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Opinión

El Barça echa a Lopetegui

Es tan absurdo como detenerse en que ayer no jugaban Raúl ni Ronaldinho. Jugador jubilado, jugador enterrado

No se disputaba el primer clásico sin Messi ni Ronaldo, porque una competición deportiva jamás se mide por sus ausencias. Es tan absurdo como detenerse en que ayer no jugaban Raúl ni Ronaldinho. Jugador jubilado, jugador enterrado. Por comparar al fútbol con un deporte de menor intensidad, Vietnam no fue la primera guerra sin Patton ni Rommel. En las junglas del sudeste asiático se libró la primera contienda en que Estados Unidos añoró a generales de la talla de Eisenhower. Hemos incorporado el lenguaje bélico tras contemplar al vietcong Sergio Ramos haciéndole a Rafinha en el minuto seis un Salah, dícese de una aparente caricia que acaba en la UCI.

Es decir, se celebraba el primer Barça-Madrid sin jugadores de la talla descomunal a que están acostumbradas ambas aficiones. De ahí que calentaran doce madridistas, bajo la lógica premisa de que la ausencia de Ronaldo permitía la incorporación adicional de Odriozola, quienquiera que sea.

Florentino Pérez confiaba en que el Barça le libraría de Lopetegui, quizás el peor entrenador madridista de la historia. Se lo había endosado la familia de Rafael Nadal, que mantiene estrechos vínculos comerciales con los allegados del técnico, por llamarlo de alguna manera.

El Barça cumplió con los deseos del presidente y echó a Lopetegui. Se trata sin duda del único punto negro para los azulgrana en la victoria de ayer, puesto que pierden a su aliado en el banquillo madridista. Hasta Mariano Rajoy ganaría una Champions si lo ficharan como entrenador del Madrid. Sin embargo, los técnicos más acreditados del planeta renunciaron a la oferta de incorporarse al club blanco como segundo entrenador, a las órdenes de Florentino.

El Barça no necesitó ni a Messi ni una brillantez estable para desembarazarse con escándalo de un Madrid definido por las carreras estériles de Bale, porque Benzema ha desistido de las comparaciones con el portugués desaparecido. Cómo no evocar al locutor televisivo que abría la temporada al grito de que el galés «siempre ha sido tan importante para el equipo como Ronaldo». Si Florentino está rodeado de gente así, a nadie puede extrañarle que acabe fichando a Lopetegui.

El espectáculo del clásico supera a la rivalidad entre Madrid y Barça. Con ambos equipos demediados, el choque recordó al concierto de despedida de una banda anciana, a la que se han incorporado jóvenes insustanciales para cubrir los huecos de los fallecidos o desfallecidos. Por ejemplo, Jordi Alba comprueba que no es lo mismo combinar con Messi o con Arthur.

En su actual encarnación, los antaño hegemónicos Madrid y Barça suman una media de menos de dos puntos por encuentro, netamente inferior a la renta acumulada por los ¡seis! mejores equipos de la Premier. La emoción subsiste porque el espectador se aferra a la memoria histórica, pero nadie acude a un concierto de U2 o de Springsteen a sorprenderse.

Un equipo viene definido por sus jugadores, y no por su presidente. La imagen de Asensio limpiándose las legañas al saltar al campo define el drama. En cambio, Suárez realizó una imitación impecable de Messi. Nunca hubo un estilo Chicago Bulls, sino una bestia llamada Michael Jordan. Antes de acabar, el único consejo gratuito que recibirá Florentino. Prohíba el uso del Twitter a sus jugadores, es casi tan letal como Lopetegui.

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