Aquella mañana del segundo domingo de julio de 1995 hacía un calor sofocante. El trinquet de Sagunt, sede habitual de las finales del Individual, se llenó una hora antes. No cabía un alfiler. Cerca de 1.500 personas esperaban ansiosas el comienzo de la partida más esperada del año. Jugaba Paco Genovés, derribado de su trono tres años antes por Enrique Sarasol, el mismo que tras ganarle le pidió perdón. Otro pelotari hubiera abandonado definitivamente el torneo. Paco, no. Paco quiso retirarse como campeón y lo intentó un par de veces más, perdiendo contra el enciclopédico Sarasol. No se rindió y en 1995 volvió a inscribirse. También lo hizo Álvaro, un joven de 21 años surgido en las calles de Faura y de Quart de les Valls.

Genovés no gozó de ventajas y hubo de eliminar previamente a dos grandes: Oltra y Pigat. Les había vencido por 60 a 55, dos partidas jugadas de poder a poder en la que Genovés remontaba en la recta final. Había utilizado en el momento clave el golpe más decisivo: con iguales a 55, al cruzarse por debajo de la cuerda, Paco mostraba un gesto de cariño hacia su rival: una suave caricia en la cabeza. Era el maestro (tenía 41 años) que mostraba su autoridad ante el alumno. Marcaba una distancia psicológica que hacía temblar las piernas de quien pretendiese sublevarse.

Lo volvería a utilizar frente a Álvaro en la final, con iguales a 55 tras haber remontado un 45-55 que parecía definitivo. Álvaro lo sabía e intentó esquivarlo pero Paco le buscó y cumplió con el mágico ritual. Llegados a ese extremo no podía perder.

Y en un último juego sublime, cargado de imágenes impresionantes, rozando el heroísmo, decenas de miles de veces revivido gracias a las cámaras en directo de TVV reproducidas en las redes sociales, alimentado por el unánime y espontáneo grito de «!Paco, Paco, Paco!» (y hay que recordar que Álvaro jugaba teóricamente "en casa") pudo lanzar su camiseta al viento ¿quién la tendrá? y sumergirse en un baño de abrazos entre sudores y lágrimas. «Este Álvaro tiene aire de campeón» dijo Paco tras celebrar la victoria. Y tanto que lo sería.

Llegado este momento pienso que la primera partida que debe televisarse en la recuperada TVV debería ser ésta, porque ésta es la partida de las partidas, la que simboliza la grandeza de un héroe deportivo, valenciano, de pueblo, que ejemplariza la dignidad de quien se levanta a pesar de las heridas; de quien no renuncia a sus entrañas y las muestra al mundo orgulloso.

La partida de aquel 9 de julio de 1995 es el símbolo de un pelotari que representa a un pueblo que apenas podía sostenerse en pie pero que tuvo dignidad para levantarse y tocar a la puerta de la gloria que se abre de par en par.

Hay que alabar al Club Pilotari de Massamagrell por la iniciativa de rememorar aquel acontecimiento. Como no podía ser de otra forma los apoyos han sido unánimes; las adhesiones, infinitas. Se ha querido además, que las partidas de mañana en el Trinquet Tio Pena, entre viejas glorias, previas a una mesa redonda con Álvaro y Genovés sean de carácter benéfico, para ayudar a la investigación de una rara enfermedad, que, mira por donde ha tenido que afectar a la primera nieta de Paco. Y el viernes, en un minitrinquet que se quedará pequeño todos iremos a aplaudir a Paco y Álvaro, dos leyendas de nuestro deporte. Ellos volverán a vestirse de largo para acariciar la pilota de vaqueta. Esta vez no será necesaria la caricia de Paco a su discípulo. ¿O sí?