Notas al programa

La cuarta de Brahms

ADDA Simfònica interpreta una página operística de Wagner, un concierto para oboe de Richard Strauss y la última sinfonía de Brahms

La oboísta andaluza Cristina Gómez Godoy.

La oboísta andaluza Cristina Gómez Godoy. / INFORMACIÓN

José María Perea

José María Perea

Programa

Alicante, ADDA, 17 de mayo de 2025, a las 20 horas

ADDA Simfònica Alicante

Cristina Godoy, oboe

Roberto Forés, director invitado

Richard Wagner

(Leipzig, 1813-Venecia,1893)

Sigfrido: murmullos del bosque

Wagner compuso las cuatro partes de la Tetralogía (un prólogo, El oro del Rin, y tres jornadas, La walkiria, Sigfrido y El crepúsculo de los dioses) entre 1848 y 1874. El proyecto, más de quince horas de música, fue concebido, más que ninguna otra ópera wagneriana, como «una obra total», fusión inédita de la música y el verbo. Del conjunto existen al menos seis páginas sinfónicas: el preludio de El oro del Rin, La cabalgata de las walkirias, el Idilio de Sigfrido, Sigfrido: murmullos del bosque, El crepúsculo de los dioses: Amanecer y Viaje de Sigfrido por el Rin y Marcha fúnebre, cuando Hegen mata a Sigfrido y su cadáver es transportado al palacio de los gibichungos.

Sigfrido, la segunda jornada de El anillo de los Nibelungos, se estrenó el 16 de agosto de 1876 durante el primer Festival de Bayreuth. En el segundo cuadro del segundo acto, el héroe Sigfrido, escoltado por el enano Mime, se aprestar a enfrentarse al dragón Fafner. El bosque despierta mientras Sigfrido evoca con nostalgia su infancia, soñando con los padres que no ha conocido, en especial su madre Siglinda, La walkiria. El tiempo parece suspenderse mientras se eleva el canto de un pájaro al que torpemente intenta responder Sigfrido antes de hacer resonar el canto de su cuerno. Estos «murmullos del bosque» es una página de gran lirismo, donde se funden una evocación altamente poética con el sereno descanso en el corazón de la epopeya.

Richard Strauss

(Munich, 1864-Garmisch, Alpes bávaros,1949)

Concierto para oboe y orquesta, en re mayor

Compuesto en Suiza en el otoño de 1945, este concierto, que Strauss calificó como ganz nett (bonito), fue estrenado el 26 de febrero de 1946 por Volmar Andreae y la orquesta de la Tonhalle de Zurich, con la ayuda del oboísta Marcel Saillet. El compositor muniqués dedicó la obra al director y a la orquesta suiza que estrenaron la obra. Los tres movimientos, Allegro moderato, Andante y Vivace-Allegro, van encadenados. El primero tiene forma de sonata con dos temas principales, uno melódico y el otro, más fantasioso y con cierto aspecto bufo. La entrada inicial del oboe, que tiene cincuenta y seis compases ininterrumpidos, es agotador para el instrumentista. El segundo movimiento, en forma de lied, reutiliza temas ya conocidos en un largo cantabile de espíritu mozartiano. Una cadenza del solista introduce, siempre sin interrupción, el final Vivace a modo de «rondó» mientras que el Allegro con el que cierra el concierto desarrolla un ritmo de siciliana.

La andaluza Cristina Gómez Godoy (Linares, 1990), solista de oboe desde 2013 de la Staatskapelle de Berlín, con quien grabó esta obra dirigida por Daniel Baremboin, será la intérprete de este concierto. Hoy lo hará a las órdenes de Roberto Forés-Veses (Valencia, 1970), quien en junio de 2024 inició su andadura de cuatro años como director invitado principal de la English Chamber Orchestra (ECO) y que recientemente fue elegido nuevo director titular de la Orquesta de Extremadura.

Johannes Brahms

(Hamburgo, 1833-Viena,1897)

Sinfonía número 4, en mi menor (opus 98)

La última obra orquestal de Brahms, si exceptuamos el Doble concierto para violín y violonchelo (el opus 102), fue estrenada el 25 de octubre de 1885 en Meiningen bajo la dirección del autor. Los dos primeros movimientos fueron escritos en 1884 y los dos últimos en 1885. Cuando se dio a conocer en Viena 17 de enero de 1886 tuvo una acogida desigual afirmando el famoso crítico musical Eduard Hanslick que «sus encantos no son para todos los gustos». Brahms consideró que la ejecución en la capital austriaca estuvo inadecuadamente preparada. Hugo Wolf, que entonces tenía 26 años, manifestó en un panfleto: «El señor Brahms, exactamente como Dios Nuestro Señor, conoce perfectamente el truco de crear algo de la nada». Ya en el siglo XX el musicólogo y crítico musical francés Claude Rostand definió la Cuarta de Brahms como «una sinfonía de otoño», imagen que refleja su humor a la vez atormentado, fogoso y a veces rudo y solitario. Ha sido considerada la más clásica de las sinfonías de Brahms, sobre todo en el aspecto formal. El musicólogo francés André Lischké escribe que es «con justeza, la más estimada de las sinfonías de Brahms por el encanto de los dos primeros movimientos, la vitalidad del tercero y la riqueza y envergadura del que cierra la composición». En el cuarto movimiento vuelve a mostrarse Brahms como un maestro de la variación, forma a la que se entregó con pasión toda su vida, llena de amor por aprender.

Tracking Pixel Contents