Llevábamos días hablando de su último libro, Tres coronas para un rey. La empresa de Enrique III y sus misterios, publicado por Acantilado, como casi todos los suyos, incluido su mítico La utilidad de lo inútil, cuando Nuccio Ordine envió este mensaje al correo: "Hay que tener cuidado al actualizar el pasado porque se corre el riesgo de caer en la banalización. Pero es necesario mirar la historia para entender el presente y prever el futuro". 

En pocas palabras, el ensayista más conocido de Italia en el mundo, premiado y doctorado honoris causa en muchos países, y también en el nuestro, nacido en Diamante, Calabria, en 1958, dio con la solución de un rompecabezas cultural e histórico en que devela la difícil relación cultural y política que dominó la Europa del siglo XVI, en la que reinaron monarcas pero en la que sobresalió un personaje que Ordine conoce como si hubiera estado con él o lo hubiera llevado a sus clases: Giordano Bruno.

Había hecho aquella precisión sobre "la banalidad del mundo" porque, en la entrevista, el periodista puso interés en hablar de aquel pasado con los ojos de hoy. Así fue la entrevista.

El profesor, filósofo y escritor Nuccio Ordine en Madrid. ALBA VIGARAY

P. Usted refleja la obsesión de algunos de aquellos reyes por prevenir el imperialismo y por mezclar la política y el saber. ¿Cómo se ve hoy esa relación?

R. Para comprender un fenómeno cultural tienes que saber de literatura, arte, filosofía y religión. Hoy hay la idea de que la especialización te permite comprender un campo y eso es mentira. En la época de Giordano Bruno, la cultura no era asunto de toda Europa porque Europa no estaba unida. Pero los filósofos y los científicos sí tenían relación entre ellos. Eso era muy interesante porque cada percepción de Europa pasaba a través de la cultura.

Después de la Segunda Guerra Mundial hay dos grandes filólogos, Erich Auerbach, que escribe un libro que se llama Mímesis, y el otro es Ernest Robert Curtius, que escribió La literatura europea y la edad media latina. Aparecieron en 1946 y 1948 para intentar unir una Europa totalmente destruida por la guerra. Auerbach se ocupó de cómo la literatura concibe la realidad, de Homero a Virgina Wolf, y Curtius de cómo se puede reconstruir una historia de la literatura del mundo clásico hasta el mundo contemporáneo. En un mundo destruido, la literatura puede ayudarnos a reflexionar sobre cómo conectar cosas que la guerra ha desconectado completamente. Hoy eso es un ejemplo para decirle a nuestra Europa que una Europa de comercio no tiene sentido si no hay una Europa de cultura. Cuando se habla de identidad, de valores políticos… no es verdad. Siempre hay una razón económica.

P. Hoy un ruso que quiere quedarse con una parte de Europa.

R. Sí. Pero no estoy convencido de la lectura que hoy se está haciendo sobre esta guerra: el bien está en toda una parte y el mal está en toda la otra parte. Porque no sólo tenemos el imperialismo de Putin, también está el imperialismo de Estados Unidos. Por eso Europa no tiene una política autónoma para pensar de una manera diferente en relación a los imperialismos que están dominando al mundo. Me pregunto: ¿Estados Unidos tiene interés por la paz o sólo está empleando esta situación para hacer una guerra contra uno de sus enemigos? El pueblo de Ucrania merece toda nuestra solidaridad, pero hay personas que están estudiando esto y dicen que toda agresión tiene una historia que debe ser comprendida. Por eso yo digo que no hay alguien que es sólo bueno y hay alguien que es sólo malo. Tenemos que hacer un análisis más crítico para comprender.

P. En la cumbre de la OTAN el mundo celebró su conferencia de guerra en un museo: El Prado.

R. Habrán visto que los cuadros enseñan la paz. Porque toda guerra destruye la cultura. ¿Cuántos museos importantes han sido destruidos por Estados Unidos en Irak, por ejemplo? ¿Por qué las grandes potencias se movilizan para proteger un pozo de petróleo y no se movilizan para proteger los lugares con monumentos importantes para la historia de la Humanidad? Porque el poder no tiene interés en la cultura y el arte. Bueno, la idea de ir al Prado es una buena idea, pero no sé si ha tenido un buen resultado para la cultura. Reunirse ahí para hacer un acuerdo que tiene que ver con las armas me parece una contradicción enorme. Comprar armas significa restarle dinero a la cultura y a la educación y a los museos.

P. En su libro usted retrata a Giordano Bruno viajando por las cortes europeas...

R. Giordano Bruno es un ciudadano del mundo, o europeo por lo menos. Él decía: "toda tierra es Patria". Eso significa que la Patria es el lugar donde uno puede trabajar libremente, donde puedo relacionarme con colegas. Bruno empieza su carrera de filósofo en París, en una institución laica, en oposición a la Sorbona, destinada a los teólogos. Por eso él tiene una relación con el poder, pero su idea es siempre decir lo que piensa. Después se va de Francia porque hay conflictos. Llega a Inglaterra y hay un conflicto. Llega a Praga y hay un conflicto. Siempre le ocurre esto porque al final sus ideas no conectan con el poder.

Bruno vive la época de las guerras civiles y comprende que el diálogo entre los fanáticos no es posible. Él sabe que el diálogo entre los moderados es más fácil. Enrique III y la Reina de Inglaterra lo comprenden y lo llevan a cabo. Ven, por ejemplo, la religión al servicio de la paz y de la cohesión social. Eso se lo dejó muy claro Bruno: la religión como unión. Los dioses no han creado la religión para ellos mismos, sino para permitir a los hombres vivir en paz entre ellos. Sin la religión, el hermano mata al hermano. El problema hoy es que la religión habla de ciencia y no, la religión no es ciencia. La religión es algo moral. Lo que quería Bruno era reflexionar sobre el fanatismo, sobre los que creen tener la verdad.

P. ¿Hoy la Iglesia volvería a condenar a la hoguera a Giordano Bruno?

R. Es muy compleja la respuesta a esta pregunta. Hoy la Iglesia es muy diferente. Tenemos un Papa que es revolucionario. La Iglesia siempre ha tenido relación con el poder, nunca ha estado con los pobres. Pero hoy hay una relectura de eso gracias al Papa Francisco. Para él, la religión se concentra en el Evangelio según San Mateo, donde Cristo dice: "tenía frío y me han cubierto, tenía hambre y me han dado comida, tenía sed y me han dado agua". Es decir: comportamientos sociales que hacen que un hombre sea solidario con otro. Son actos concretos. Y la gente que hace eso tiene la vida eterna. Bueno, ese tipo de Iglesia tal vez hoy admitiría a Bruno. Pero es difícil asegurarlo porque la Iglesia hoy es otra cosa. Lo importante es vivir en coherencia con nuestro pensamiento. Y me parece que la vida del Papa Francisco es así. Él dice: hay que vivir lejos del lujo del Vaticano, por ejemplo. Y esa es una idea de Bruno.

Tras la conversación, el filósofo no quiso dejar de precisar un aspecto de lo que habíamos tratado a través de Skype, y esto le envió por mail al periodista: "Bruno nos hace ver que las guerras de religión (y las guerras en general) sólo causan destrucción y muerte, haciendo retroceder los logros de la civilización. La degradación civil y económica arrastra también la degradación del conocimiento. Por eso en las guerras no hay vencedores: los que creen haber ganado también pierden. En los años de las guerras religiosas, el monarca es visto como un médico: debe curar las laceraciones del Estado.

En mi libro hay muchos poetas y artistas que utilizan esta metáfora del gobernante-médico, que tiene sus raíces ya en Platón. No es casualidad que el príncipe de Maquiavelo deba ser instruido por el centauro Quirón: no sólo porque quien gobierna necesita utilizar bien la humanidad y la ferinidad (la doble naturaleza del centauro), sino porque Quirón era también el maestro de Esculapio, el dios de la medicina. Para Maquiavelo, el arte de gobernar coincide con la capacidad de curar las heridas y dosificar las medicinas necesarias... Bruno nos dejó otra lección fundamental: hay que tener siempre el valor de decir la verdad a los gobernantes, incluso cuando no quieren oírla. No el cortesano que siempre dice "sí". Por el contrario: el papel del intelectual de hoy debe ser el del hereje. Pienso en la hermosa frase de Bertold Brecht: "Nos sentamos en el lado equivocado, ya que todos los demás asientos estaban ocupados". Eso es: debemos ocupar siempre el "lado equivocado"...

'La utilidad de lo inútil'.

'La utilidad de lo inútil'

Autor: Nuccio Ordine

Editorial: Acantilado

176 páginas. 9,50 euros