Punto y aparte
Costa-Gavras: "Si hay un tema especialmente político es el tema de la muerte"

El director Costa-Gavras posa tras presenta en San Sebastián "El último suspiro". / Arnaitz Rubio / Europa Press
Fernando Franco
Costa-Gavras (Atenas 1933) llegó a Paris con 22 años para intentar su sueño de dedicarse al cine. Trabajó mientras estudiaba en La Sorbona, un entorno propicio para las vocaciones. Con 32 años alcanzó dos Oscar por Z y otro más por Missing en 1982. Heredero de Homero en el estilo narrativo, su cine se caracteriza por el compromiso social y Francia se lo ha reconocido otorgándole la dirección de la Cinemateca. Es defensor de la excepción cultural, un sistema de protección del cine que ha propiciado resultados de difusión espectaculares (en 2024, 174 millones de espectadores y 44 % de cine local).
Esta semana ha estado en Madrid para presentar sus memorias en las que guarda un recuerdo para Torrevieja, donde gracias a la ayuda de un técnico alicantino pudo salir adelante en su primer compromiso profesional importante. También ha presentado su nuevo filme, El último suspiro, con la participación de grandes estrellas como Charlotte Rampling o Ángela Molina, un conmovedor retrato de la vulnerabilidad en la tercera edad y la eficaz respuesta de los cuidados paliativos. Un observador advierte: "En 20 años habrá 4 millones de personas que merecen una muerte digna". Nos reunimos con él para hablar de su cine.
En los años 70 en algunas universidades del levante español se proyectaba furtivamente La guerra ha acabado (1966) con guion de Semprun. Usted ha trabajado varias veces con él...
En aquella época se hacían muchas sesiones clandestinas (sonríe). Lo mismo sucedió en el Chile de Pinochet con mi película Missing (1982)
En su último filme, El último suspiro, de todos los personajes el que más impresiona es el de Charlotte Rampling, con pocos diálogos y gran carga dramática en su comunicación gestual. Interpreta a una dama aristocrática que desea acabar con su agonía y no confía en los médicos. ¿Qué le pareció el papel inicialmente a ella?
Ella lo aceptó inmediatamente, a pesar de la poca extensión del papel. Yo tenía alguna duda, pero Michelle, la productora, la conocía y le propuso participar.
Uno de los protagonistas, Kad Merad, es conocido por papeles de comedia con millones de espectadores. ¿Cómo se planteó abordar este papel?
Aceptó con entusiasmo. Además, él es un actor que improvisa mucho al actuar. Desde el principio se pensó en él, por su humanidad, para el papel de doctor, no había otra posibilidad.
Angela Molina, la otra gran actriz, está totalmente convincente en su papel de miembro de la etnia gitana y da brillo a la película. Ella le pide una solución final discreta a su médico. ¿Está autorizada en Francia esta práctica?
Sólo en situaciones límites. Hay una ley que permite a los doctores, cuando ven que el paciente ha llegado al final, facilitar una inyección que les permite dormir hasta la muerte. Es una situación curiosa que todos aceptan porque ninguno de los médicos quiere realizar esa última punción.
Hay sectores sociales, poderosos, el personaje de Charlotte los llama «creyentes», que se oponen políticamente y buscan impedir ejercer la libertad individual a la hora de morir. ¿Porqué cree que ocurre esto?
En Francia se lleva intentando cambiar esta situación desde hace mucho tiempo. No quieren hacer lo que se necesita, a mi juicio, y es que cuando una persona no tiene ya ningún interés en vivir, exista un lugar donde pueda ir a morir. Los políticos están discutiendo sobre ello. En Suiza sí lo tienen y basta con ir a ese centro y ya te gestionan todo. Eso pasó con Godard por ejemplo, un ciudadano civil. Él se despidió de sus amigos en su casa y dos minutos después todo había acabado.
En su película se abordan temas serios, duros, y sin embargo es entretenida, hay música, incluso humor (una paciente opina sobre la muerte filosóficamente mejor que el propio filósofo) y eso da brillantez al relato y hace disfrutar. Usted ha señalado que su cine hace denuncia social comprometida y sin embargo busca entretener ¿no hay una contradicción en ello?
No, porque todo lo humano, lo social, es político. Lo que estamos haciendo aquí, ahora mismo, es política. Usted me pregunta y lo que escriba luego va a leerlo mucha gente y se va a generar una opinión. Así que todas las películas son políticas. Y si hay un tema especialmente político es el tema de la muerte. Es por eso que desde siempre la filosofía ha tratado sobre la muerte viendo cómo solucionar el tema; las religiones, sobre todo, han monopolizado cómo actuar ante ella. Pero, claro, no contemplan que cuando uno está enfermo, anciano, sin interés por la vida, es hasta humillante verte forzado a existir.
En su película toda una generación se ve retratada. La tercera edad es vulnerable en muchos aspectos: en el terreno de la salud, económicamente, cosas que usted refleja en sus películas. ¿Es la tercera edad en estos momentos el colectivo vulnerable al que hay que defender?
Yo hago películas, y una película no es un discurso académico, es una película, y tiene un papel en la sociedad, en la realidad, y puede hablar a su manera de cosas importantes. Esa es la idea.

La verdad de un cineasta con un guiño al alicantino Virgilio
En el título de su autobiografía, el director realiza una propuesta muy estimulante: Ve adonde sea imposible llegar. Después de setenta años de escribir guiones, muchos rodajes, varios éxitos de taquilla y premios internacionales, el director franco-heleno ha sido para sus seguidores fuente de múltiples interpretaciones sobre su trayectoria profesional y sobre las relaciones con el entorno, en ocasiones hostil, por su cine comprometido bien documentado y audaz. Era necesaria esta obra clarificadora.
En las primeras páginas, tiene un afectuoso recuerdo para Virgilio, un técnico de rodaje alicantino que evitó que en la primera ocasión que Costa-Gavras asumía la difícil responsabilidad como primer ayudante del director, naufragara por su poco dominio de las expresiones técnicas en castellano. Virgilio intervino durante varios días como apoyo y se salvó la realización del filme.
Con una memoria notable, el director reconstruye con precisión siete décadas de la historia cinematográfica, fechas, más de 300 personajes del cine y de la política, proyectos y su evolución. Aparece al detalle su círculo más próximo: Semprún, Montand, Debray, los apoyos y presiones en contra, en algunos casos muy poderosas. n
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