Vicente Férez, el poeta alicantino que utiliza la muerte como musa

Adentrarte en el mundo de las letras es complicado, y más si desafías las reglas del juego. Dentro de un género literario tan poco comercial como es la poesía, hay un autor alicantino que ha sabido encontrar un hueco en el que huir de los convencionalismos clásicos y hablar directamente a la muerte. Vicente Férez, más conocido en el círculo de los poetas como V.F., ha encontrado un nicho explorado muy poco en la literatura moderna para darse a conocer al mundo como un autor diferente al resto.

Es cierto que Emily Dickinson jugaba mucho con la reflexión del concepto "muerte", Octavio Paz daba rienda suelta a un sentir existencialista que recurría a hablar de la temporalidad del ser humano e incluso Pablo Neruda manifestaba la muerte desde diferentes ángulos, a menudo ligada al amor, en Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pero el autor alicantino va más allá de las superficialidades y se adentra en el submundo de la muerte como destino inherente al ser humano, utilizando un lenguaje que cae como losas en la mente confusa del lector.

Su primer poemario, Réquiem, publicado bajo el sello de la prestigiosa editorial Discursiva, marca el inicio de su trayectoria literaria y sienta las bases de sus inquietudes más primarias, abarcando conceptos poco manidos e incluso considerados tabúes en ciertos entornos sociales. Una oscuridad que le acompaña desde los tiempos en los que su cualidad artística era otra, la música, y tocaba mejor los instrumentos cuando no había ningún atisbo de luz a su alrededor.

"Yo empecé estudios musicales con 12 años, era un joven al que no le gustaba estudiar, que era un auténtico fracaso escolar y que, de manera natural, tenía cierta cercanía con el mundo del arte. Me gustaba mucho el flamenco, tenía cierta inquietud por la guitarra y acabé dejando los estudios para adentrarme en la música", explica Férez, quien, alega, "tocaba el instrumento a oscuras porque no concebía una composición con algún tipo de luz".

Si alguien cree en el destino, diría que Vicente estaba predestinado a crear un arte basado en lo oscuro, pero lo cierto es que nadie podría pensar que ese niño que odiaba las letras  acabase convirtiéndose en un poeta capaz de desafiar a la lengua castellana y enfrentar al lector a un duelo en cada poemario. Cuestiones vitales que han moldeado su forma de ser y sentir, una "catarsis interna" que necesitaba exteriorizar de alguna manera en redes sociales. Y ahí fue, en ese inmenso escaparate que supone internet, donde Alexander Vórtice le descubrió y afianzó una unión que acabó con la publicación de Réquiem.

A contracorriente

Siendo un autor que huye de lo convencional, sobresale esa figura del niño al que no le gustaba estudiar y que aseguraba "odiar" todo lo que tuviese que ver con el mundo de las letras. Un joven que no estaba diciendo que no a la lectura, sino a lo que se le inculcaba como lectura dentro de la escuela. "La literatura que nos enseñaban me ha parecido siempre extremadamente aburrida y demasiado intelectual. Nos hacen ver al escritor o al poeta como personas intelectuales y yo trato de romper un poco el paradigma de que los escritores no hablan como escriben", explica.

Vicente Férez no tiene el graduado escolar y, sin embargo, asegura que tiene "un fuego que quema por dentro". Así, destruye el mito elitista del autor intelectual y lo convierte en un ser mundano que busca mostrar sus inquietudes de la forma que cree conveniente. Mientras otros artistas intentan transmitir luz en sus poesías, el alicantino busca no caer en las banalidades del futuro próspero y prometedor hablando de un amor desgarrado y de incluso el infierno. Cuestiones que se escapan de lo tradicional.

"Hemos maltratado bastante el género poético a lo largo de todo este tiempo, lo hemos convertido en una porquería", alega Férez. "De hecho, hablamos de poesía y se nos vienen a la cabeza autores como Becker, la poesía de amor y la poesía 'fresita', como la llamo yo. Yo estoy alejado de todo eso. Creo que la poesía también sangra y siento que los autores mutilan su verdadera autenticidad y prostituyen su arte con tal de ganar dinero", sentencia.

Sin pelos en la lengua, y con una sinceridad que es de elogiar, se muestra como un poeta que no entendería de ofertas en la mesa que le hiciesen escribir cosas que no siente. "Yo no escribo para la gente, yo escribo para mí. Porque si yo escribiese en base a lo que a ti te gusta, estaría más pendiente de ti que de mí mismo". Por ello, Réquiem merece una lectura para comprobar la nueva mente que ha llegado a la poesía nacional. Un autor que esconde sus versos en las profundidades de su alma y que necesita exportar sus pensamientos sin adulterar. Un autor capaz de todo que acaba de arrancar su carrera literaria sin miedo a nada ni a nadie.

Presentación

Tras haber estado presentando su poemario Réquiem en Vigo, la casa de su editorial Discursiva, la siguiente parada tendrá lugar el día 31 de octubre, a las 19.30 horas, en la Sede Universitaria Ciudad de Alicante, ubicada en la calle Ramón y Cajal, número 4. Y eso no es todo. Entre sus intenciones se encuentra la posibilidad de poder presentar su primera obra en el Cementerio de Alicante, pese a que se encuentra inmerso en papeleos para poder hacer realidad una curiosa y personal presentación.