Libros

“Ivo y Jorge”, la cruz y la cara de dos aventureros del siglo XX

Un libro del periodista y cineasta francés Patrick Rotman explica el encuentro decisivo de Jorge Semprún e Yves Montand, dos amigos y dos artistas marcados por las guerras cuyas vidas trazan también una historia intelectual y política del siglo XX europeo

Ivo y Jorge, o Yves Montad (dcha.) y Jorge Semprún, a finales de los 70.

Ivo y Jorge, o Yves Montad (dcha.) y Jorge Semprún, a finales de los 70.

Juan Cruz

Juan Cruz

Dos aventureros del siglo XX, intelectual uno, español transterrado, comunista juvenil, decepcionado en su primera madurez, y el otro un músico, bailarín enamoradizo, actor comprometido, son las caras (y las cruces) de un libro, Ivo y Jorge (Tusquets), que es a la vez una historia intelectual y política del siglo XX.

Uno es, naturalmente, Jorge Semprún, aquel Federico Sánchez que vivió de prestado, clandestino, en varias casas de Madrid (una de ellas, la del poeta Ángel González, enfrente del Ministerio de Obras Públicas del franquismo). Y el otro es Yves Montand, artista de la voz y del baile, y también de los escenarios cinematográficos, que poco a poco fue abrazando también las ideas de la lucha del proletariado. Poco a poco ambos, a lo largo de una historia que incluyó, en el caso de Semprún, el exilio español y la guerra europea, se fueron encontrando, hasta ser al final amigos íntimos y colaboradores.

Poco a poco, además, los dos fueron desencantándose de la idea central de los artistas comprometidos de aquel tiempo, el comunismo. Los dos venían de intereses y bagajes muy diferentes. El español era hijo de la aristocracia liberal española y el marsellés era hijo, por decirlo así, de la calle y de la ascendencia comunista. Sus educaciones diferían, por tanto, y a los dos les picó de una manera distinta el arte. El uno abrazó la literatura como modo de luchar contra su melancolía o su rabia cuando estuvo preso por los nazis en Buchenwald, e Ivo (Yves) se las arregló como pudo en las calles difíciles de su ciudad natal, Marsella, donde le prosperó el comunismo en las venas.

Se juntaron, cuando ya el desencanto era el final de partida (y de partido) para los dos, así que ambos se convirtieron en metáfora (ruidosa primero, porque Semprún no se calló sus discrepancias con Moscú, y con Santiago Carrillo, su jefe en el comunismo español, y luego poco a poco más o menos ruidosa y socialdemócrata en ambos casos) de las desavenencias que durante una época que vino a acabar con la caída del Muro de Berlín vivieron con quienes estuvieron más comprometidos con el comunismo de la posguerra.

No era difícil juntarlos, porque durante años, desde que se conocieron, fueron cada vez amigos más próximos, pero nunca había habido antes alguien que se atreviera a sentarlos, al menos literariamente, y también de veras, en asientos contiguos, hasta hacerlos aparecer juntos en un libro. Quien lo ha logrado, con resultados bien emocionantes e insólitos, es Patrick Rotman, cineasta, periodista, documentalista y escritor francés, autor de veinte documentales, entre ellos el que abraza uno de los grandes libros del protagonista español de esta historia de dos: La escritura o la vida (también en Tusquets), una obra maestra de la narración de memorias en cualquier lengua. Es también autor de obras documentales sobre la liberación francesa de la ocupación nazi y de una biografía del propio Montand.

Yves Montad (dcha.) en un fotograma de 'La guerra ha terminado', film dirigido por Alain Resnais con guión de Semprún en el que el actor francés interpreta a un militante comunista español exiliado en París.

Yves Montad (dcha.) en un fotograma de 'La guerra ha terminado', film dirigido por Alain Resnais con guión de Semprún en el que el actor francés interpreta a un militante comunista español exiliado en París. / Archivo

Es una obra de no ficción; es decir, puede entenderse que en algunas ramas de este árbol el autor ha reinterpretado diálogos que posiblemente ocurrieron pero que dichos en escritura no desmerecen aquellos que de veras pudieron pasar entre estos dos personajes que terminaron unidos por la voluntad rocosa de la historia del siglo XX. La guerra española destrozó la vida juvenil de Semprún, la guerra europea lo hizo militante comunista; esta misma guerra hizo militante, hasta que fue comunista y más allá, a Montand; los dos padecieron a la vez los látigos del fascismo, y a los dos los sacó de la historia común de aquellos años (la militancia de partido) el desinterés por el exceso de razón que reclamaba para sí la autoridad de origen moscovita.

Ese diálogo, naturalmente, se fue haciendo por separado, consigo mismo o con los otros (en el caso de Semprún, con disidentes españoles como Fernando Claudín) y a partir del común descubrimiento, tras la guerra, de la noche y las mujeres, en el caso de Yves, y de la literatura de la experiencia, que le ayudó a Semprún a ahondar en sus propias contradicciones, que hasta el día de hoy no han cesado de pasarle facturas. Con el agravante de que el primero que las puso de manifiesto, en sus libros, en sus declaraciones, en este mismo libro, fue el propio exministro de Cultura de Felipe González.

Jorge Semprún en 1989, cuando era Ministro de Cultura del gobierno socialista.

Jorge Semprún en 1989, cuando era Ministro de Cultura del gobierno socialista. / A. Martín

De esos libros que dejó como testimonio es La escritura o la vida el que cava más hondo, porque mezcla todo lo que le pasó en la guerra (y bajo el dominio nazi, en el campo de concentración) con sus dudas en el propio encarcelamiento, sus sucesivas contradicciones acerca del papel que ha de tener un preso cuando además goza de algunos privilegios carcelarios. Rotman habla con Jorge Semprún y con Yves Montand; la conversación, que tiene como base la realidad que ambos vivieron, en sitios distantes y distintos, se va enredando hasta que ambos coinciden en un viaje a Moscú cuando ya no hay allí, oficialmente, comunismo, y los dos van contando pausadamente, pero sin vuelo en el verso, como si el entrevistador los pusiera ante un ejercicio de confesión mutua, lo que les pasó, lo que los hirió políticamente y lo que humanamente fue consecuencia de esas vidas paralelas.

Ese encuentro en Moscú en torno a 1990, antes de que Semprún fuera nombrado en España, por un gobierno socialista, ministro de Cultura, es un hallazgo mayor de este libro de Patrick Roman, pues simboliza el final de una larga escapada, iniciada cuando mirar hacía Moscú era, para los jóvenes comprometidos que habían sido estos dos amigos europeos, como el viaje al Santo Grial. Ahora, enfrentados a la podredumbre en que quedaron las esperanzas juveniles, ya no tienen otro arrebato que el de contar, uno escribiendo o haciendo guiones, el otro interpretando episodios de las maldades del pasado, hasta dar con películas que dejaron por escrito (escrito en el cine) testimonios como La confesión, que Costa Gavras (cineasta preferido de ambos) convirtió en una metáfora de lo que a ninguno de los dos le resultó ajena como piedra angular de su melancolía de militantes burlados.

“El comunismo no era la juventud del mundo, pero fue nuestra juventud”, le dice Semprún a Montand, ante el recogijo de la esposa de este, la actriz Simone Signoret, y este último expresa en sus ojos “la melancolía de los días pasados, de los años desvanecidos”.

Esa frase, ese diálogo en el que uno es quien certifica y el otro el que oye, refleja al fin casi toda la corriente alterna de este libro que es a la vez electricidad y temporal, historia y arrepentimiento, alegría y extrañeza. Si quieren saber por dónde fueron esos derroteros y qué supone sentarse con dos que cabalgaron juntos para encontrarse en la misma duda y en iguales arrepentimientos, vayan a la librería, pidan Ivo y Jorge, y admírense de cómo se administra, periodística, literariamente, un diálogo absorbente, contemporáneo y abierto. Gracias a Patrick Roman y, naturalmente, a estos dos protagonistas de la parte más difícil del siglo pasado.