Lo han perdido todo por culpa de la guerra, pero su arte y su pasión por la pintura se mantienen indestructibles. Son dos hermanas ucranianas, gemelas, de 14 años, que tuvieron que huir de su país prácticamente con lo puesto, al poco de la invasión rusa.

Se llaman Anzhelina y Anzhelika Kotseliuk y han sido acogidas en Finestrat, donde viven con su madre, su abuela y una tía con su niña de 10 años en una casa que una vecina les ha cedido, a las faldas del Puig Campana.

Son pintoras y en Ucrania estaban muy bien consideradas. De hecho, estaban preparando una exposición en Alemania, pero todos esos planes, de momento, se los ha llevado por delante la guerra de un plumazo.

Vivían en una pintoresca ciudad a orillas del río Ros, su bisabuelo y su abuelo eran pintores y su madre les animó desde pequeñas a dibujar. Con cuatro años empezaron y desde entonces no ha parado.

Anzhelina pinta un paisaje. DAVID REVENGA

Cuando comenzó la guerra, su padre le dijo a su madre, Olga, que se marcharan «lo más lejos posible». Ella no sabía conducir muy bien, pero la determinación por dejar atrás el horror era mayor. Bombardeos, aviones volando cerca, mucho miedo y un largo periplo por Europa hasta acabar en Benidorm.

«Se relajan con la pintura, se les va el miedo y el estrés, se olvidan del horror vivido»

¿Por qué aquí? «Iba conduciendo y pasaba por muchas ciudades, en Barcelona y València había mucha luz, pero también mucho ruido y teníamos pánico», explica. «En Benidorm veíamos mucha luz, pero no ruido, y nos comunicamos por los grupos de guasap con otros refugiados y voluntarios, y solo nos respondió el de Benidorm que podíamos venir aquí, hemos encontrado la luz», cuenta.

De Benidorm a Mutxamel y de allí a Finestrat. Van al instituto a diario, aunque una de las pequeñas tiene un problema con el corazón y le tienen que realizar pruebas médicas. 

Iconos ortodoxos y paisajes

Pintan sobre todo iconos ortodoxos y paisajes, pero la luz y el sol de la Costa Blanca les ha animado a plasmar en el lienzo todo tipo de elementos. Abrumadas y sobrepasadas por la situación, encuentran la quietud en el momento en que cogen un pincel y se ponen a crear. 

«Siguen teniendo ilusión, se relajan mucho con la pintura, se les va el miedo y el estrés, se olvidan un poco de la guerra, tienen una energía positiva, más ilusionadas, sin pintar no pueden vivir», afirma su madre.

Anzhelika, ante uno de sus cuadros. DAVID REVENGA

Olga tiene dos hermanos gemelos, Alexei, que es militar, y Alexander, que falleció en Mariupol hace dos meses por culpa de una mina. 

Aunque están bien, no dejan de pensar en su país y en su familia y solo piensan en regresar: «Estamos muy desesperadas por volver a Ucrania, echamos mucho de menos nuestra vida y a los nuestros, las niñas están tranquilas pero la procesión va por dentro», lamenta.

La guerra aparcó sus sueños, pero no ha acabado con ellos. Consiguieron traerse en el coche varios cuadros que tenían y, junto con los que están pintando en Finestrat, darán a conocer sus obras en una exposición benéfica en La Nucía del 8 al 24 de junio.

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Me despido de ellas y me encuentro con un abrazo cálido y cariñoso que abruma. Tanto sufrimiento causado por una guerra sin sentido, pero que no ha conseguido borrar el arte y la pintura de unas jóvenes y grandes artistas.