper su relación en 2010.

Berlanga, a la sombra de Francisco Camps, o más bien al contrario, inauguraba los estudios en 2005. Un día de fastos por todo lo alto para lo que se auguraba como un gran motor económico y como el Hollywood europeo.

Y realmente, el complejo resultó espectacular. Seis platós, un tanque de agua (el mayor de Europa), naves para construcción de escenografías. Todo en 366.000 metros cuadrados.

Las cámaras se pusieron a rodar ese mismo año. "El síndrome de Svensson", del realizador vasco Kepa Seja, fue la priemra de las 63 películas que se rodaron es estos estudios. Todas ellas con jugosas subvenciones públicas. Si hay que destacar alguna, "Lo imposible", de Juan José Bayona, que traspasó fronteras desde el tanque de agua (que también tuvo que someterse a mejoras que costaron 780.000 euros que pagó la Generalitat al perder en los tribunales con la empresa que lo construyó), y, por otros motivos, "Astérix y Obélix", que dio a Camps una de sus fotos que más vueltas ha dado abrazado a Gérard Depardieu.

Denuncias en Europa

Poco duró la alegría. En febrero de 2010, un estudio de cine europeo que prefería mantenerse en el anonimato lanzó la primera denuncia en la Comisión Europea. En julio, la segunda, por otro de los grandes operadores de Europa que tampoco quiso que se revele su identidad. Pero todo señalaba a los británicos Pinewood y a los alemanes Babelsberg.

En mayo de 2012, mientras el entonces director general de Ciudad de la Luz, José Antonio Escrivá -precedido por José María Rodríguez Galant (2005- 2009) y Elsa Martínez (2009-2011), que mucha relación con el mundo del cine no tenían-, daba una rueda de prensa sobre una exposición de carteles de cine, empezó la pesadilla. La UE hacía pública su sentencia en la que consideraba que tanto las inversiones realizadas en Ciudad de la Luz entre 2000 y 2004 como posteriormente "no se ajustan al principio del inversor en una economía de mercado". Por esta razón, la Comisión consideró que esas ayudas "constituyen una ventaja" para los estudios alicantinos. Y añadía que "se financia con recursos públicos, falsea la competencia y tiene una incidencia sobre el comercio" dentro de la propia UE. Por todo ello, imponía al Consell la devolución de los 265 millones públicos invertidos.

La sentencia fue un duro revés y el golpe de gracia a unos estudios que se habían convertido en un pozo sin fondo y cuya solidez se quería hacer proporcional a los rostros famosos que pisaban los platós alicantinos.

"15 años y un día", de Gracia Querejeta, fue el útimo y revelador título que se rodó en estos estudios. Paradójicamente esa iba a ser la sentencia que finalmente la Comisión Europea dictaminaría para Ciudad de la Luz.

Lo curioso de este complejo caso es que Ciudad de la Luz tenía que devolver esos 265 millones a la propia Generalitat porque era su mayor deudor, por lo que, para poder pagarse a sí misma, tenía que vender el complejo. Un galimatías jurídico para iniciados.

Negociaciones con Bruselas

Comienzan las negociaciones con Bruselas. En mayo de 2015, un mes antes de ser investido como presidente de la Generalitat Ximo Puig, el Consejo de Administración de Ciudad de la Luz aprueba un pliego de condiciones que debe aprobar la Comisión Europea, por la que el complejo se puede vender en seis lotes (quedan fuera el Centro de Estudios, el edificio de restauración y loso aparcamientos) y por 94,2 millones de euros.

En enero de 2016 sale a subasta el complejo. Nadie puja. Puig consigue modificar los términos y en segunda subasta habrá que presentar un plan de negocio y no se podrá rebajar el precio más del 50%, es decir, no menos de 47 millones. Tampoco.

El Consell, sin embargo, vio en este revés una oportunidad y le comunicó a la Comisión Europea la posibilidad de quedarse el complejo como dación en pago de su deuda. Otra vuelta de tuerca más que dio sus frutos: Europa aceptaba la propuesta, pero prohibía en su resolución que se desarrollara cualquier actividad económica en las instalaciones durante 15 años. Solo podría hacerlo si vendía el complejo "a precio de mercado" para no volver a vulnerar el principio de competencia.

Ciudad de la Luz llevaba ya en 2017 cinco años sin actividad. A excepción de algunas convocatorias no muy cinematográficas, como una cata de vinos y algunas sesiones de coaching, deporte y ocio, además de un coste anual cercano al millón de euros en jardinería y mantenimiento

Es decir que otros 15 más hubiera llevado a su paralización durante 20 años, hasta 2032. Un periodo de tiempo que las gestiones de la Generalitat en Bruselas llevaron a rebajar a diez, al contar desde 2012, cuando el complejo dejó de acoger rodajes.

Ahora, los 15 años que predijo Gracia Querejeta han pasado a ser cinco, y este verano la Generalitat podrá retomar la actividad en los estudios, incluida la producción cinematográfica, que, echando cuentas, ha ocupado tan solo siete de los 17 años que ha cumplido este complejo.

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