Hubo un antes y un después de aquel verano del 92 para el deporte español, que alcanzó entonces la mayoría de edad y se convirtió en un referente mundial gracias a una ola de éxitos que no pudo mantener, pero que le sirvió para impulsarse internacionalmente.

Aquella España que hace 25 años cantaba el último éxito de Celtas Cortos, «Cuéntame un cuento y verás que contento...», y veía 'Aladdín', la última superproducción de Disney, se sorprendió por una inesperada lluvia de medallas y descubrió en los Juegos Olímpicos de Barcelona nuevos héroes, nuevas disciplinas y una felicidad colectiva que aparecía cada tarde-noche en cualquiera de las instalaciones olímpicas.

España, que en sus primeros 16 Juegos había conseguido cinco medallas de oro, que en los años de la dictadura no había logrado ni uno solo, escuchó su himno y vio su bandera en lo más alto hasta trece veces en los diferentes escenarios de Barcelona, un hecho sin precedentes e irrepetible. El secreto fue la profesionalización de deportes minoritarios mediante la instauración del plan ADO, un notable proyecto de financiación mixta (público-privado) que marcó un punto de inflexión. La delegación española estuvo formada por 430 atletas, 129 mujeres, que compitieron en todas las disciplinas como país organizador. En total, España consiguió 22 medallas: 13 de oro, 7 de plata y dos de bronce. Entre París 1900 y Seúl 1988, periodo que incluye dieciséis ediciones de los Juegos, los deportistas españoles habían conseguido 27 medallas (5-13-9). Tras los Juegos de Barcelona, España se ha colgado 100 medallas más (26-44-30). Aquellas 22 medallas permitieron a España estar en el sexto puesto de los 64 comités olímpicos participantes. Desde entonces, y salvo el discreto resultado cosechado en Sydney 2000 (11 medallas), España ha mantenido el pulso y ha conseguido entre diecisiete (Atlanta, Londres, Río) y veinte medallas (Atenas 2004), pasando por las dieciocho de Pekín 2008. Además, aquellos Juegos de los que ahora se cumplen 25 años también fueron un punto de inflexión en cuanto a la participación de deportistas españolas en los Juegos, una presencia prácticamente testimonial al principio (París 1924), inexistente hasta 1960 y que fue aumentando desde Seúl 1988.

Las mujeres han ido ganando peso en la delegación española desde entonces, no solo numéricamente sino también por la cantidad de medallas que aportan al total. En Barcelona 1992 por primera vez una española consiguió una medalla olímpica (en Juegos de Invierno se adelantó unos meses Blanca Fernández Ochoa), que además fue una de oro. El mérito de ser la primera fue de Miriam Blasco, una judoca vallisoletana que lo logró con 28 años. Campeona mundial y europea por entonces, estuvo a punto de no acudir a los Juegos golpeada por la muerte de su entrenador, Sergio Cardell, un mes antes del inicio de la cita olímpica.

La primera medalla fue para el chiclanero José Manuel Moreno, quien levantó el velódromo del Vall d'Hebron en el kilómetro contrarreloj. Era el segundo día de los Juegos y España sumó una medalla de oro, lo mismo que había conseguido en los tres últimos Juegos. Fue un premio al trabajo y a la filosofía de su entrenador, el ruso Alexander Nietzigorostev, un técnico con métodos muy expeditos y que en su primer entrenamiento le dejó las cosas muy claras: «Elige el día del año que quieras para descansar. Solo tendrás uno».

La vela, con cinco oros, fue el deporte más laureado; el título olímpico de Fermín Cacho, en los míticos 1.500 metros, uno de los más celebrados por inesperado. En el tartán de Montjuic Dani Plaza también brilló en los 20 kilómetros marcha; A lmudena Muñoz fue la otra judoca que se colgó el oro y Martín López Zubero levantó de sus asientos a los espectadores en la piscina.

Por primera vez, España alzó un título en fútbol, un oro en el Camp Nou, y en Terrassa, la cuna del hockey hierba español, la selección femenina se colgó otro histórico triunfo. Desde aquel verano, España nunca más ha conseguido trece oros en unos Juegos, pero conoce el camino para ir creciendo cada cuatro años, como lo demostró el verano pasado cuando en Río de Janeiro se llevó siete títulos olímpicos, su segunda mejor cosecha de siempre.