Tribuna
Juan Gil-Albert en la memoria del Cervantes

Juan Gil-Albert / Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu
Siempre que se presenta la ocasión, y no son pocas las oportunidades que nos ofrece tanto la numerología como la cábala literarias, recordamos aquellas palabras de García Hortelano incluidas en su popular edición sobre la poesía del medio siglo a propósito de que, posiblemente, los filólogos seamos unos morbosos. Y no resulta baladí que –precisamente– este año, marcado por ese dudoso pretexto crítico de la conmemoración, asistamos a un hecho tan decisivo para el historial literario de Juan Gil-Albert como su ingreso en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Será probable, no obstante, que el humanista murciano Francisco Cascales tenga razón cuando afirma, en un momento muy concreto de su epistolario, que la literatura tiene los brazos muy largos.
Pero no deja de ser curioso preguntarse, a raíz de esta caja 1.601 que protegerá una selección de su legado, cómo ha abrazado la historiografía literaria tradicional la producción gilalbertiana. Queremos señalar, en otras palabras, que el repentino éxito de su recuperación, nada casual y concentrada en el cambio que va de la década de los años setenta a los ochenta, puede haber contribuido a este aletargamiento conjugado con el plural del presente. Del mismo modo que algunos tópicos automatizados a su propia medida, y pensamos fundamentalmente en el rótulo de clásico contemporáneo, explican la distancia ganada por los lectores –si los hubiere– más jóvenes. Para ilustrar nuestras palabras, y como buena recurrencia sintomática, fijémonos en la desventurada fatiga sufrida por los paratextos de los títulos gilalbertianos, a fuerza de repetir –portada tras portada– el ínclito Retrato de Juan Gil-Albert (1940) en el exilio de Enrique Climent.
Pasada la página de la nostalgia, mas agotada esa mirada mítica de su ámbito biográfico, existen novedades bibliográficas capaces de vencer al impulso comercial e institucional de la efeméride gilalbertiana. Hacemos referencia a títulos recientes como Un arte de vivir (2017), la reedición de Tobeyo o del amor (2023) o esa deuda por saldar que significa la traducción de su obra a otros idiomas (véase Le style homosexual. En Espagne sous Franco, traducción de Heraclés a cargo de la profesora Annick Allaigre, 2008). Este reconocimiento del Instituto Cervantes supone la dignificación de la memoria de Juan Gil-Albert, así como una alentadora esperanza para el futuro de sus textos literarios. El horizonte gilalbertiano deja entrever algunos retos como una edición filológica y rigurosa tanto de su poesía completa como de su epistolario, la reivindicación de su prosa en el marco narrativo europeo y, finalmente, la superación de ese «destino contradictorio reconstruido» propiciado por la alteración de su fecha de nacimiento y la reordenación de su bibliografía literaria.
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