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Ricardo Darín Actor

Ricardo Darín: «Nos estamos acostumbrando al horror y eso es malo»

Ricardo Darín, en el teatro Tívoli de Barcelona. | FERRAN NADEU

Ricardo Darín tiene un ojo puesto en Ucrania y otro en el matrimonio, pilar sobre el que se sustenta Escenas de la vida conyugal, espectáculo que protagoniza junto a Andrea Pietro. Sostiene Darín que la manera de relacionarnos ha cambiado, pero no la manera de no relacionarnos. La intolerancia, la falta de comprensión y de generosidad, siguen activas.

Escenas de la vida conyugal indaga en el amor y las relaciones. ¿Tiene fe en las nuevas generaciones?

Sí, y mucha, sobre todo porque los jóvenes han procesado la extraordinaria cantidad de información que vienen recibiendo y como resultado están dando muestras muy claras de que resuelven y enfrentan las diferentes situaciones de la vida. Creo yo que con mayor inteligencia y menos ataduras. Los siento más libres, algo que se nota mucho en las relaciones personales. No creo que las nuevas tecnologías ayuden en las relaciones. Más bien lo contrario. Estamos esclavizados por la tecnología y eso hace que se note una merma en el contacto directo entre las personas.

Lleva interpretando esta obra desde 2013. ¿Qué le ha enseñado a Darín un texto como el de Ingmar Bergman?

Todos los textos, sobre todo los teatrales que están bien escritos, como este de Bergman, siempre nos ayudan a profundizar un poco más en cada una de las cuestiones que un autor de esta magnitud decide poner sobre el escenario. El conflicto hace que uno piense, repiense, relea y resignifique cada una de las frases que están en cuestión, no solo las propias, también las de los compañeros.

¿Con qué se quedaría de Juan, el personaje que interpreta?

Si hay algún rasgo del personaje que me llamó la atención desde el primer momento, teniendo en cuenta que fue escrito en los 70, es su sinceridad, una sinceridad bestial. Juan es un hombre que no está dispuesto a mentir, que lucha contra la hipocresía, las apariencias, y que intenta hacer un camino inverso, es decir, conocerse a sí mismo. Y esto es lo que le obliga a ser cada vez más sincero.

¿Qué necesitan sus personajes a la hora de darles vida?

No es mi costumbre exigirle nada a nadie y mucho menos a los personajes. En realidad un personaje está ahí, dentro de un contexto, de un conflicto, y espera que yo le aporte cosas. Esa es mi manera de verlo. Por supuesto a la hora de leer un texto, lo que trato de percibir es si me atraviesa o no, si me siento movilizado por lo que propone, o por lo que vive o le toca vivir, y eso me acerca o me aleja de un proyecto.

¿Qué planes tiene para este año?

Continuar con la gira por Granada, Málaga, Sevilla y finalizar en Madrid, algo que nos ilusiona muchísimo. También estoy muy expectante con el estreno de una película que acabamos de terminar y que está en proceso de postproducción, Argentina, 1985 (dirigida por Santiago Mitre), que habla de uno de los hitos mundiales más importantes de la historia moderna: el juicio a las juntas militares en Argentina en 1985, el primer juicio que se pudo hacer a una cúpula militar por parte de civiles. Me ha tocado en suerte interpretar un personaje glorioso como el fiscal Strassera. Creo que el estreno se producirá entre agosto y septiembre.

¿En qué le ha cambiado el último de los horrores, la guerra de Ucrania?

Estoy absolutamente desbordado por la situación de la invasión rusa a Ucrania. No me puedo creer que en este siglo, y con todos los avances que se supone el ser humano debería incorporar, estemos precisamente soportando esta regresión a una infamia de estas características. Todavía sigo indignado, y si hay algo que me asusta y me preocupa es esa sensación de que, en términos generales, la comunidad internacional se está acostumbrando al horror, una vez más, y eso me parece lo peor.

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