El espíritu alicantino de Rafael Altamira a través de sus artículos

Ignacio Ramos, biznieto del historiador y jurista, reúne por primera vez en el libro "Escritos sobre Alicante y sus fiestas", editado por la UA y el Ayuntamiento, las colaboraciones publicadas en prensa y revistas

El llibret de la hoguera de San Fernando en 1934, de la que Altamira era foguerer mayor.

El llibret de la hoguera de San Fernando en 1934, de la que Altamira era foguerer mayor.

«Yo he pensado que lo que hago fuera de Alicante, en América, en Europa, no tiene nada que ver con mi nombre y apellido. Yo soy un hombre representativo de mi país y, sobre todo, de Alicante». Lo dijo Rafael Altamira (Alicante, 1866-México, 1951) en el discurso que pronunció en 1934 cuando se le entregó en el Ayuntamiento de Alicante la Medalla de Oro de la Ciudad. Un título que alimentaba una alicantinidad que el historiador y jurista, creador de la Extensión Universitaria, defendía pese a la lejanía con su tierra a la que le llevó primero el estudio y las obligaciones profesionales, y luego el exilio.

Este es uno de los 18 textos que Ignacio Ramos Altamira, biznieto del pensador y pedagogo, ha reunido en Escritos sobre Alicante y sus fiestas, editado por la UA y el Ayuntamiento, páginas en las que se publican por primera vez de forma conjunta los artículos sobre las tradiciones de la ciudad que el que fue jurista del Tribunal de Justicia de la Haya y candidato al Nobel en varias ocasiones escribió en periódicos y revistas de esa época. 

Todos ellos, relacionados con Alicante, a los que se unen los discursos que dio cuando le entregaron la Medalla de Oro, cuando volvió de América y durante su intervención de exaltación de las belleas. Y se completa con los prólogos de los libros de relatos ambientados en Alicante Cuentos de Levante (1895), que es el texto que abre el libro, y Fantasías y recuerdos (1910).

Portada del libro

Portada del libro

Otro artículo destacado es Arte popular: las danzas, publicado en 1896 en la revista Apuntes, porque el texto incluía ilustraciones de Vicente Bañuls. El último escrito por Altamira es de 1934, titulado El museo de les fogueres, publicado en la revista Festa, en el que reclamaba un centro museístico sobre esta fiesta para la ciudad.

Con las Hogueras tuvo Altamira una especial comunión, sobre todo en los años treinta del pasado siglo, ya que fue un tema del que escribió en numerosas ocasiones y del que se recogen en este libro 7 escritos. Tanto es así que fue nombrado Foguerer Mayor de la hoguera de San Fernando en 1934. «Lo ocurrido con les fogueres no es, en efecto, sino un caso particular del margen considerable de cosas interesantes para la colectividad alicantina que, por su neutralidad -digámoslo así- con relación a las que dividen a los hombres, pueden y deben ser campo común de actividad y de cooperación para su mejor éxito», escribía en el artículo Lo diferencial y lo común, publicado en el diario alicantino Hoy el 29 de junio de 1934.

Uno de los dibujos de Bañuls para el artículo de Rafael Altamira.

Uno de los dibujos de Bañuls para el artículo de Rafael Altamira. / Bañuls

Su amigo Gabriel Miró

El libro se cierra, a modo de epílogo, con el artículo que publicó en 1910 en la revista madrileña Prometeo el escritor alicantino Gabriel Miró, gran amigo del jurista, cuando este volvió de América. «Altamira está enteramente poseído de la santa verdad del saber y del amor», escribía Miró sobre el historiador, «un hombre de generosa sabiduría, de bondad y dulzura patriarcales».

Ignacio Ramos, además de la búsqueda de textos, ha realizado la introducción de este libro. «Son todos los que he encontrado y nunca se habían publicado de forma conjunta», asegura. En ellos, destaca su estilo «más personal y sencillo, lejos del tono académico habitual de sus libros».

Altamira vino más a Alicante en los años 30 «porque ya estaba jubilado y le pudo dedicar más tiempo, pero nunca se olvidó de su tierra y a menudo se refirió a ella en sus escritos literarios y en sus declaraciones de prensa». Por eso, espera que cuando los restos de su bisabuelo vuelvan desde México, «esperamos que sea recibido con todos los honores».

«Hay que amar a la terreta, hay que hacer que el pueblo la ame y adquiera conciencia de ese amor y lo funde en algo positivo, en algo que tenga vida, en vez de ceñirlo a las fluctuaciones de un instinto desigual, de un sentimiento primitivo alimentado por vagos recuerdos». Otra lección de Rafael Altamira, que se incluye en uno de estos artículos.