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Estreno en salas

'Elvis': el majestuoso espectáculo mitómano de Baz Luhrmann

Regresa el director de 'Moulin Rouge' y lo hace a lo grande, con un 'biopic' sobre Elvis Presley fastuoso e irresistible. Un viaje introspectivo por las luces y las sombras del mito y por la historia de los Estados Unidos a través de su estilo inconfundible.

Austin Butler, en un fotograma de ’Elvis’, de Baz Luhrmann. WARNER BROS

Baz Luhrmann, ese director querido y odiado a partes iguales, capaz de reinventar el musical contemporáneo, de crear composiciones escénicas bizarras a un ritmo frenético mezclando todos los géneros habidos y por haber, de alcanzar el éxtasis y el barroquismo expresivo, de abrazar el hedonismo y sublimarlo hasta el delirio. 

Vuelve Baz Luhrman. Llevaba casi diez años apartado de las (grandes) pantallas desde el fracaso de 'El gran Gatsby', pero ahora regresa con más fuerza que nunca gracias al 'biopic' 'Elvis', su proyecto soñado, el más difícil de su trayectoria, el más arriesgado y, seguramente, por el que será recordado como cineasta más allá de su gran 'hype', 'Moulin Rouge!'

Como gran mitómano que siempre ha demostrado ser, Luhrmann se acerca a la figura de Elvis Presley de una manera casi reverencial, mostrando sus luces y sus sombras, su lado icónico, pero también el humano. Se trata de un recorrido introspectivo, pero también histórico, incluso político, por las entrañas de una Norteamérica en construcción, repleta de contradicciones, en la que Elvis simbolizó el sueño americano, y también su derrumbe moral. 

El propio director siempre ha sido el demiurgo de sus historias, el maestro de ceremonias, el rey de la pista de su propio circo, y quizás por esa razón en este caso ha querido utilizar la figura del Coronel Parker (encarnado por un irreconocible Tom Hanks) como narrador de la historia. Él fue quien lanzó al estrellato a Elvis, quien lo exprimió y terminó con él.

Tom Hanks, como el Coronel Parker, en 'Elvis', de Baz Luhrmann.

Como el 'Amadeus' de Forman

“Quería hacer algo parecido al 'Amadeus' de Milos Forman. Es una película sobre Mozart, pero está contada desde el punto de vista de Salieri y de la envidia que le corroe. Es fácil describir al Coronel Parker como al villano de la función, pero yo quería que fuera una especie de defensor de sus acciones ante un tribunal que es la opinión pública para reflexionar en torno a la industria del entretenimiento. Cuando murió Elvis lo primero que hizo fue levantar el teléfono y pedir que imprimieran más discos. Asqueroso, ¿verdad? Pero ¿no somos nosotros los primeros que exprimimos a nuestros ídolos y queremos más y más de ellos?”, cuenta Baz Luhrmann.

El director define como tóxica la relación entre el Coronel Parker y Elvis. A través de ella quería contar la trastienda del mundo de la música, de la fama, el poder y el dinero, de cómo el espectáculo se puede convertir en una tragedia shakesperiana, su género favorito. “Yo crecí en Australia y me crie viendo la televisión americana. Siempre he intentado entender ese país a nivel cultural y hay algo sobre esa invención del sueño americano que representan Elvis y el Coronel Parker. Uno es el show, el otro es el negocio, y son partes indisociables. Para mí esta dicotomía es tan interesante como una película del espacio exterior”. 

Encontrar el cásting adecuado no fue tarea fácil. Luhrmann sabía que se lo jugaba todo si no daba con el Elvis adecuado. Un día recibió una llamada de Denzel Washington, al que no conocía. Le habló de un chico con el que había trabajado en el teatro, se llamaba Austin Butler. El director le hizo varias pruebas. “Austin había perdido a su madre a la misma edad que Elvis. Tuvo una especie de epifanía e hizo una segunda prueba en la que estaba prácticamente en trance. No parecía una audición, era algo emocionalmente muy crudo. Literalmente Austin ha sido Elvis durante los dos años que ha durado la producción, día y noche, nunca ha dejado el papel. Nunca he visto a nadie con esa ética del trabajo, con esa entrega”. 

Austin Butler es Elvis

En efecto, Austin Butler se convierte en la gran revelación de 'Elvis'. Su metamorfosis es tanto física como, incluso, mental. “Había que huir de la mera caricatura, buscar la humanidad del personaje. Intenté ser meticuloso en algunas cosas, como en los cambios de voz a lo largo de los años y en su forma de moverse. Estuve un año y medio preparándolo antes de rodar, porque nos pilló la pandemia y me sumergí por completo en él”, cuenta el actor. Su proceso de inmersión fue tan absorbente, que casi acaba con él. “Cuando te olvidas de ti mismo durante tanto tiempo, es difícil volver a encontrarte. En efecto, me sumí en una crisis existencial al terminar el rodaje, me dejó exhausto en todos los sentidos, pero al mismo tiempo me fascinó el proceso, me dejé llevar por él. Al principio sentí una responsabilidad que me aplastaba, sufrí el síndrome del impostor. Pero, poco a poco cambió la forma en la que me enfrentaba al miedo y a la ansiedad, no solo en la película, también en mi propia vida”. El intérprete bromea intentando quitarle importancia al tema diciendo que jamás había bailado y que, gracias al personaje, se dejó llevar por la música, convirtiéndose su cuerpo en un catalizador, justo como le ocurría a Elvis, lo cual resultó de lo más liberador y catártico. 

'Elvis' va más allá de la mera película autobiográfica, también del mero musical. Baz Luhrmann es un experto a la hora de deconstruir el lenguaje cinematográfico y sus películas se configuran a modo de experiencias sensoriales. En este caso, la historia de 'Elvis' abarca varias décadas de la historia de los Estados Unidos. El director juega con las texturas a su manera, con el ritmo y los tiempos narrativos y adapta los cambios de época a las propias pulsiones del protagonista, en un intenso abanico existencial que abarca desde la inocencia hasta la perversión de la fama, la decepción y la agonía, de la rebeldía a su abulia en Las Vegas, metáfora de su decadencia. 

Por supuesto, como en todas las películas de Luhrmann, la música adquiere una importancia fundamental mezclándose lo nuevo y lo viejo, es decir, leyendas como Sister Rosetta Tharpe y bandas como Måneskin, B. B King y Little Richard con Jack White. “Me encanta la música y trabajar con músicos. Tengo un pequeño sello dentro de RCA y disfruto haciendo música tanto con artistas icónicos como con nuevos talentos. También he sido amigo de grandes mitos que han fallecido, como Prince. Y tanto él como otros como Michael Jackson, repetían una cosa: que siempre se sentían más vivos encima del escenario. Y cuando se bajaban de él, no podían soportar la vida ordinaria. Hay mucha soledad ahí y esa es una de las cosas que quería recrear en Elvis”. 

Como creador, Luhrmann se identifica mucho con una de las frases del rey del rock: “es muy difícil estar a la altura de una imagen y no puedes ser joven para siempre”. El director está a punto de cumplir sesenta años y considera que cada una de sus películas corresponde a una etapa de su propio crecimiento como artista. “Supongo que 'Romeo+Julieta' es algo así como mi película de juventud. Muchos me dicen que intento capturar ese momento de máxima plenitud en mis películas, pero quiero pensar que he madurado. Lo que ocurre es que 'Elvis' aborda el tema de los mitos, de los iconos, y de alguna manera ellos sí se han quedado congelados en el tiempo, como Marilyn Monroe, como James Dean y son los únicos que entran en el terreno de la inmortalidad”.

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