ENTREVISTA | Niño de Elche Músico

Niño de Elche: "Dudar es de sabios, da sentido a la propia existencia"

El música ilicitano acaba de publicar su nuevo libro Conversaciones con un monje de madera, donde explora los rincones de su alma junto a una escultura trapense tallada por Ernesto Cardenal

El músico Niño de Elche en una imagen de archivo

El músico Niño de Elche en una imagen de archivo / DANIEL MORDZINSKI

Juan Fernández

Juan Fernández

Dice que escribir le ayuda a comprender mejor la vida y la muerte, "que vienen a ser hermanas gemelas". Francisco Contreras, más conocido como El Niño de Elche (Elche, 1985), se pone ante el espejo en su nuevo libro Conversaciones con un monje de madera (Espasa, 2025), donde plasma un diálogo íntimo con una escultura trapense tallada por el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, demostrando así su versatilidad en el mundo del arte.

Conversar es más que intercambiar palabras, es un viaje compartido en el que el diálogo se convierte en una exploración profunda. En esta ocasión, el artista ilicitano elige como compañero un monje de madera, creando un espacio donde los silencios se mezclan con las confesiones, generando una atmósfera casi íntima en la que Dios se convierte en protagonista de manera indirecta, envolviendo cada una de las conversaciones.

Este "diario" aborda temas como la mística, la conexión espiritual, el sonido, la paz cotidiana del hogar y las vivencias personales de Niño de Elche, quien, a lo largo de su carrera, ha sido testigo de diversas realidades y reflexiones sobre el mundo que lo rodea. A su vez, el libro crea espacios que incitan a la reflexión del lector, facilitando momentos de reencuentro con uno mismo.

Es fascinante la capacidad de entablar una conversación con un monje de madera, aunque, como menciona en su libro, sus amigos puedan considerarlo loco.

La extrañeza que provoca esta situación hoy en día es más comprensible si alguien habla con un monje que si lo hace con un trozo de madera, un árbol, una escultura o una imagen.

Las conversaciones privadas suelen mantenerse en la intimidad, especialmente cuando Dios es testigo y protagonista de ellas de alguna manera. ¿Por qué, entonces, mostrarlas al público?

Son conversaciones que considero importantes para ser publicadas y compartidas. Si lo hubiera titulado como "confesiones", la percepción sería distinta. Este ejercicio también lo veo como una forma de catarsis, un acto de purificación.

Además, este libro ofrece tanto ideas como silencios, invitando a la reflexión de quienes se adentran en sus pensamientos. Facilita también el reencuentro con uno mismo.

Correcto, hay algo de eso. Son enseñanzas que entendemos como espirituales o monacales, pero que se reflejan en cualquier acción cotidiana. Dios está ahí, solo hay que saber escucharlo.

En uno de los textos, menciona la idea de alejarse de la civilización. ¿Está disgustado con ella?

Hay un texto que habla sobre el ejercicio de retirarse de la civilización para encontrar a Dios en el silencio, pero también se puede hallar a Dios en las capas de ciertas actividades sociales. La civilización siempre ha estado en boga y debe ser valorada como tal. No obstante, no se puede hablar de la civilización como un tótum. Existen muchas formas de civilización, y siempre es positiva una postura escéptica.

También menciona que en su cuarta vida fue monje. ¿Se puede considerar esa desvinculación espiritual, aunque sea en otra vida, como una traición a Dios?

Todo cambio implica una parte de traición. Incluso morir y convertirse en otro ser puede verse como un acto de traición. Pero hay que entenderlo como algo positivo, ya que en mí permanece algo de lo que fui en algún momento. No soy totalmente diferente; los ecos de aquel monje los sigo descubriendo hoy en día. Algo de esa vida queda, y es parte de mi forma de estar en el mundo.

Pone la muerte al mismo nivel que la vida.

Sí, y lo sigo creyendo cada vez con más firmeza. No sé si la vida y la muerte son totalmente opuestas o totalmente necesarias. Lo que está claro es que ambas son totalmente (ríe), y cada uno debe tomar conciencia de ambas. Paradójicamente, cuando uno se da cuenta de lo maravillosa que es la vida, también se hace consciente de la inminencia de la muerte, y viceversa.

Plantea una pregunta directa al lector y quiero replanteársela a usted: ¿A Dios se le busca o se le espera?

Es una de esas cuestiones que todavía no tiene una respuesta definitiva, y por eso me la replanteo en el libro. Creo que Dios está presente, y hay parte de verdad tanto en el buscar como en el esperar. Ambos verbos son necesarios para acercarnos a la existencia de Dios, pero no sabría decir cuánto hay de uno y cuánto de lo otro.

Paradójicamente, cuando uno se da cuenta de lo maravillosa que es la vida, también se hace consciente de la inminencia de la muerte

¿Un ateo tiene las puertas abiertas para adentrarse en este libro?

Por supuesto. Hay cuestiones que un ateo puede sentir como propias, porque hablo mucho sobre el aprendizaje, el día a día, los pequeños gestos, el susurro, la escucha... Aunque un ateo no tenga tan desarrollada la idea de la escucha (ríe), puede verse reflejado en muchos de los temas que trato.

Como menciona en su libro, la duda es sinónimo de sabiduría.

Exactamente, como dijo San Benito, hay que huir de toda persona que no dude.

¿Aunque la duda sea sobre la existencia de Dios?

Sí, precisamente las crisis existenciales en relación con la espiritualidad siempre han tenido que ver con la duda. Hay quienes pueden pensar que la duda proviene de lo diabólico, pero en muchas ocasiones no es así. Dudar da sentido a algo tan básico como la propia existencia. La existencia en sí misma es duda.

Y la concepción de la deidad es diferente para cada persona. Para algunos es el creador venerado por la Iglesia Católica, pero para otros es un humano con cabeza de elefante o incluso un futbolista.

Las representaciones de Dios varían, pero lo que realmente importa es dónde uno puede encontrarlo, dónde puede presenciarlo y sentirlo. Y eso ocurre en el día a día. En la cotidianidad, esa representación divina está presente, sin duda alguna, en la mirada de un ser, en el aroma de una flor, en el comer, en cuidar a alguien, en el amor... Somos seres que regimos todo por el amor. ¿Cómo no va a existir un Dios?

A veces, la gente usa el término "dios" para idolatrar a personas que admiran. En su libro confronta esa idea y afirma que no debemos idolatrar a nadie.

Esa es una enseñanza de los monjes. El catolicismo ha tenido una crisis con las representaciones de imágenes, donde se glorifican celebridades. Yo creo que no hay que idolatrar, hay que amar. Hay una diferencia enorme entre esos verbos, aunque la sociedad a menudo los adopte como sinónimos. Son enseñanzas grandes de las que aún debemos aprender, entendiendo que la idolatría no nos ayuda, pero el amor sí. Reconocer lo divino que tiene cada ser es esencial.

¿Entiende que haya personas que lo idolatren a usted?

Sí, al igual que yo lo he hecho con otras personas. Pero siempre les digo que no lo hagan, que no es nada fructífero (ríe).

Es un artista muy versátil que no deja de crear, aunque sea en campos completamente distintos a los que ha trabajado anteriormente. ¿Es difícil ser el Niño de Elche?

No, para nada. Soy afortunado, no soy una persona famosa ni nada por el estilo. Mi trabajo me ha llevado a moverme en ciertos círculos, pero más allá de eso, no siento que sea complicado. Mi público me facilita mucho las cosas, ya que entiende el arte de diferentes maneras.

Su público ha tenido la capacidad de escucharle, leerle e incluso participar en sus exposiciones. ¿Le queda algo por hacer?

Necesito algunos años más para seguir creando. No sé cuántos, pero tengo muchos proyectos e ideas que aún faltan por desarrollar.

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