Entrevista | Karra Elejalde Actor

"La comedia se escapa de la lógica, de la métrica y de la matemática"

Karra Elejalde

Karra Elejalde / Juan Herrero/EFE

África Prado

África Prado

Con más de 80 películas en su saldo como actor, Karra Elejalde (Vitoria-Gasteiz, 1960) se declara defensor de los cortos y de los festivales que los proyectan como escaparate para nuevos realizadores, con quienes él sigue trabajando. Con dos películas pendientes de estreno -Kepler Sexto B, de Alejandro Suárez, y La voz del sol, de Carol Polakof- y una serie por grabar este verano, Elejalde recibe este sábado el Premio de Honor del Festival de Cine de Alicante.

¿Hace ilusión recibir un premio a estas alturas?

Lo que haces es no llegarte a creer que realmente lo mereces. Los premios no se pueden entender como justiprecio de tu trabajo y asusta un poco porque los premios de honor nunca se dan a gente de veinte años. Pero te lo plantean y dices, pues venga, vamos a hacer algo por los festivales, porque el festival de Alicante es de largos y de cortos, y yo soy muy defensor de los cortos. Si dispongo de tiempo y me proponen uno y el guion me gusta, lo suelo hacer, y lo digo sinceramente porque creo que es la única cantera que tenemos para crear en el mundo del cine, con escuelas y festivales. Yo he visto un montón de cortos Bajo Ulloa, de Julio Medem o de Nacho Vigalondo antes de trabajar con ellos, y luego he participado en las primeras películas de estos tíos que a día de hoy son directores consagrados. A esta gente, el cortometraje les dio la posibilidad de darse a conocer, es el caldo de cultivo donde germinan nuevos talentos y por eso para mí ir al festival es un acto de militancia y les hago ver lo importantes que son. Yo me siento halagadísimo y mi presencia es un acto de militancia y de agradecimiento.

Lo recibe con Alejandro Amenábar y Nathalie Poza. ¿Eso apetece más que solo?

Estas son las cosas que también contribuyen a que a uno le apetezca más, porque si encima voy a estar con Alejandro, que lo adoro, y con Nathalie Poza, que trabajamos juntos en esa misma película -Mientras dure la guerra-, pues con mayor motivo.

¿Qué recuerdos guarda de esa película y de su personaje de Unamuno?

Fue una película muy esforzada, tenía muchas horas de maquillaje y a eso le sumaba once horas de rodaje. Tenía el tiempo justo cuando acababa de rodar para dormir, ducharme y estudiar algo. Si rodábamos a las 8 yo estaba desde las 4 de la mañana con el maquillaje. Y después, también, por el gesto de la espalda, que aunque el personaje no varía su edad, sí se va degenerando y sentía mucho la espalda. El trabajo fue estar en maquillaje, que se te queda el culo plano, y luego encorvado, al ser un personaje mayor que yo e intentar parecerme a él. El actor nunca está solo: si le iluminan bien, sale bien, y si le dirigen bien, sale bien. Para bien o para mal, el actor no hace su trabajo solo, siempre está acompañado y arropado.

También hay que ser creíble, como usted.

Será porque soy un mentirosete (ríe), supongo que mentí mucho de niño y se me quedó. En definitiva, el trabajo de un actor es engañar y hacerte ver que sucede algo que no sucede, y supongo que se me da bien, así que pon en tela de juicio todo lo que te estoy diciendo (ríe).

El público quizá le ha visto más en comedia. ¿Le gusta más que el drama?

Si hago recuento, no creo que haya hecho más comedia que drama, pero sí he trabajado en películas como Ocho apellidos vascos, Airbag, Año Mariano, que han sido vistas por mucha gente. Pero creo que he hecho tantas o más que no lo son. Yo, si me pongo a escribir, siempre me sale comedia porque me desenvuelvo mejor, soy más solvente, y creo que la comedia hay que tratarla con el mismo rigor que un drama. La comedia, palabra de honor, es mucho más difícil porque no tiene matemática. El cine tiene mil recursos para emocionar o hacer llorar a la gente, hasta dándote mentol en el ojo, pero la comedia se escapa de la lógica, de la métrica y de la matemática. Tú cuentas un chiste y, aunque lo cuentes como siempre, hoy funciona de la leche y mañana no funciona. Siempre hay algo que se nos escapa, hay que tener suerte, dar con el tempo correcto... Yo creo que si el actor puede ser más completo, mejor, y siempre he intentado desenvolverme en distintas facetas.

Siempre he sido un actor muy 'echao p'alante', he sido arriesgado. No me he quedado a un palo y he intentado diversificar

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Ha participado en los comienzos de grandes directores como Álex de la Iglesia, Juanma Bajo Ulloa, Julio Medem... ¿Cómo los ve ahora?

Tuve la suerte de ser un actor fetiche de los nuevos realizadores. Hice la primera de Álex de la Iglesia, casi todas de Bajo Ulloa, de Nacho Vigalondo, de Balagueró, Calparsoro, Medem... muchísimos. He hecho más de una veintena de óperas primas de toda esa gente, tuve esa suerte, y he tenido ocasión de ver cómo cortometrajistas se convertían en grandes directores. Por eso creo que los festivales y las escuelas son la cantera de esos grandes directores. A la mayoría ahora no los veo (ríe), aunque el otro día estuve con Álex de la Iglesia, pero cada uno evoluciona por lados distintos, aunque nadie duda de la enorme solvencia de todos ellos, todos son consagrados. 

¿Qué ha tenido más importancia en su carrera: los dos premios Goya, el tsunami de Ocho apellidos vascos, los directores con quienes ha trabajado?

He sido siempre muy echao p'alante. Siempre tengo mis dudas, como todos, pero he sido muy arriesgado y bendito sea. Una elección buena ha sido no quedarme a un palo, intentar diversificar y hacer que unas cosas te curen de otras. Hay actores que se sienten en su lugar de confort y son solventes en una franja y yo, para saber en qué sí y en qué no soy solvente, necesito probar. Si me han propuesto algo no me ha temblado la mano, aunque no sabes el pánico que da que Alejandro te ofrezca el papel de Unamuno, y a él también le daría su vértigo. Es lo que llamamos susti-gusti. Igual otro dice no me veo, pero yo tengo que intentar verme en todo, a riesgo de no acertar. También he visto a Robert de Niro hacer muchos papeles menores. Yo he intentado que unos papeles me curaran de otros. Y cuando digo "curar" no es que me quede contaminado, sino que si solo hago lo que me parece cómodo, solo me llamarían para eso. También he tenido puntos de inflexión: Bajo Ulloa me ofreció mi primer protagonista y tenía a toda España para elegir; lo que supuso la trilogía de los "estados alterados de conciencia" que fue Airbag, Año Mariano yTorapia; Ocho apellidos vascos fue otro punto de inflexión, indudablemente. He tenido la suerte de trabajar con grandísimos directores, compañeros y técnicos, y lo que hago es seguir aprendiendo cada día porque esta es una profesión que no te la acabas de saber. Me encanta ver que lo que me ofrecen es un reto.

A mí el papel que me gustaría interpretar es el Quijote de la Mancha

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En Kepler Sexto B da vida a anciano senil, a otro en La vida padre... ¿Empieza a preocuparse?

Todo lo contrario. A mí el papel que me gustaría interpretar es el Quijote de la Mancha. El Jonás de Kepler es un tío con síndrome de Diógenes que ha hecho clic y se ha creado un universo paralelo, nada que ver con el de La vida padre. Pero el de Jonás sí que tiene que ver con ese Quijote, creo que hemos hecho un Quijote espacial.

No sé si quiere valorar las recientes elecciones. A la gente del cine se le suele preguntar siempre por la situación política, como si tuviesen que tener respuesta para todo. ¿Eso le molesta?

Yo tengo mi modo de pensar y mi ideología política pero no voy a hacer ninguna valoración de las elecciones. Nunca se lo preguntaríais a un futbolista o a un torero y no sé por qué a los actores sí, supongo que suscita morbo saber de qué palo o ideología eres. A mí no me da miedo decir que soy un tío que me siento progresista, en el modo de entender la cohabitación en lo social, pero no estoy para hacer análisis de cómo han quedado. Es el resultado del deseo de la voluntad popular, así que los políticos, que se pongan las pilas.