Entrevista

El Brujo: "Los temas que elijo giran en torno al sentido trascendente de la existencia"

El veterano y reputado intérprete cordobés regresa a la Murcia con su último monólogo, 'Los dioses y Dios', una "reflexión libre" a partir de Anfitrión, el clásico de Plauto

'El Brujo'.

'El Brujo'. / Jero Morales

Saúl Fernández

Dice Rafael Álvarez, ‘El Brujo’, que Los dioses y Dios, obra que presenta este viernes en el Teatro Romea de Murcia, es un "espectáculo inusual" en el que aborda cómo el ser humano se aferra a la mitología cuando se asoma al abismo de lo desconocido. Lo hace a partir de Anfitrión, el clásico de Plauto; ya saben, el texto en que Júpiter, enamorado de Alcmena, aprovechando la ausencia del marido de ella, Anfitrión, que está al frente de las tropas tebanas en su campaña contra los teléboas, toma el aspecto físico de este para engañar a su esposa y hacer el amor con ella.

Pero en realidad, el actor cordobés cuenta una historia que se entremezcla con el resto de las historias que ha representado a lo largo de su larga trayectoria, y salta de un tema a otro y habla de la naturaleza, de escribir, de leer, de la importancia de la palabra, de Anfitrión, Mercurio, Júpiter y Sosias y de Fernando Simón y la pandemia, de nuestros políticos... El Brujo style. Él es el juglar de nuestros tiempos, el intérprete que sabe que "la palabra es el gran instrumento creador, es el vehículo que transporta el impulso íntimo que nace del alma, que da vida". La palabra, siempre por encima del ruido: "Hay mucho barullo, con agresividad, con crispación, con demasiada información, lo que nos lleva a la incertidumbre".

Los dioses y Dios dice usted que es el relato de la hermandad del Mediterráneo.

Bueno, algo así. La obra está basada en una comedia de Plauto y su comedia, a su vez, basada en una tragedia griega que parece ser que se perdió. Plauto sí que la vio, sí que se conoció en la antigüedad clásica, pero de ella sólo queda el título. La tragedia se llamaba Heracles y trataba sobre el mito del nacimiento de Hércules. Sobre este tema es que Plauto, cuatro siglos más tarde, en el siglo I antes de Cristo, hace la comedia que titula Anfitrión.

¿Qué debe tener una historia para que la elija como propia, para que decida montarla?

He hecho a Santa Teresa, a los griegos, los clásicos españoles... Si se da cuenta, todos estos temas que elijo giran en torno a una misma idea: el sentido trascendente de la existencia. Lo que busco es conocer el significado de nuestra presencia en el mundo. Para muchas personas la vida es trabajar, beber unas copas los días libres, tener hijos, ir al fútbol, ver la tele, votar, si vives en un sistema democrático, o joderte y no votar y aguantar al dictador de turno, pero, en cualquier caso, al final, después de jubilarte, morirte. ¿Qué significado tiene eso? ¿Cuál es el mensaje de esta película?

Cuénteme.

Esas son las grandes preguntas de los clásicos y no tienen respuesta dogmática, como la Iglesia te da un dogma, los políticos te dan una consigna como algo incuestionable y tal. Esa pregunta la tiene que responder cada uno de los seres humanos. Ese es el gran reto y la gran aventura de los seres humanos y para ayudarte a descifrar ese enigma está la sabiduría de los clásicos.

Usted coge los clásicos y los entrega al público. ¿Sale conociéndolos?

El público no conoce a los clásicos porque no todos son filólogos o profesores de Universidad, pero cuando salen de la función salen conociendo lo que hay que conocer de los clásicos: su destilado, la esencia de una determinada obra y su aplicación a un momento distinto y a una cultura diferente. Tú a Donald Trump le cuentas todo esto de la cultura y los clásicos y él te dirá que lo que necesita es ganar unas elecciones y ganar más dinero. Yo le diría: «¿Para qué quiere más dinero con la edad que tiene si siempre está encabronado con la vida?»

¿En qué momento descubrió que la mejor manera que tenía usted para trabajar era solo?

Lo descubrí por necesidad. Yo quería hacer teatro, pero también tener mis días libres y trabajando con más gente, en una compañía, no puedes descansar los días que quieres: tienes que armonizarte con el resto del reparto. Eso era muy complicado. Entonces yo decidí hacer un monólogo, que fue El Lazarillo, y me fue muy bien y, a partir de ahí, he desarrollado esta manera de trabajar.

Por cierto, su teatro lo monta sobre la meditación, ¿no es así?

Casi todas mis obras giran en torno, no exactamente de las técnicas concretas de meditación, pero sí de la visión del mundo, de una visión de la vida que tiene mucho que ver con la visión del mundo y la visión de la vida en las que se sustentan las técnicas de meditación.

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