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LA PLUMA Y EL DIVÁN

Encrucijadas políticas

Los madrileños acudieron en masa a las urnas EP

Generalmente nuestras decisiones son meditadas, a no ser que seamos unos atolondrados que se dejan llevar por la manada, arrastrados por una patente falta de criterio y sin importar el desenlace final. También es cierto que en demasiadas ocasiones se toman caminos arriesgados empujados por ideas toscas o retorcidas, que después tienen consecuencias desastrosas.

Medir concienzudamente los juicios y resoluciones es algo que se puede pasar por alto y desembocar en situaciones francamente difíciles. Una de las posiciones más complicadas se da cuando se tiene que tomar partido necesariamente y se acaba en una auténtica encrucijada, porque las soluciones al problema son todas negativas o por lo menos cuestionables.

Los ciudadanos de este país, golpeados contundentemente por la amenaza de otra recesión económica, estamos, además, siendo objeto de afrenta e ignominia por las acciones de un gobierno extraño que se vuelve contra sí mismo y que sigue apoyado en ramas ideológicas incompatibles que, a la menor excusa o sin ella, amenazan con derribar el equilibrio político.

Desde las trincheras del desencanto, alguien tendría que hacer ver a los que están cegados por una visión irresponsable de gobierno, que habría que convocar elecciones para inyectar nuevos y renovados impulsos al país.

Da la amarga sensación de que nuestros representantes están desorientados, vacíos de ideas y de ideales, viviendo en una realidad de desquites y arrastrando consigo a todo un pueblo. No sirven excusas, ni miedos irracionales al futuro, como tampoco nos sirven ya más cortinas de humo para distraer mentideros.

Hay que serenar los ánimos e inyectar esperanzas con sabia nueva. Aunque lo peor de todo es que la actualidad política nos está llevando a una de esas encrucijadas imposibles, el no saber a quién designar para que nos represente, porque ni los unos ni los otros están a la altura de las circunstancias que estamos vivenciando. Posiblemente nos encontremos en una de esas épocas que quisiéramos olvidar antes de vivirla.

La clara ausencia de líderes creíbles, de estadistas declarados y reconocidos, de prohombres que con entereza y gallardía dirijan nuestros destinos, nos hacen más vulnerables que nunca.

Parece increíble que, ante un panorama tan sumamente incierto, con economía de guerra, aumento imparable de los productos básicos, pandemia incontrolada, entre otras muchas cosas, lo único importante sea mantenerse en el poder cueste lo que cueste.

Mañana o pasado mañana, cuando tengamos que acercarnos de nuevo a las urnas para decidir sobre nuestro futuro, tendremos un problema añadido, no tener a quien votar, porque los que verdaderamente podrían representarnos parece que siguen en la sombra.

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