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LA PLUMA Y EL DIVÁN

Sobre placebos y nocebos

Dose of CureVac vaccine or a placebo is seen in Brussels YVES HERMAN

Aquello que esperamos de nosotros mismos facilita el prodigio de posibilitar que se produzca realmente lo que perseguimos, pero si nos empeñamos en pensar negativamente, esas posibilidades se debilitan tanto que consiguen quebrar las metas pretendidas.

Una creencia sólida acrecienta que suceda algo tal y como esperamos o deseamos. Esta es la esencia de cualquier placebo, el convencimiento y el ansia por creer favorece que lo creído se materialice.

En medicina existen tratados completos sobre el efecto placebo que nos dejarían boquiabiertos. Tomar una pastilla de azúcar de la mano de un eminente doctor, como si se tratara de una medicina de primer orden para un molesto dolor de cabeza, puede tener unos resultados milagrosos. La plena conciencia de que algo nos ayuda es suficiente para que pueda provocarse el desenlace positivo.

Pero vivimos entre contrarios y el efecto placebo no podía sobrevivir sin su archienemigo, el efecto nocebo, aquel que consigue por sí solo que empeoren todos los síntomas de una enfermedad o que aparezcan falsas creencias de que algo perverso nos puede suceder.

El palabro nocebo –que aún no está aceptado por la Real Academia de la Lengua, aunque no tardarán mucho en acogerlo en su seno- contiene en sí mismo un gran potencial negativo, porque el que entra en su juego lo sufre y lo padece haciéndolo extensivo a los que lo rodean, que han de aguantar lo más estoicamente posible sus insufribles desmanes.

El nocebo sería equiparable al temido pesimista patológico, el que tiene ese pensamiento recurrente y circular de que todo lo que haga en este mundo saldrá mal por definición, y mediante esta especia de llamada sorda, las posibilidades de que sea así se multiplican.

El sentimiento interno irreprimible de que nos sentará mal una comida, de que el coche tiene un ruidito extraño y tendremos que dejarnos un dineral en el taller o que seremos pasto del cáncer de pulmón porque nos avisan las cajetillas de tabaco, son signos infalibles de que nos hemos convertido en nocebos.

La receta para cambiar las tornas y salir al paso de nuestras propias imperfecciones no es sencilla, tenemos que recurrir sin dilación a la corriente psicológica más positivista, la nuevamente actual psicología positiva o de la felicidad, que nos dejará como nuevos si seguimos sus preceptos. Aquellos que no se atrevan con tanto, que respiren profundamente dos veces antes de elaborar un pensamiento nocebo y seguro que se sentirán mejor.

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