El 24 de julio de 1938, Antonio Zabala dejó de enviar cartas a su familia. Ahí empieza el camino de una búsqueda que tres mujeres de su familia fueron archivando en una caja. Esa historia permaneció oculta hasta que el periodista y escritor José Antonio Ponseti, que ha trabajado en muchos medios incluida la Ser donde presenta Ser aventureros, tuvo en sus manos esa caja azul que le entregó su madre antes de morir, pasándole el testigo para que encontrase a su abuelo. Lo ha hecho y lo ha plasmado en la novela La caja azul (Suma) de la que hablará el miércoles, a las 19.30 horas en el Teatre Arniches, dentro del ciclo Xats de la Conselleria de Cultura. Lo hará junto a la escritora Berna González Harbour.

¿Por qué escribir una novela sobre la memoria histórica o, más bien, por qué escribir una novela sobre su memoria histórica?

La verdad es que no me lo planteé. Al principo, cuando empecé la investigación, abrí la caja y empecé a buscar a mi abuelo nunca pensé que se transformaría en una novela. Empiezo a ser consciente de que tiene que ser novela cuando me doy cuenta de que en mis idas y venidas a bibliotecas y archivos, y cruzando el Ebro como lo hizo mi abuelo, me reconoce gente que está en mi mismo caso y se siente apoyada por mí. En esa situación pienso que probablemente voy a ayudar, además de a mí mismo, a mucha gente que se va a sentir muy apoyada y muy agradecida. Porque al final La caja azul no deja de ser una caja de silencio y de pena. Yo sabía que cuando la abriera no iba a terminar bien la historia. Al ser una historia de silencio y de dolor tomo conciencia de que probablemente haya muchas casas con cajas no sé si azules, blancas o rojas. En la Guerra Civil al final vamos a los tópicos, pero hubo mucha gente que ni azul ni rojo, y se vio metida en una lucha que ni pensaron ni querían tener.

Ha sido un reencuentro con su abuelo...

Mi abuelo, y por eso hay una parte de la reconstrucción que me ha encantado, era una persona con estudios y preparada. Eso te hace tomar conciencia de lo que vivieron muchas familias. La caja azul va de abril a julio del 38. En abril es cuando muere el hermano de mi madre con 3 años y cuando mi abuelo empieza a venirse abajo. Y cuando mi abuelo finalmente desaparece. Todo eso queda relatado en las cartas familiares que van compartiendo. Yo sabía que mi abuelo había desaparecido en la Batalla del Ebro cuando tenía 32 años. Cuando pensé en novelarla no quise hacer una historia pura y dura de mi familia porque ficcionándola era más fácil de entender a mi abuelo.

Su bisabuela, su abuela y su tía abuela. ¿Por qué tres mujeres como base de esa historia?

Son las tejedoras de la memoria porque fueron claves. Joana, mi abuela; Teresa, que era la hermana de mi abuelo, y la madre de mi abuela, Francesca. Y mi madre, que se llamaba también Joana y que recordaba mucho a pesar de tener 5 años. Yo me doy cuenta cuando abro la caja de que son ellas las que han ido guardando todo y las que han hecho toda la búsqueda, en campos de concentración, en la Cruz Roja Internacional, en distintos frentes donde estuvo destinado. Todo eso va quedando guardado en esa caja. Estoy convencido de que mi madre se lo pensó dos veces antes de dármela.

"En la Guerra Civil al final vamos a los tópicos, pero hubo mucha gente que ni azul ni rojo, y se vio metida en una lucha que ni pensaron ni querían tener"

¿No sabía que esa caja existía? 

No, solo ellas cuatro. Cuando me la entregó mi madre fue una circunstancia muy compleja. Me dio la caja antes de morir y tenía que cumplir dos premisas: una no abrirla hasta que estuviera muerta y la otra, investigarlo todo y decidir si lo contaba o si volvía a guardar la caja. Y cumplí las dos, aunque la caja no la abrí hasta cuatro años después. Sabía que no tenía final feliz, pero hay luz al final del túnel porque así he conocido a mi abuelo, que creo que era una persona muy especial.

¿Ha sido fácil sentirse el protagonista de esta trama familiar? ¿No tenía cierto pudor?

Pues tuve una parte en la que me planteo el libro, lo desarrollo un poco, me hago un esquema y me doy cuenta de que afortunadamente mi protagonismo sería menos, porque lo estructuro a través de los ojos de mi madre, que es tambén un homenaje a ella, y a través de los ojos de mi abuelo. Pero luego una vez me pongo a escribir me pego una panzada a llorar. Cada noche acabo deshecho. Tanto que le dije a mi editor que no sabía si iba ser capaz porque moralmente me llevaba mucho a momentos difíciles y tristes.

Portada de "La caja azul"

Portada de "La caja azul"

¿En cierto modo ha sido terapéutico escribir esta novela?

Sí, ha sido como cerrar el circulo. Después me ha reconfortado mucho. Han pasado 84 años de la Batalla del Ebro y hablamos mucho de los ajusticiados en las cunetas, pero yo quería traer a mi abuelo de regreso. Después no ha habido odio, no está nada politizado, no es un libro con odio, pero entiendo que a los que a día de hoy queden vivos odien visceralmente, porque realmente fue una faena. Se lo quitaron todo y les trituraron la vida. Ha cambiado mi forma de ver las guerras.

 España lleva años buscando a abuelos, tíos, padres… en las cunetas. ¿Cómo puede ayudar la literatura, su novela en concreto, a paliar ese dolor en ese camino de búsqueda?

Yo creo que puede dar claves de que sí se puede llegar a saber un poco más del familiar al que vas buscando. El trabajo que se ha hecho en archivos y bibliotecas es encomiable porque encuentras de todo. Internet es un vehículo para encontrar cosas que serían impensables en otra época. Es cierto que me habría gustado hablar de primera mano con los familiares que ya no estan, pero creo que La caja azul te puede ayudar a encontrar ese camino para llegar donde está tu familiar.

También en ese camino hay muchas críticas, por parte de aquellos que quieren mirar hacia adelante como si el pasado se pudiera borrar sin más. El otro día Feijóo restó importancia a los muertos asegurando que "nuestros abuelos se pelearon".

Mira, yo siempre pongo un ejemplo. Vas a Normandía y encuentras muchas cosas sobre el desembarco. No puede ser que siempre le demos un carpetazo a la Guerra Civil cuando en el Frente del Ebro sigue habiendo trincheras, han encontrado munición y muchas más cosas. Siguen sacando a nuestros muertos y no podemos pasar página. Se trata de que la gente sepa qué pasó con los suyos. No se trata de revivir los enfrentamientos, el odio. Aquí hablas con alguien y todo el mundo ha tenidio a alguien en la Guerra Civil.

¿Qué le parece que se exhumen los restos de Franco y Queipo de Llano de los espacios donde se encuentran sepultados?

Yo entiendo que todo esto provoca pasiones, encuentros y odios extremadamente fuertes, pero también que hay que cerrar una página. No se trata de vencedores y vencidos, derecha e izquierda, sino de una mayoría enorme de este país que estuvo involucrada en una guerra porque le tocó simplemente, porque un día le buscaron en su casa y se lo llevaron. Si de verdad hay que poner un poco de tranquilidad todo tiene que estar en su sitio. No tiene que ser un punto de batalla.

Justamente el título de la charla en la que participa el miércoles en Alicante es Olvidar es volver a morir.

Sí. Es que no hay que olvidar. Si algo he hecho con este libro es que no quiero que se olvide a mi abuelo. No se merecía con 32 años y siendo padre de famlia terminar como terminó. Era una persona que no creía en la guerra, comprometido con la democracia.