LIBROS

La historia de la Triple A que evocó Feijóo: del alma volátil de Evita al guardaespaldas 'criminal' de Fraga

El periodista Eduardo Bravo recupera en el libro 'AAA. Del peronismo mágico al caso Almirón' la historia de la organización armada de extrema derecha que sembró el terror en la Argentina de mediados de los 70 y sus importantes derivaciones en España

Rodolfo Eduardo Almirón (a la izda.), saliendo del Congreso de los Diputados en la época en que era guardaespaldas de Manuel Fraga (dcha.), presidente entonces de Alianza Popular.

Rodolfo Eduardo Almirón (a la izda.), saliendo del Congreso de los Diputados en la época en que era guardaespaldas de Manuel Fraga (dcha.), presidente entonces de Alianza Popular.

Jacobo de Arce

La escena parece sacada de una película de terror cutre o de una comedia muy negra, pero se cuenta como real. Primeros años 70, un chalet de lujo en Puerta de Hierro, el exclusivo barrio residencial madrileño. Dos mujeres yacen sobre una mesa, hombro con hombro. Una lleva muerta veinte años. Su cadáver, embalsamado, está bien conservado, aunque muestra algunos desperfectos. La otra está viva y ronda los 40. A su alrededor, un hombre realiza extrañas invocaciones y pases mágicos. Pretende que el alma de la difunta, Eva Perón, 'Evita', la primera dama que lo había sido todo en Argentina, transmigre al cuerpo de la segunda, María Estela Martínez de Perón, y le transfiera sus poderes. Por efecto de la magia o por pura casualidad, la jugada sale bien. Un año después María Estela, también conocida como 'Isabelita', será vicepresidenta del país latinoamericano en un gobierno que presidirá Juan Domingo Perón, y poco más tarde, presidenta tras la muerte de éste, que había sido marido de las dos y el dueño de la casa en la que se celebraban esos rituales.

Pero quien interesa en esta historia es el instigador y oficiante de esa ceremonia, José López Rega, al que se conoce como 'el Brujo'. Un turbio expolicía aficionado al esoterismo que se convertirá en mano derecha de Perón y, gracias a él, en todopoderoso ministro argentino. López Rega es también el fundador del grupo armado de extrema derecha Triple A, y por eso el principal protagonista de AAA. Del peronismo mágico al caso Almirón (Autsider Cómics), el libro en el que el periodista Eduardo Bravo cuenta los orígenes y la evolución de esta sanguinaria organización argentina a la que se atribuyen un mínimo de 700 asesintos o desapariciones en solo tres años de actividad armada, aunque hay quien eleva esta cifra al doble. Una lectura adictiva y repleta de información que se debate entre la crónica política, la de sucesos y el vodevil, porque muchos de sus infinitos personajes y peripecias, a menudo disparatados, producen un número parecido de escalofríos y risas, aunque la historia no tenga ninguna gracia. El pasado fin de semana, Alberto Núñez Feijóo la evocaba con bastante poca fortuna cuando decía que una "Triple A" es lo que necesita Madrid (refiriéndose a 'Almeida, Ayuso y [una mayoría] Absoluta'). Menos mal que el acrónimo elegido no fue ETA.

López Rega es un malo de película. Podría estar en La historia universal de la infamia de Borges. Además, es alucinante cómo una persona tan perversa pero mediocre acaba ganándose la confianza y casi torciendo la voluntad de un líder que, durante décadas, había sabido mantenerse firme ante la influencia o ambiciones de personas mucho más inteligentes, bienintencionadas y talentosas que él”, explica Eduardo Bravo, que además de un experto en ese territorio oscuro en el que la política más sucia se cruza con lo paranomal, como demuestran otros libros suyos como Ummo o Villa Wanda (también editados por Autsider Cómics), es un veterano periodista cultural que publica en diferentes medios, entre otros EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica.

Pedro Ara, el médico español que embalsamó a Evita, con el cadáver de esta. El cuerpo de la primera dama argentina vivió una espectacular peripecia por medio mundo que también se relata en el libro. / Archivo

La trayectoria de López Rega que se relata en el libro es la de un oportunista profesional. Utilizando un pasado inventado de guardaespaldas de Evita y la afición a lo oculto que compartía con María Estela, el expolicía consigue poco a poco acercarse a Perón y convertirse en su principal ayudante durante su exilio madrileño de los años 60. Y cuando ella es enviada por su marido a Argentina para reunificar el movimiento político que le seguía, es él quien la acompaña para ir tomando posiciones en el tablero político de Buenos Aires. Su vertiente esotérica venía de lejos: ya años antes de llegar a Madrid, López Rega había sido iniciado en religiones afrobrasileñas y mostraba pasión por los ritos mágicos. “Que fuese mera afición, curiosidad, impostura o se lo creyese realmente no se puede saber. Lo que sí es cierto es que escribió libros esotéricos que le sirvieron para medrar social y políticiamente”, apunta Bravo.

Fue también López Rega quien le tomó la palabra a Perón cuando éste dejó caer que para controlar a los subversivos de izquierda que había en su país, muchos pertenecientes a su propio partido, estaría bien crear un somatén, una organización parapolicial como la que había existido en Cataluña y otras zonas de España para defender los intereses de la oligarquía desde la Edad Media, y que el franquismo recuperó y convirtió en legal. A principios de los años 70, y en consonancia con los aires que soplaban en todo el mundo, una parte importante del movimiento peronista, sobre todo su rama juvenil, abrazaba con énfasis la causa revolucionaria y se ganaba el aprecio de ciertas capas de la población. Y eso era algo que el sector reaccionario del peronismo, una especie de ideología-mundo en la que históricamente ha cabido todo, de extremo a extremo del espectro político, no podía permitir.

En marzo de 1973, los peronistas ganan las elecciones en Argentina. Perón ya ha visitado el país el año anterior, pero todavía tiene prohibido presentarse y participar en las elecciones. Héctor Cámpora, figura poco querida por el peronismo de derechas, es elegido presidente, y Perón coloca como todopoderoso ministro de Bienestar Social a su hombre de confianza, López Rega. Él será el encargado de organizar la recepción del mandatario cuando por fin aterriza en Argentina en mayo de ese año. Pero el acto en las cercanías del aeropuerto de Ezeiza, donde se concentraban miles de seguidores de las dos facciones enfrentadas del partido, acaba en tragedia. López Rega ha puesto en marcha la estrategia de enfrentamiento que Perón había sugerido, y sus hombres provocan una batalla campal con el bando contrario donde utilizan armas de fuego, acabando con la vida de 13 personas y dejando cientos de heridos.

El coronel Jorge Osinde, uno de los lugartenientes de López Rega y responsable de la seguridad del acto de recepción a Perón, blande un arma en el palco de Ezeiza.

La internacional fascista

Unos meses después de Ezeiza, la Triple A firma su primer atentado reconocido cuando hace explotar una bomba en el coche del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, poniendo en marcha su espiral asesina. Pero además, lo sucedido en las inmediaciones del aeropuerto argentino se convierte en un modelo exportable. En concreto, para uno de los episodios más oscuros de la Transición española a la democracia: los sucesos de Montejurra, que también han vuelto a la actualidad en las últimas semanas.

Los sucesos de Montejurra, en 1976. El conocido como 'hombre de la gabardina' empuña una pistola. A la izda. de la foto, tapándose la boca, el neofascista italiano Augusto Cauchi, militante de Ordine Nuevo.

Los sucesos de Montejurra, en 1976. El conocido como 'hombre de la gabardina' empuña una pistola. A la izda. de la foto, tapándose la boca, el neofascista italiano Augusto Cauchi, militante de Ordine Nuevo.

El domingo 9 de mayo de 1976, la tradicional peregrinación carlista al monasterio de Irache, en Navarra, termina en un baño de sangre. Partidarios de las dos facciones de aquel movimiento, la tradicionalista y reaccionaria liderada por Sixto de Borbón-Parma y la socialista y autogestionaria (aunque también monárquica) que comandaba su hermano Carlos Hugo se enzarzan durante el ascenso al monasterio con palos y piedras. Pero no tardan en aparecer algunas pistolas y una metralleta. Las armas de fuego las ponen los seguidores de Sixto, que son los que provocan el enfrentamiento, mientras las principales víctimas, dos muertos y varios heridos de bala, se cuentan en el otro bando.

Estos días han sido publicados documentos confidenciales de la época que probarían que la versión oficial que se había dado por buena hasta ahora, y que presentaba aquellos sucesos como un simple enfrentamiento dinástico entre hermanos, no era del todo cierta. Detrás de lo sucedido estaba el estado profundo franquista y sus fuerzas de seguridad, dirigidas entonces por el ministro de Gobernación, Manuel Fraga. Fraga y varios de sus subordinados habrían participado de manera directa en la organización de aquella maniobra violenta que tenía como objetivo frenar a los partidarios de Carlos Hugo en su oposición al régimen y en sus aspiraciones al trono español (Sixto, en cambio, se había posicionado a favor del reinado de Juan Carlos I impulsado por Franco), amedrentando de paso a un movimiento obrero que cada vez ganaba más fuerza en Navarra.

Pero aquel domingo de mayo en ese monte cercano a Estella había algo más que carlistas y policías infiltrados. Testigos y periodistas declararon haber visto a algunos destacados representantes de organizaciones ultraderechistas extranjeras participando activamente en los altercados. No era una presencia extraña. Aunque comenzaba a asomar la Transición ,"España era en aquellos años un santuario para pistoleros fascistas de todo el mundo. No hay más que revisar las hemerotecas para ver cómo durante los setenta y principios de los ochenta se dieron cita en nuestro país neofascistas italianospies negros argelinos que habían sido miembros de la OAS, ultraderechistas argentinos como López Rega y sus muchachos de la Triple A, ultraderechistas chilenos, sin olvidar, por supuesto, a los fascistas patrios o a nazis como Otto Skorzeny o Leon Degrelle, que vivían aquí sin ningún problema y recibían homenajes”, explica Eduardo Bravo.

El periodista Eduardo Bravo, autor de 'AAA. Del peronismo mágico al caso Almirón'. / Archivo

De Montejurra a Génova, 13

Uno de esos rostros siniestros que varios testigos decalararon haber visto en Montejurra fue el de Rodolfo Eduardo Almirónexpolicía argentino y miembro destacado de la Triple A que es otro de los protagonistas del libro. Como su jefe López Rega, Almirón también tenía un pasado muy oscuro en la policía bonaerense. Durante años, él y sus compañeros de la División de Robos y Hurtos se habían dedicado a extorsionar y terminar impunemente, en complicidad con criminales, con otros delincuentes comunes, haciendo negocio con los objetos robados. También había sido responsable de la muerte de un militar norteamericano después de una pelea en una discoteca en la que Almirón acabó sacando una pistola. Inhabilitado, durante años trabajó para la seguridad privada, hasta que un López Rega ya ministro les rehabilitó a él y a sus compañeros de unidad y les puso a organizar, en paralelo a sus labores como policías, lo que después sería la Triple A.

López Rega (a la izda.) ejerce como padrino en la boda de Rodolfo Eduardo Almirón (con barba) y Ana María Gil Calvo.

Los mandatos de Perón primero y de Isabelita después, y con ellos el de López Rega, que de ministro había pasado a embajador en España, duraron poco. En 1976, una junta militar se impuso por la fuerza en Argentina y los miembros de la Triple A se vieron de repente sin trabajo, desplazados y algunos perseguidos por una maquinaria asesina todavía más eficiente y desatada: la de Videla y compañía. Algunos miembros del grupo decidieron trasladarse a España, que con la democracia en sus primeros pasos, todavía parecía un refugio seguro. A López Rega no le funcionó, porque el gobierno español aceptó la petición de extradición formulada por Argentina, aunque avisó con tiempo a ‘el Brujo’ para que huyera a Suiza antes de ser detenido.

Almirón, en cambio, ingresó en una empresa de seguridad propiedad de los todopoderosos hermanos Cortina, y pronto se convirtió en guardaespaldas personal de Manuel Fraga, a cuyo servicio permaneció varios años. Poco pareció importarle al político gallego el pasado de su protector, porque cuando Cambio 16 destapó la historia en marzo de 1983, Alianza Popular consiguió que un juez secuestrara dos números de la publicación, y el propio Fraga mantuvo a Almirón en su puesto.

El primero de los dos números de 'Cambio 16' que fueron secuestrados por la justicia a petición de Alianza Popular. / Archivo

“Fraga conocía quién era Almirón porque conocía quién era López Rega. De hecho, es Fraga quien advirtió al exministro de Bienestar Social que iba a ser detenido y le dio un plazo razonable para que huyera del país. Otra cosa es que supiera de manera pormenorizada los asesinatos que se le imputaban a Almirón”, explica Bravo. “En todo caso, parece ser que, antes de que Cambio 16 publicase que Almirón era guardaespaldas de Fraga, esa información ya obraba en manos de Interviú, pero Alianza Popular, tras reunirse con Antonio Asensio, consiguió que no se publicase. Por si esto no fuera suficiente, las organizaciones de Derechos humanos habían hecho llegar a Alianza Popular un dossier explicando quién era Almirón, pero ni Fraga ni los demás miembros de la AP de la época se quisieron dar por enterados o, dándose, no lo retiraron de su puesto hasta que no les quedó más remedio”.

En el libro de Bravo, Jorge Vestrynge, entonces secretario general de Alianza Popular y persona cercanísima a Fraga, relata cuánto le costó que el partido se quitase de encima al represor argentino, “un tío correcto, educado, no parecía mala persona, jamás había dado motivo de queja”, dice. Almirón llegó también a hacer alguna asesoría en materia de seguridad al nuevo gobierno socialista. Pero después del episodio de Cambio 16, quedó definitivamente tocado.

Durante los veinte años siguientes siguió viviendo en España sin que se supiera de él, hasta que El Mundo le encontró en 2006 llevando una vida modesta y anónima en la periferia de Valencia. Fue detenido para ser extraditado a Argentina, y allí murió en 2009, mientras permanecía en la cárcel a la espera de sentencia firme. Ana María, mujer de Almirón, da en el libro su versión de la historia. Una historia en la que, como en la de López Rega y ese ‘esoterismo armado’ argentino -en la ajustada expresión del escritor Martín Caparrós-, los límites de lo real o de lo verosimil son a menudo curvos, y que por eso necesitan que se arroje nueva luz sobre ellas.