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Entrevista

Pedro Simón: "Cuando hablas, el elefante azul que estaba en el salón desaparece y el fantasma se pira"

"Es increíble como las cosas no dichas y no hechas son tan importantes", afirma

Pedro Simón es el autor de "Los incomprendidos". Carlos Ruiz

Confiesa Pedro Simón que Los incomprendidos surgió de una sobremesa. O de muchas. Dice que un día cayó en la cuenta que, tras una buena comida, siempre acababa hablando con sus amigos "con pasión, desesperanza e incomprensión" de sus hijos. Un día "de repente" decidió ficcionar sus experiencias y miedos. Y surgió Los incomprendidos.

-¿Quién comprende a los que siempre tienen que tratar de comprender a los demás?

-De eso va el libro. Sentí que debía hacerlo. El que empiece a leer el libro puede creer que estamos ante una novela que habla de una relación de un padre con una hija adolescente incomprendida, pero no. A medida que uno va leyendo, ve que aquí incomprendidos somos todos. ¿Quién comprende al que tiene que comprender a otros? Los adolescentes se sienten incomprendidos, pero los padres también nos sentimos así y nadie habla de esa esfera. Los incomprendidos somos todos y todas las generaciones se mueven en ese juego de incomprensión mutua.

-Todos sus personajes tienen sensación de culpa.

-Y de envidia, de celos infantiles... Es increíble como las cosas no dichas y no hechas son tan importantes, y como, como una enredadera que se mete en el muro, te tira el hogar familiar abajo. Respecto a la culpa, los padres siempre tenemos culpa. Eso es la crianza. Siempre nos vamos a la cama con culpa. Tengo 51 tacos y la puta culpa siempre está ahí, porque con siete años ya nos hacían darnos una palmadita en el pecho por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. ¿Pero qué culpa va a tener un niño de siete años? Por favor.

-En su historia, como en la vida, el silencio ayuda a dejar las cosas pasar.

-En esta familia no hablan porque consideran que eso es meterse un poco en la esfera del otro y remover o sacar cosas de debajo de la alfombra. Pero lo cierto es que todos querrían hablar, pero no se atreven porque les incomoda. Lo que sí queda claro en la novela y en la vida es que cuando hablas, el elefante azul que estaba en el salón, desaparece y el fantasma se pira. Pero de eso solo nos damos cuenta cuando hablamos.

-El silencio, en parte, lo provoca el no querer contar qué pasó y porque, según el narrador, si se contara se miraría distinto.

-Estoy absolutamente convencido de que cualquier lector de este diario podría ser protagonista de un reportaje. Otra cosa es que lo quiera contar. Uno puede hablar de un abuso que pudo tener de pequeño, una depresión, la ansiedad que tiene cada noche, lo solo que se siente. Todo eso daría para una novela. Lo que pasa es que no estamos dispuestos a subirnos al escenario, desnudarnos y que se vea nuestra debilidad. Eso no nos gusta. Me fascina saber la vida de esa gente que tenemos sentada al lado en el autobús y cuya vida desconocemos, pero que podrían parecerse a las historias como las de Inés, Javier, Celia y Roberto.

-'Los incomprendidos' además de un viaje al abismo es también un viaje de angustia por sentirse en el infierno.

-Es un viaje hacia la encrucijada, hacia el sitio donde todo se puede arreglar; es un mirar por el retrovisor y pensar que debes regresar y arreglar lo sucedido. Por eso creo que, aunque es una novela dura, también es esperanzadora. Todas las cosas se pueden restañar por duras que sean. Tengo amigos que han pasado por traumas de jovencitos y el tiempo lo ha colocado todo en su sitio y han vuelto a sonreír, a tomar una copa, se lo han pasado bien y han vuelto a ser felices de algún modo.

-¿Qué es más difícil, comprender a los padres o a los hijos?

-Creo que es más difícil de comprender a un hijo porque ahí fuera hay un mundo nuevo que nada tiene que ver con el nuestro.

-¿Se puede superar la pérdida de un hijo o un hermano?

-El dolor aplasta y, cuando no gestionamos bien los traumas, se nota. Hay gente a la que te arrimas como si fuera un brasero y de otros huyes porque te generan rechazo. En Los Incomprendidos también se habla sobre la gestión del trauma. Vamos al psicólogo, no vamos; te cuento yo lo mío, me cuentas tú lo tuyo. ¿Por qué no hablamos? Porque no nos atrevemos aunque las cosas nos estén haciendo daño a todos.

-Sus personajes tienen una carga psicológica importantísima.

-Y tiene que ver mi profesión de periodista. Somos un poco vampiros y vamos chupando de los otros para destilarlo y luego contárselo a la gente. Las experiencias me sirven para novelarlas. De la calle guardo cosas en mi zurrón para luego ficcionarlas Me interesan las inseguridades de los otros, dolores, dudas, miedos, el paso del tiempo... Todo eso solo está, en la calle.

-La autoexigencia que las redes sociales someten a Inés asusta.

-Los silencios de ahora tienen que ver con el ruido de la calle, y ese ruido, tiene que ver con las tecnologías deshumanizadoras y la mirada exigente del otro. Desde luego que prefiero ser adolescente en mi época que ahora. La exigencia a la que someten las redes es una putada.

-Ahora que se ha desahogado a través de sus personajes, ¿se siente un incomprendido?

-Al escribir una novela te vísceras a ti mismo. Se pasa por una travesía dolorosa y también te sacas muchos demonios. Trato de entender a mis hijos y hago una gimnasia diaria para que ellos me entiendan. Me gustaría que este libro sirviera para tender puentes. El otro día me contó una madre de un chaval de 17 años llegó a casa y lo primero que hizo fue pedirle perdón a su padre. Eso es maravilloso.

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